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La arquitectura barroca es un período de la historia de la arquitectura que vino precedida del Renacimiento y del manierismo; se generó en Roma en 1605 y se extendió hasta mediados del siglo XVIII por los estados absolutistas europeos.
El término barroco, derivado del portugués barocco, 'perla de forma diferente o irregular', se utilizó en un primer momento de forma despectiva para indicar la falta de regularidad y orden del nuevo estilo. La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en puntos, curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado.
En algunos países europeos como Francia e Inglaterra y en otras regiones de la Europa septentrional se produjo un movimiento más racionalista derivado directamente del Renacimiento que se denominó clasicismo barroco. A lo largo del siglo XVIII se fue desarrollando en Francia un movimiento derivado del Barroco que multiplicaba su exuberancia y se basaba fundamentalmente en las artes decorativas que se denominó rococó y se acabó exportando a buena parte de Europa.
Contrariamente a las teorías según las cuales el movimiento barroco surgió a partir del manierismo, fue el renacimiento tardío el movimiento que acabó desencadenando en último término el Barroco. De hecho, la arquitectura manierista no fue suficientemente revolucionaria para evolucionar radicalmente, en un sentido espacial y no solo superficial, a partir de los estilos de la antigüedad a los nuevos fines populares y retóricos de la época del contrarreformismo.
Ya en el siglo XVI, Miguel Ángel Buonarroti había anunciado el Barroco de una forma colosal y masiva en la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma, así como las alteraciones en las proporciones y las tensiones de los órdenes clásicos expresados en la escalera de acceso a la Biblioteca Laurenciana de roma, del mismo autor, y la enorme cornisa añadida al Palacio Farnese. Estas intervenciones habían suscitado diversos comentarios en su época por su brusca alteración de las proporciones clásicas canónicas. No obstante, en otras obras Miguel Ángel había cedido a la influencia manierista, por lo que fue sólo tras el fin del manierismo cuando se redescubrió a Miguel Ángel como el padre del Barroco.
El nuevo estilo se desarrolló en Roma, y alcanzó su momento álgido entre 1630 y 1670; a partir de entonces el Barroco se extendió por el resto de Italia y de Europa.
La influencia del Barroco no se limitó al siglo XVII; a principios del siglo XVIII se desarrolló el estilo denominado rococó, que no siendo una pura continuación del primero podría ser considerado como la última fase del Barroco.
Cuando el rey Luis XIV falleció, el palacio de Versalles fue desocupado por la corte en beneficio de París, que a partir de entonces se convertiría en el centro político y cultural de la nación. La nobleza se vio liberada del ceremonial cortesano, y junto con los nuevos ricos o burgueses, entró a formar parte de esa vida social. Durante el tiempo en el que el bisnieto del Rey Sol, Luis XV, fue menor de edad, Felipe de Orleans actuó en calidad de regente, y en el tiempo en el que ejerció dicho cargo, comenzaron a producirse cambios en el estilo tardobarroco. Dichos cambios tendían hacia la evolución del mismo, buscando adaptarlo a los tiempos y alejándolo de la religión. Este período de transición fue asimismo conocido como el “estilo Luis XV”, predominante hasta la década de 1720.
A partir de aquellos momentos, el palacio urbano parisino conocido como ”hôtel”, destronó a Versalles. El estilo de la rocalla, resultado de la necesidad de buscar un medio plástico identitario que representase las ideas burguesas, se convirtió en la ornamentación alegre y elegante de una sociedad que buscaba el más alto refinamiento del goce vital sensitivo y espiritual, propagando una ligereza, fragilidad y gracia cortesanas empapadas de espíritu femenino.
Ese gusto por la exquisitez fue transferido a las clases acomodadas parisinas por Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour, quien también había sido amante del rey, y que su pasión por el arte le llevó a rodearse de artistas que buscaban dar un paso más allá.
La seriedad característica del barroco enfatizaba en gran medida la religión a través de la representación de temas cristianos, mientras que en el rococó, al haber aflorado en el siglo XVIII, en el que el contexto había cambiado, era común contemplar representaciones lúdicas o festivas, haciendo uso de la ironía y exaltando los valores femeninos y los caprichos de las damas de la corte. Fue este un estilo común entre la nobleza y la alta burguesía, estamentos dispuestos a adaptarse a los tiempos a través de los nuevos cánones.
Estructuralmente, la forma predominante consistía en la proyección de un pabellón central de planta circular del que partían dos alas de menor altura y de planta curvada. Dicha curvatura daba lugar a planos oblicuos los cuales transmitían la sensación de movimiento. De igual modo, otra tipología edificatoria consistía en la construcción de pabellones contiguos. , poniendo en sintonía ornamentación mural, mobiliario y colores.
En fachada se abandonan la aplicación de los órdenes clásicos, las ventanas van incrementado su tamaño hasta la puertaventana, dando lugar a una relación entre interior y exterior que alcanza el concepto de mímesis con respecto a la naturaleza. Las ventanas arqueadas sustituyen a los marcos en ángulo recto.
Asimismo, no reniega de las formas clásicas como los arcos, las columnas, los frisos o los frontones, aunque sí conduce a que éstas se vean modificadas estéticamente para adaptarse al conjunto. Un ejemplo de ello son las columnas salomónicas, entorchadas o helicoidales, las griegas y romanas.
El arquitecto francés que mejor encarna este estilo es Jacques Gabriel, quien, a la hora de proyectar los exteriores continuó con el equilibrio y la dignidad propios del barroco, en los interiores se mostró como un arquitecto de gran inventiva, proyectando espacios que se destacan por su gracia y delicadeza. Entre sus proyectos más relevantes destacan el Petit Trianon de Versalles y el Hotel Biron de París. Tras la capital francesa, es la ciudad de Nancy la que muestra los mejores ejemplos de rococó francés, con la plaza Stanyslas en la que se pueden contemplar verjas, fuentes y bancos de complicada traza.
En Francia también se dieron las dos corrientes surgidas en Italia, el naturalismo y el clasicismo, aunque el primero no tuvo excesivo predicamento, debido al gusto clasicista del arte francés desde el Renacimiento, y se dio principalmente en provincias y en círculos burgueses y eclesiásticos, mientras que el segundo fue adoptado como «arte oficial» por la monarquía y la aristocracia, que le dieron unas señas de identidad propias con la acuñación del término clasicismo francés. El principal pintor naturalista fue Georges de La Tour, en cuya obra se distinguen dos fases, una centrada en la representación de tipos populares y escenas jocosas, y otra donde predomina la temática religiosa, con un radical tenebrismo donde las figuras se vislumbran con tenues luces de velas o lámparas de bujía: Magdalena penitente (1638-1643), San Sebastián cuidado por Santa Irene (1640). También se engloban en esta corriente los hermanos Le Nain (Antoine, Louis y Mathieu), centrados en la temática campesina pero alejados del tenebrismo, y con cierta influencia bambochante.
La pintura clasicista se centra en dos grandes pintores que desarrollaron la mayor parte de su carrera en Roma: Nicolas Poussin y Claude Lorrain. El primero recibió la influencia de la pintura rafaelesca y de la escuela boloñesa, y creó un tipo de representación de escenas —de temática generalmente mitológica— donde evoca el esplendoroso pasado de la antigüedad grecorromana como un paraíso idealizado de perfección, una edad dorada de la humanidad, en obras como: El triunfo de Flora (1629) y Los pastores de la Arcadia (1640). Por su parte, Lorrain reflejó en su obra un nuevo concepto en la elaboración del paisaje basándose en referentes clásicos —el denominado «paisaje ideal»—, que evidencia una concepción ideal de la naturaleza y del hombre. En sus obras destaca la utilización de la luz, a la que otorga una importancia primordial a la hora de concebir el cuadro: Paisaje con el embarque en Ostia de Santa Paula Romana (1639), Puerto con el embarque de la Reina de Saba (1648).
En el pleno barroco la pintura se enmarcó más en el círculo áulico, donde se encaminó principalmente hacia el retrato, con artistas como Philippe de Champaigne (Retrato del cardenal Richelieu, 1635-1640), Hyacinthe Rigaud (Retrato de Luis XIV, 1701) y Nicolas de Largillière (Retrato de Voltaire joven, 1718). Otra vertiente fue la de la pintura académica, que buscaba sentar las bases del oficio pictórico sobre la base de unos ideales clasicistas que, a la larga, acabaron constriñéndolo en unas rígidas fórmulas repetitivas. Algunos de sus representantes fueron: Simon Vouet (Presentación de Jesús en el templo, 1641), Charles Le Brun (Entrada de Alejandro Magno en Babilonia, 1664), Pierre Mignard (Perseo y Andrómeda, 1679), Antoine Coypel (Luis XIV descansando después de la Paz de Nimega, 1681) y Charles de la Fosse (Rapto de Proserpina, 1673).
La separación política y religiosa de dos zonas que hasta el siglo anterior habían tenido una cultura prácticamente idéntica pone de manifiesto las tensiones sociales que se vivieron en el siglo XVII: Flandes, que seguía bajo el dominio español, era católica y aristocrática, con predominio en el arte de la temática religiosa, mientras que los recién independizados Países Bajos fueron protestantes y burgueses, con un arte laico y más realista, con gusto por el retrato, el paisaje y el bodegón.
En Flandes la figura capital fue Peter Paul Rubens, formado en Italia, donde recibió la influencia de Miguel Ángel y de las escuelas veneciana y boloñesa. En su taller de Amberes empleó a gran cantidad de colaboradores y discípulos, por lo que su producción pictórica destaca tanto por su cantidad como por su calidad, con un estilo dinámico, vital y colorista, donde destaca la rotundidad anatómica, con varones musculosos y mujeres sensuales y carnosas: El desembarco de María de Médicis en el puerto de Marsella (1622-1625), Minerva protege a Pax de Marte (1629), Las tres Gracias (1636-1639), Rapto de las hijas de Leucipo (1636), Juicio de Paris (1639), etc. Discípulos suyos fueron: Anton van Dyck, gran retratista, de estilo refinado y elegante (Sir Endymion Porter y Anton van Dyck, 1635); Jacob Jordaens, especializado en escenas de género, con gusto por los temas populares (El rey bebe, 1659); y Frans Snyders, centrado en el bodegón (Bodegón con aves y caza, 1614).
En Holanda destacó especialmente Rembrandt, artista original de fuerte sello personal, con un estilo cercano al tenebrismo pero más difuminado, sin los marcados contrastes entre luz y sombra propios de los caravaggistas, sino una penumbra más sutil y difusa. Cultivó todo tipo de géneros, desde el religioso y mitológico hasta el paisaje y el bodegón, así como el retrato, donde destacan sus autorretratos, que practicó a lo largo de toda su vida. Entre sus obras destacan: Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), La ronda de noche (1642), El buey desollado (1655), y Los síndicos de los pañeros (1662).
Otro nombre relevante es Frans Hals, magnífico retratista, con una pincelada libre y enérgica que antecede al impresionismo (Banquete de los arcabuceros de San Jorge de Haarlem, 1627).
El tercer nombre de gran relevancia es Jan Vermeer, especializado en paisajes y escenas de género, a los que otorgó un gran sentido poético, casi melancólico, donde destaca especialmente el uso de la luz y los colores claros, con una técnica casi puntillista: Vista de Delft (1650), La lechera (1660), La carta (1662). El resto de artistas holandeses se especializaron por lo general en géneros: de interior y temas populares y domésticos (Pieter de Hooch, Jan Steen, Gabriel Metsu, Gerard Dou, Escuela caravaggista de Utrecht); paisaje (Jan van Goyen, Jacob van Ruysdael, Meindert Hobbema, Aelbert Cuyp); y bodegón (Willem Heda, Pieter Claesz, Jan Davidsz de Heem).
La pintura rococó se desarrolló a lo largo del siglo XVIII por toda Europa partiendo de Francia, cuna de este estilo de origen aristocrático y se dividió en un principio en dos campos nítidamente diferenciados: como parte de la producción artística, es un documento visual intimista y despreocupado del modo de vida y de la concepción del mundo de las élites europeas del siglo XVIII, en tanto también como una adaptación de elementos constituyentes del estilo a la decoración monumental de las iglesias y palacios, sirvió como medio de glorificación de la fe y del poder civil.
El estilo Rococó nació en París durante la regencia del duque de Orleáns, en la minoría de edad de Luis XV, como una reacción de la aristocracia francesa contra el Barroco suntuoso, palacial y solemnemente practicado en el período de Luis XIV. Se caracterizó por su índole hedonista y aristocrática y se manifestó en la delicadeza, elegancia, sensualidad y gracia, y en la preferencia de temas blandos y sentimentales, donde las líneas curvas, los colores claros y la asimetría jugaban un papel fundamental en la composición de la obra. Desde Francia, tuvo un gran auge y asumió sus características más típicas y donde más tarde sería reconocido como patrimonio nacional, el Rococó logró difundirse por toda Europa, alterando significativamente sus propósitos pero manteniendo el modelo francés apenas en su forma externa, con escuelas importantes en Alemania, Inglaterra, Austria e Italia, con alguna representación también en otros lugares, como la península ibérica, los países eslavos y nórdicos, llegando incluso hasta el continente americano.
En un principio, la Ilustración comenzó bajo la representación del Barroco; puesto que durante años, el estilo del clasicismo francés había dominado la creación de obras de los artistas. Los pintores representaron las costumbres y actitudes de una sociedad en busca de la felicidad, la alegría de vivir y de los placeres sensuales, los más representativos de esta etapa fueron François Boucher, Antoine Watteau y Jean-Honoré Fragonard, artistas que mezclaron en sus imágenes y trabajos lo erótico, lo lúdico y lo mundano de las imágenes, así como también lo galante de cada una de ellas, por este motivo las obras de Boucher, Watteau y Fragonard así como las de sus inmediatos discípulos y epigonos (cuyo eco llega al neoclasicista Ingres) reciben en su conjunto dentro de la crítica de arte el nombre de pintura galante especialmente cuando los temas resaltan al desnudo en ambientes, ámbitos o contextos de riqueza.
A pesar de su valor como obra de arte autónoma, la pintura del Rococó era concebida muchas veces como parte integrante de un concepto global de decoración de interiores.
A mediados del siglo XVIII, el Rococó comenzó a ser criticado por la nueva corriente neoclásica, la burguesía y la Ilustración y sobrevivió hasta la Revolución Francesa, cuando este movimiento cayó en descrédito completo, acusado de ser superficial, frívolo, inmoral y puramente decorativo. A partir de la década de 1830, volvió a ser calificado y reconocido como testimonio importante de una determinada fase de la cultura europea y del estilo de vida de un estatus social específico, y como un bien valioso por su mérito artístico único y propio, dando por consiguiente el planteamiento de cuestiones acerca de la estética que más tarde florecieron y se convirtieron en temáticas centrales del arte moderno.
Texto: wikipedia
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La arquitectura barroca es un período de la historia de la arquitectura que vino precedida del Renacimiento y del manierismo; se generó en Roma en 1605 y se extendió hasta mediados del siglo XVIII por los estados absolutistas europeos.
El término barroco, derivado del portugués barocco, 'perla de forma diferente o irregular', se utilizó en un primer momento de forma despectiva para indicar la falta de regularidad y orden del nuevo estilo. La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en puntos, curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado.
En algunos países europeos como Francia e Inglaterra y en otras regiones de la Europa septentrional se produjo un movimiento más racionalista derivado directamente del Renacimiento que se denominó clasicismo barroco. A lo largo del siglo XVIII se fue desarrollando en Francia un movimiento derivado del Barroco que multiplicaba su exuberancia y se basaba fundamentalmente en las artes decorativas que se denominó rococó y se acabó exportando a buena parte de Europa.
Contrariamente a las teorías según las cuales el movimiento barroco surgió a partir del manierismo, fue el renacimiento tardío el movimiento que acabó desencadenando en último término el Barroco. De hecho, la arquitectura manierista no fue suficientemente revolucionaria para evolucionar radicalmente, en un sentido espacial y no solo superficial, a partir de los estilos de la antigüedad a los nuevos fines populares y retóricos de la época del contrarreformismo.
Ya en el siglo XVI, Miguel Ángel Buonarroti había anunciado el Barroco de una forma colosal y masiva en la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma, así como las alteraciones en las proporciones y las tensiones de los órdenes clásicos expresados en la escalera de acceso a la Biblioteca Laurenciana de roma, del mismo autor, y la enorme cornisa añadida al Palacio Farnese. Estas intervenciones habían suscitado diversos comentarios en su época por su brusca alteración de las proporciones clásicas canónicas. No obstante, en otras obras Miguel Ángel había cedido a la influencia manierista, por lo que fue sólo tras el fin del manierismo cuando se redescubrió a Miguel Ángel como el padre del Barroco.
El nuevo estilo se desarrolló en Roma, y alcanzó su momento álgido entre 1630 y 1670; a partir de entonces el Barroco se extendió por el resto de Italia y de Europa.
La influencia del Barroco no se limitó al siglo XVII; a principios del siglo XVIII se desarrolló el estilo denominado rococó, que no siendo una pura continuación del primero podría ser considerado como la última fase del Barroco.
Cuando el rey Luis XIV falleció, el palacio de Versalles fue desocupado por la corte en beneficio de París, que a partir de entonces se convertiría en el centro político y cultural de la nación. La nobleza se vio liberada del ceremonial cortesano, y junto con los nuevos ricos o burgueses, entró a formar parte de esa vida social. Durante el tiempo en el que el bisnieto del Rey Sol, Luis XV, fue menor de edad, Felipe de Orleans actuó en calidad de regente, y en el tiempo en el que ejerció dicho cargo, comenzaron a producirse cambios en el estilo tardobarroco. Dichos cambios tendían hacia la evolución del mismo, buscando adaptarlo a los tiempos y alejándolo de la religión. Este período de transición fue asimismo conocido como el “estilo Luis XV”, predominante hasta la década de 1720.
A partir de aquellos momentos, el palacio urbano parisino conocido como ”hôtel”, destronó a Versalles. El estilo de la rocalla, resultado de la necesidad de buscar un medio plástico identitario que representase las ideas burguesas, se convirtió en la ornamentación alegre y elegante de una sociedad que buscaba el más alto refinamiento del goce vital sensitivo y espiritual, propagando una ligereza, fragilidad y gracia cortesanas empapadas de espíritu femenino.
Ese gusto por la exquisitez fue transferido a las clases acomodadas parisinas por Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour, quien también había sido amante del rey, y que su pasión por el arte le llevó a rodearse de artistas que buscaban dar un paso más allá.
La seriedad característica del barroco enfatizaba en gran medida la religión a través de la representación de temas cristianos, mientras que en el rococó, al haber aflorado en el siglo XVIII, en el que el contexto había cambiado, era común contemplar representaciones lúdicas o festivas, haciendo uso de la ironía y exaltando los valores femeninos y los caprichos de las damas de la corte. Fue este un estilo común entre la nobleza y la alta burguesía, estamentos dispuestos a adaptarse a los tiempos a través de los nuevos cánones.
Estructuralmente, la forma predominante consistía en la proyección de un pabellón central de planta circular del que partían dos alas de menor altura y de planta curvada. Dicha curvatura daba lugar a planos oblicuos los cuales transmitían la sensación de movimiento. De igual modo, otra tipología edificatoria consistía en la construcción de pabellones contiguos. , poniendo en sintonía ornamentación mural, mobiliario y colores.
En fachada se abandonan la aplicación de los órdenes clásicos, las ventanas van incrementado su tamaño hasta la puertaventana, dando lugar a una relación entre interior y exterior que alcanza el concepto de mímesis con respecto a la naturaleza. Las ventanas arqueadas sustituyen a los marcos en ángulo recto.
Asimismo, no reniega de las formas clásicas como los arcos, las columnas, los frisos o los frontones, aunque sí conduce a que éstas se vean modificadas estéticamente para adaptarse al conjunto. Un ejemplo de ello son las columnas salomónicas, entorchadas o helicoidales, las griegas y romanas.
El arquitecto francés que mejor encarna este estilo es Jacques Gabriel, quien, a la hora de proyectar los exteriores continuó con el equilibrio y la dignidad propios del barroco, en los interiores se mostró como un arquitecto de gran inventiva, proyectando espacios que se destacan por su gracia y delicadeza. Entre sus proyectos más relevantes destacan el Petit Trianon de Versalles y el Hotel Biron de París. Tras la capital francesa, es la ciudad de Nancy la que muestra los mejores ejemplos de rococó francés, con la plaza Stanyslas en la que se pueden contemplar verjas, fuentes y bancos de complicada traza.
En Francia también se dieron las dos corrientes surgidas en Italia, el naturalismo y el clasicismo, aunque el primero no tuvo excesivo predicamento, debido al gusto clasicista del arte francés desde el Renacimiento, y se dio principalmente en provincias y en círculos burgueses y eclesiásticos, mientras que el segundo fue adoptado como «arte oficial» por la monarquía y la aristocracia, que le dieron unas señas de identidad propias con la acuñación del término clasicismo francés. El principal pintor naturalista fue Georges de La Tour, en cuya obra se distinguen dos fases, una centrada en la representación de tipos populares y escenas jocosas, y otra donde predomina la temática religiosa, con un radical tenebrismo donde las figuras se vislumbran con tenues luces de velas o lámparas de bujía: Magdalena penitente (1638-1643), San Sebastián cuidado por Santa Irene (1640). También se engloban en esta corriente los hermanos Le Nain (Antoine, Louis y Mathieu), centrados en la temática campesina pero alejados del tenebrismo, y con cierta influencia bambochante.
La pintura clasicista se centra en dos grandes pintores que desarrollaron la mayor parte de su carrera en Roma: Nicolas Poussin y Claude Lorrain. El primero recibió la influencia de la pintura rafaelesca y de la escuela boloñesa, y creó un tipo de representación de escenas —de temática generalmente mitológica— donde evoca el esplendoroso pasado de la antigüedad grecorromana como un paraíso idealizado de perfección, una edad dorada de la humanidad, en obras como: El triunfo de Flora (1629) y Los pastores de la Arcadia (1640). Por su parte, Lorrain reflejó en su obra un nuevo concepto en la elaboración del paisaje basándose en referentes clásicos —el denominado «paisaje ideal»—, que evidencia una concepción ideal de la naturaleza y del hombre. En sus obras destaca la utilización de la luz, a la que otorga una importancia primordial a la hora de concebir el cuadro: Paisaje con el embarque en Ostia de Santa Paula Romana (1639), Puerto con el embarque de la Reina de Saba (1648).
En el pleno barroco la pintura se enmarcó más en el círculo áulico, donde se encaminó principalmente hacia el retrato, con artistas como Philippe de Champaigne (Retrato del cardenal Richelieu, 1635-1640), Hyacinthe Rigaud (Retrato de Luis XIV, 1701) y Nicolas de Largillière (Retrato de Voltaire joven, 1718). Otra vertiente fue la de la pintura académica, que buscaba sentar las bases del oficio pictórico sobre la base de unos ideales clasicistas que, a la larga, acabaron constriñéndolo en unas rígidas fórmulas repetitivas. Algunos de sus representantes fueron: Simon Vouet (Presentación de Jesús en el templo, 1641), Charles Le Brun (Entrada de Alejandro Magno en Babilonia, 1664), Pierre Mignard (Perseo y Andrómeda, 1679), Antoine Coypel (Luis XIV descansando después de la Paz de Nimega, 1681) y Charles de la Fosse (Rapto de Proserpina, 1673).
La separación política y religiosa de dos zonas que hasta el siglo anterior habían tenido una cultura prácticamente idéntica pone de manifiesto las tensiones sociales que se vivieron en el siglo XVII: Flandes, que seguía bajo el dominio español, era católica y aristocrática, con predominio en el arte de la temática religiosa, mientras que los recién independizados Países Bajos fueron protestantes y burgueses, con un arte laico y más realista, con gusto por el retrato, el paisaje y el bodegón.
En Flandes la figura capital fue Peter Paul Rubens, formado en Italia, donde recibió la influencia de Miguel Ángel y de las escuelas veneciana y boloñesa. En su taller de Amberes empleó a gran cantidad de colaboradores y discípulos, por lo que su producción pictórica destaca tanto por su cantidad como por su calidad, con un estilo dinámico, vital y colorista, donde destaca la rotundidad anatómica, con varones musculosos y mujeres sensuales y carnosas: El desembarco de María de Médicis en el puerto de Marsella (1622-1625), Minerva protege a Pax de Marte (1629), Las tres Gracias (1636-1639), Rapto de las hijas de Leucipo (1636), Juicio de Paris (1639), etc. Discípulos suyos fueron: Anton van Dyck, gran retratista, de estilo refinado y elegante (Sir Endymion Porter y Anton van Dyck, 1635); Jacob Jordaens, especializado en escenas de género, con gusto por los temas populares (El rey bebe, 1659); y Frans Snyders, centrado en el bodegón (Bodegón con aves y caza, 1614).
En Holanda destacó especialmente Rembrandt, artista original de fuerte sello personal, con un estilo cercano al tenebrismo pero más difuminado, sin los marcados contrastes entre luz y sombra propios de los caravaggistas, sino una penumbra más sutil y difusa. Cultivó todo tipo de géneros, desde el religioso y mitológico hasta el paisaje y el bodegón, así como el retrato, donde destacan sus autorretratos, que practicó a lo largo de toda su vida. Entre sus obras destacan: Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), La ronda de noche (1642), El buey desollado (1655), y Los síndicos de los pañeros (1662).
Otro nombre relevante es Frans Hals, magnífico retratista, con una pincelada libre y enérgica que antecede al impresionismo (Banquete de los arcabuceros de San Jorge de Haarlem, 1627).
El tercer nombre de gran relevancia es Jan Vermeer, especializado en paisajes y escenas de género, a los que otorgó un gran sentido poético, casi melancólico, donde destaca especialmente el uso de la luz y los colores claros, con una técnica casi puntillista: Vista de Delft (1650), La lechera (1660), La carta (1662). El resto de artistas holandeses se especializaron por lo general en géneros: de interior y temas populares y domésticos (Pieter de Hooch, Jan Steen, Gabriel Metsu, Gerard Dou, Escuela caravaggista de Utrecht); paisaje (Jan van Goyen, Jacob van Ruysdael, Meindert Hobbema, Aelbert Cuyp); y bodegón (Willem Heda, Pieter Claesz, Jan Davidsz de Heem).
La pintura rococó se desarrolló a lo largo del siglo XVIII por toda Europa partiendo de Francia, cuna de este estilo de origen aristocrático y se dividió en un principio en dos campos nítidamente diferenciados: como parte de la producción artística, es un documento visual intimista y despreocupado del modo de vida y de la concepción del mundo de las élites europeas del siglo XVIII, en tanto también como una adaptación de elementos constituyentes del estilo a la decoración monumental de las iglesias y palacios, sirvió como medio de glorificación de la fe y del poder civil.
El estilo Rococó nació en París durante la regencia del duque de Orleáns, en la minoría de edad de Luis XV, como una reacción de la aristocracia francesa contra el Barroco suntuoso, palacial y solemnemente practicado en el período de Luis XIV. Se caracterizó por su índole hedonista y aristocrática y se manifestó en la delicadeza, elegancia, sensualidad y gracia, y en la preferencia de temas blandos y sentimentales, donde las líneas curvas, los colores claros y la asimetría jugaban un papel fundamental en la composición de la obra. Desde Francia, tuvo un gran auge y asumió sus características más típicas y donde más tarde sería reconocido como patrimonio nacional, el Rococó logró difundirse por toda Europa, alterando significativamente sus propósitos pero manteniendo el modelo francés apenas en su forma externa, con escuelas importantes en Alemania, Inglaterra, Austria e Italia, con alguna representación también en otros lugares, como la península ibérica, los países eslavos y nórdicos, llegando incluso hasta el continente americano.
En un principio, la Ilustración comenzó bajo la representación del Barroco; puesto que durante años, el estilo del clasicismo francés había dominado la creación de obras de los artistas. Los pintores representaron las costumbres y actitudes de una sociedad en busca de la felicidad, la alegría de vivir y de los placeres sensuales, los más representativos de esta etapa fueron François Boucher, Antoine Watteau y Jean-Honoré Fragonard, artistas que mezclaron en sus imágenes y trabajos lo erótico, lo lúdico y lo mundano de las imágenes, así como también lo galante de cada una de ellas, por este motivo las obras de Boucher, Watteau y Fragonard así como las de sus inmediatos discípulos y epigonos (cuyo eco llega al neoclasicista Ingres) reciben en su conjunto dentro de la crítica de arte el nombre de pintura galante especialmente cuando los temas resaltan al desnudo en ambientes, ámbitos o contextos de riqueza.
A pesar de su valor como obra de arte autónoma, la pintura del Rococó era concebida muchas veces como parte integrante de un concepto global de decoración de interiores.
A mediados del siglo XVIII, el Rococó comenzó a ser criticado por la nueva corriente neoclásica, la burguesía y la Ilustración y sobrevivió hasta la Revolución Francesa, cuando este movimiento cayó en descrédito completo, acusado de ser superficial, frívolo, inmoral y puramente decorativo. A partir de la década de 1830, volvió a ser calificado y reconocido como testimonio importante de una determinada fase de la cultura europea y del estilo de vida de un estatus social específico, y como un bien valioso por su mérito artístico único y propio, dando por consiguiente el planteamiento de cuestiones acerca de la estética que más tarde florecieron y se convirtieron en temáticas centrales del arte moderno.
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