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Con el término literatura española del Realismo se engloban las obras pertenecientes a un movimiento literario que forma parte del Realismo, un movimiento cultural que se impulsó en Europa a mediados del siglo XIX al mermar las tendencias del movimiento romántico. Es una corriente procedente de Francia que, hacia 1850, desarrolló gérmenes ya existentes en el Romanticismo, sobre todo el costumbrismo. Las ideas románticas se irían disolviendo poco a poco y se empezaba a reaccionar contra "el arte por el arte" que proclamaba la independencia o autonomía de la obra de la realidad; la mirada de algunos estaba cansada de lo imaginativo y pintoresco, y pretendió observar objetivamente a las personas, sociedad y acciones contemporáneas. Su objetivo era presentar un retrato de la sociedad. Los principales precursores fueron Honoré de Balzac (1799-1850) que, con obras como La Comedia Humana, impuso en la novela un fin moral y social. Asimismo, Stendhal (1783-1842) atacó los tópicos sentimentalizantes del romanticismo y su preferencia por los personajes heroicos y exaltados a través de sus novelas Rojo y negro y La cartuja de Parma, en las cuales "La novela es un espejo que ponemos en el camino", frase que recuerda, por cierto, a la de Cervantes sobre la comedia, de la que dijo que “nos pone un espejo a cada paso delante, donde se ven al vivo las acciones de la vida humana". Esta finalidad, haciéndose casi exclusiva, muy pronto condujo, en algunos autores, al Naturalismo.
El término "realista" se empleó por primera vez en 1850, referido a la pintura de Gustave Courbet, Honoré Daumier y Jean-François Millet, pero se amplió con posterioridad al resto de las artes. En literatura se plasmó mayormente la novela. Quizá uno de los motivos del éxito popular de las novelas se encuentra en su publicación en los periódicos de la época. Los editores utilizaban la novela por entregas para conseguir que el público se viera obligado a comprar diariamente el periódico. La actitud del escritor realista es analítica y crítica, y se suele mantener al margen de lo que relata. Las principales novelas del siglo XIX eran de carácter social, y a los escritores se les consideraba como "historiadores del presente".
Sin embargo, no se debe olvidar que siguieron perviviendo tendencias románticas o se desarrollaron otras que reaccionaban contra el Realismo.
Durante el siglo XIX, España vivió uno de los periodos más convulsos de su historia. Se abrió la centuria con la guerra de la Independencia contra Francia y se cerró con la Guerra Hispano-estadounidense y el Desastre del 98, que significaron la pérdida de Cuba en América y de Filipinas en Asia. La dinastía borbónica, tras los reinados de Fernando VII (1814-1833) y de Isabel II (1833-1868), fue derrocada por la revolución de este último año, La Gloriosa. Sucedieron el Gobierno provisional (1869-1871) y el breve reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873). Se abrió después la corta etapa de la Primera República (1873-1874), a la que siguieron la jefatura de Estado de Serrano (1874) y la Restauración de la dinastía borbónica en manos de Alfonso XII (1875-1885), hijo de Isabel II, tras el pronunciamiento de Martínez Campos. Muerto el rey, su segunda esposa, María Cristina asumió la Regencia hasta 1902, año en que comenzó a reinar su hijo Alfonso XIII.
Características literarias del Realismo
En España, el mejor fruto literario de la segunda mitad del siglo XIX fue la novela, consecuencia, a su vez, del florecimiento internacional del género en esa época como expresión del auge de la clase media o burguesía que, a lo largo de sucesivas revoluciones (1789, 1820, 1830, 1848), fue conquistando el poder político. Los valores e inquietudes de la clase burguesa aparecen reflejados como en un espejo en la literatura del Realismo: individualismo, materialismo, deseo de ascenso social y aprecio por lo cotidiano e inmutable.
Los temas del Realismo literario son fundamentalmente el contraste entre los valores tradicionales y campesinos y los valores modernos y urbanos o el éxodo del campo a la ciudad y los contrastes sociales y morales que provoca, la lucha por el ascenso social y el éxito moral y económico y la condición insatisfecha de la mujer que ya posee derecho a la instrucción elemental, pero no puede acceder al mundo del trabajo y a la independencia e individualismo burgueses (con lo que aparece el típico tema del adulterio decimonónico y la fantasía folletinesca y sentimental, a manera de escape, el llamado bovarismo). Hay dos tendencias en el Realismo: la progresista y la conservadora.
La novela realista de este periodo se caracteriza por:
Visión objetiva de la realidad a través de la observación directa de costumbres o de caracteres psicológicos. Eliminan cualquier aspecto subjetivo, sucesos fantásticos y todo sentimiento que se aleje de la realidad: "La novela es la imagen de la vida" (Galdós), "una copia artística de la realidad" (Clarín).
Defensa de una tesis: los narradores escriben sus obras enfocando la realidad desde su concepción moral (la llamada novela de tesis). Para poder expresarlo mejor indagan en el individualismo burgués por medio del llamado narrador omnisciente, explorando la psicología de sus personajes. Sin embargo, la defensa de una tesis conlleva el peligro del maniqueísmo y suele comprometer la objetividad de la novela.
Temas cercanos al lector: conflictos matrimoniales, infidelidad, defensa de los ideales, problemas sociales y económicos etc., pero centrados en la clase media o burguesía: solo el naturalismo se acercará de verdad al proletariado y a la clase baja.
El lenguaje coloquial y popular adquiere gran importancia, ya que sitúa a los personajes en su ambiente real. Se reproduce el habla de la época sin academicismo, incluso con rasgos dialectales, pero la prosa sí es académica: está rigurosamente construida con grandes periodos donde abunda la subordinación y la llamada "calidad de página"
Abundancia de descripciones detallistas, a causa del desarrollo de la fotografía y de la consideración "documental" de la novela por influjo del positivismo, puesto que los escritores del realismo observan y toman nota cuidadosa de los ambientes, vestidos, temas de conversación, trabajos, alimentos y apariencia de sus personajes, con el fin de reproducir al detalle la vida y la sociedad de su tiempo para el futuro.
Preferencia por personajes burgueses, de clase media, cotidianos, próximos y cercanos frente a los héroes y rebeldes y los mitos exóticos del romanticismo.
En España el naturalismo se introdujo tardíamente con La desheredada de Pérez Galdós (1881).
La crítica que Clarín escribió a esta novela suscitó una corriente de interés naturalista que se tradujo en discusiones públicas y diversos escritos; el más polémico fue, sin duda, el de Pardo Bazán (La cuestión palpitante), que rechazaba el determinismo y el positivismo zolescos. Hacia 1890 el interés de los novelistas españoles se desplazó hacia la literatura de base psicológica y espiritualista, por lo que en rigor no puede hablarse de un naturalismo español y sí de una influencia puntual del naturalismo francés. Destacan, sin embargo, Galdós, Pardo Bazán, Clarín y N. Oller, que adoptaron con originalidad los métodos de la escuela francesa.
Texto wikipedia:
Imagen:
Con el término literatura española del Realismo se engloban las obras pertenecientes a un movimiento literario que forma parte del Realismo, un movimiento cultural que se impulsó en Europa a mediados del siglo XIX al mermar las tendencias del movimiento romántico. Es una corriente procedente de Francia que, hacia 1850, desarrolló gérmenes ya existentes en el Romanticismo, sobre todo el costumbrismo. Las ideas románticas se irían disolviendo poco a poco y se empezaba a reaccionar contra "el arte por el arte" que proclamaba la independencia o autonomía de la obra de la realidad; la mirada de algunos estaba cansada de lo imaginativo y pintoresco, y pretendió observar objetivamente a las personas, sociedad y acciones contemporáneas. Su objetivo era presentar un retrato de la sociedad. Los principales precursores fueron Honoré de Balzac (1799-1850) que, con obras como La Comedia Humana, impuso en la novela un fin moral y social. Asimismo, Stendhal (1783-1842) atacó los tópicos sentimentalizantes del romanticismo y su preferencia por los personajes heroicos y exaltados a través de sus novelas Rojo y negro y La cartuja de Parma, en las cuales "La novela es un espejo que ponemos en el camino", frase que recuerda, por cierto, a la de Cervantes sobre la comedia, de la que dijo que “nos pone un espejo a cada paso delante, donde se ven al vivo las acciones de la vida humana". Esta finalidad, haciéndose casi exclusiva, muy pronto condujo, en algunos autores, al Naturalismo.
El término "realista" se empleó por primera vez en 1850, referido a la pintura de Gustave Courbet, Honoré Daumier y Jean-François Millet, pero se amplió con posterioridad al resto de las artes. En literatura se plasmó mayormente la novela. Quizá uno de los motivos del éxito popular de las novelas se encuentra en su publicación en los periódicos de la época. Los editores utilizaban la novela por entregas para conseguir que el público se viera obligado a comprar diariamente el periódico. La actitud del escritor realista es analítica y crítica, y se suele mantener al margen de lo que relata. Las principales novelas del siglo XIX eran de carácter social, y a los escritores se les consideraba como "historiadores del presente".
Sin embargo, no se debe olvidar que siguieron perviviendo tendencias románticas o se desarrollaron otras que reaccionaban contra el Realismo.
Durante el siglo XIX, España vivió uno de los periodos más convulsos de su historia. Se abrió la centuria con la guerra de la Independencia contra Francia y se cerró con la Guerra Hispano-estadounidense y el Desastre del 98, que significaron la pérdida de Cuba en América y de Filipinas en Asia. La dinastía borbónica, tras los reinados de Fernando VII (1814-1833) y de Isabel II (1833-1868), fue derrocada por la revolución de este último año, La Gloriosa. Sucedieron el Gobierno provisional (1869-1871) y el breve reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873). Se abrió después la corta etapa de la Primera República (1873-1874), a la que siguieron la jefatura de Estado de Serrano (1874) y la Restauración de la dinastía borbónica en manos de Alfonso XII (1875-1885), hijo de Isabel II, tras el pronunciamiento de Martínez Campos. Muerto el rey, su segunda esposa, María Cristina asumió la Regencia hasta 1902, año en que comenzó a reinar su hijo Alfonso XIII.
Características literarias del Realismo
En España, el mejor fruto literario de la segunda mitad del siglo XIX fue la novela, consecuencia, a su vez, del florecimiento internacional del género en esa época como expresión del auge de la clase media o burguesía que, a lo largo de sucesivas revoluciones (1789, 1820, 1830, 1848), fue conquistando el poder político. Los valores e inquietudes de la clase burguesa aparecen reflejados como en un espejo en la literatura del Realismo: individualismo, materialismo, deseo de ascenso social y aprecio por lo cotidiano e inmutable.
Los temas del Realismo literario son fundamentalmente el contraste entre los valores tradicionales y campesinos y los valores modernos y urbanos o el éxodo del campo a la ciudad y los contrastes sociales y morales que provoca, la lucha por el ascenso social y el éxito moral y económico y la condición insatisfecha de la mujer que ya posee derecho a la instrucción elemental, pero no puede acceder al mundo del trabajo y a la independencia e individualismo burgueses (con lo que aparece el típico tema del adulterio decimonónico y la fantasía folletinesca y sentimental, a manera de escape, el llamado bovarismo). Hay dos tendencias en el Realismo: la progresista y la conservadora.
La novela realista de este periodo se caracteriza por:
Visión objetiva de la realidad a través de la observación directa de costumbres o de caracteres psicológicos. Eliminan cualquier aspecto subjetivo, sucesos fantásticos y todo sentimiento que se aleje de la realidad: "La novela es la imagen de la vida" (Galdós), "una copia artística de la realidad" (Clarín).
Defensa de una tesis: los narradores escriben sus obras enfocando la realidad desde su concepción moral (la llamada novela de tesis). Para poder expresarlo mejor indagan en el individualismo burgués por medio del llamado narrador omnisciente, explorando la psicología de sus personajes. Sin embargo, la defensa de una tesis conlleva el peligro del maniqueísmo y suele comprometer la objetividad de la novela.
Temas cercanos al lector: conflictos matrimoniales, infidelidad, defensa de los ideales, problemas sociales y económicos etc., pero centrados en la clase media o burguesía: solo el naturalismo se acercará de verdad al proletariado y a la clase baja.
El lenguaje coloquial y popular adquiere gran importancia, ya que sitúa a los personajes en su ambiente real. Se reproduce el habla de la época sin academicismo, incluso con rasgos dialectales, pero la prosa sí es académica: está rigurosamente construida con grandes periodos donde abunda la subordinación y la llamada "calidad de página"
Abundancia de descripciones detallistas, a causa del desarrollo de la fotografía y de la consideración "documental" de la novela por influjo del positivismo, puesto que los escritores del realismo observan y toman nota cuidadosa de los ambientes, vestidos, temas de conversación, trabajos, alimentos y apariencia de sus personajes, con el fin de reproducir al detalle la vida y la sociedad de su tiempo para el futuro.
Preferencia por personajes burgueses, de clase media, cotidianos, próximos y cercanos frente a los héroes y rebeldes y los mitos exóticos del romanticismo.
En España el naturalismo se introdujo tardíamente con La desheredada de Pérez Galdós (1881).
La crítica que Clarín escribió a esta novela suscitó una corriente de interés naturalista que se tradujo en discusiones públicas y diversos escritos; el más polémico fue, sin duda, el de Pardo Bazán (La cuestión palpitante), que rechazaba el determinismo y el positivismo zolescos. Hacia 1890 el interés de los novelistas españoles se desplazó hacia la literatura de base psicológica y espiritualista, por lo que en rigor no puede hablarse de un naturalismo español y sí de una influencia puntual del naturalismo francés. Destacan, sin embargo, Galdós, Pardo Bazán, Clarín y N. Oller, que adoptaron con originalidad los métodos de la escuela francesa.
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