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Literatura latinoamericana es toda aquella literatura oral o escrita principalmente en español y en portugués, así como minoritariamente en lenguas indígenas de América, e incluso francés, e inglés en tanto hispano-norteamericana, y derivaciones o cruces (chicana). Abarca todas las obras literarias de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y partes de las Indias Occidentales.
Esta literatura, o literaturas, con frecuencia caracteriza la vida y costumbres de los pueblos latinoamericanos, dando importancia a los aspectos culturales y a cuestiones políticas y sociales de la región donde se desarrolla.
Se conoce como boom latinoamericano la explosión súbita de la actividad literaria que ocurrió entre los escritores latinoamericanos en los sesenta. Es mejor conocido por impulsar el reconocimiento del género del realismo mágico.
Surge entre 1960-1970 con novelas como Rayuela, de Julio Cortázar, La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Aunque la periodización es difícil de precisar, algunos autores coinciden en que la concesión del premio Biblioteca Breve de 1962 La ciudad y los perros significó la consolidación del fenómeno. Sin embargo, otros descalifican esta noción por el cruce que significa en la renovación del género de ficción en el modernismo latinoamericano.
El crítico literario Donald Shaw concluye que los años sesenta fueron indiscutiblemente la década central de la aparición del boom; sin embargo, insinuar que el fenómeno inicia en esa época resulta no solo innecesariamente restrictivo, sino que excluye obras literarias que encajan indudablemente (por definición) con las características narrativas e ignora el punto de cambio de ficción Española-americana moderna.
Donald Shaw estableció en 1981 una lista sistemática de las características que comprenden las novelas pertenecientes al boom, entre las cuales destacan:
La tendencia a reemplazar al narrador omnisciente en tercera persona por narradores múltiples o ambiguos
La tendencia a subvertir el tiempo cronológico lineal
Un mayor empleo de elementos simbólicos
La tendencia a abandonar los escenarios realistas de la novela tradicional, reemplazándolos con espacios imaginarios
La tendencia a subordinar la observación a la fantasía creadora y a la mitificación de la realidad
Más tarde, en 1991, agrega más características de la llamada nueva narrativa hispanoamericana:
La sustitución del principio causa-efecto por la narración fragmentaria y de la secuencia de la simultaneidad (non-sequitur, multiperspectivismo, diferenciación tipográfica, trama acronológica)
La desintegración del personaje y su frecuente reducción paródica al status de un antihéroe o ser marginal
La coexistencia ambigua y conflictiva del orden real con el sobrenatural (imaginación, fantasía, magia, mito)
La activación del lector
El texto concebido como laberinto, rompecabezas, misterio.
La inclusión de meditaciones metaliterarias en el corpus narrativo.
La interpretación del lenguaje como refracción arbitraria de la realidad y el ejercicio de la libertad lingüística por medio de la experimentación formal (neologismos, yuxtaposición del lenguaje coloquial y culto, anacronismos, juegos de palabras, sintaxis barroca, etcétera)
El empleo de ideas inspiradas en el pensamiento moderno (psicoanálisis, existencialismo
Los elementos anteriores están asentados en la idea asumida de que los propios autores se cuestionaban la realidad y la verdadera tarea del escritor. Dentro de las características listadas anteriormente, Shaw destaca la importancia de tres elementos:
Texto wikipedia:
Imagen:
Literatura latinoamericana es toda aquella literatura oral o escrita principalmente en español y en portugués, así como minoritariamente en lenguas indígenas de América, e incluso francés, e inglés en tanto hispano-norteamericana, y derivaciones o cruces (chicana). Abarca todas las obras literarias de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y partes de las Indias Occidentales.
Esta literatura, o literaturas, con frecuencia caracteriza la vida y costumbres de los pueblos latinoamericanos, dando importancia a los aspectos culturales y a cuestiones políticas y sociales de la región donde se desarrolla.
Se conoce como boom latinoamericano la explosión súbita de la actividad literaria que ocurrió entre los escritores latinoamericanos en los sesenta. Es mejor conocido por impulsar el reconocimiento del género del realismo mágico.
Surge entre 1960-1970 con novelas como Rayuela, de Julio Cortázar, La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Aunque la periodización es difícil de precisar, algunos autores coinciden en que la concesión del premio Biblioteca Breve de 1962 La ciudad y los perros significó la consolidación del fenómeno. Sin embargo, otros descalifican esta noción por el cruce que significa en la renovación del género de ficción en el modernismo latinoamericano.
El crítico literario Donald Shaw concluye que los años sesenta fueron indiscutiblemente la década central de la aparición del boom; sin embargo, insinuar que el fenómeno inicia en esa época resulta no solo innecesariamente restrictivo, sino que excluye obras literarias que encajan indudablemente (por definición) con las características narrativas e ignora el punto de cambio de ficción Española-americana moderna.
Donald Shaw estableció en 1981 una lista sistemática de las características que comprenden las novelas pertenecientes al boom, entre las cuales destacan:
La tendencia a reemplazar al narrador omnisciente en tercera persona por narradores múltiples o ambiguos
La tendencia a subvertir el tiempo cronológico lineal
Un mayor empleo de elementos simbólicos
La tendencia a abandonar los escenarios realistas de la novela tradicional, reemplazándolos con espacios imaginarios
La tendencia a subordinar la observación a la fantasía creadora y a la mitificación de la realidad
Más tarde, en 1991, agrega más características de la llamada nueva narrativa hispanoamericana:
La sustitución del principio causa-efecto por la narración fragmentaria y de la secuencia de la simultaneidad (non-sequitur, multiperspectivismo, diferenciación tipográfica, trama acronológica)
La desintegración del personaje y su frecuente reducción paródica al status de un antihéroe o ser marginal
La coexistencia ambigua y conflictiva del orden real con el sobrenatural (imaginación, fantasía, magia, mito)
La activación del lector
El texto concebido como laberinto, rompecabezas, misterio.
La inclusión de meditaciones metaliterarias en el corpus narrativo.
La interpretación del lenguaje como refracción arbitraria de la realidad y el ejercicio de la libertad lingüística por medio de la experimentación formal (neologismos, yuxtaposición del lenguaje coloquial y culto, anacronismos, juegos de palabras, sintaxis barroca, etcétera)
El empleo de ideas inspiradas en el pensamiento moderno (psicoanálisis, existencialismo
Los elementos anteriores están asentados en la idea asumida de que los propios autores se cuestionaban la realidad y la verdadera tarea del escritor. Dentro de las características listadas anteriormente, Shaw destaca la importancia de tres elementos:
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