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El Neoclasicismo es el movimiento artístico que se desarrolló entre 1750 y 1830. Surgió en Roma como reacción frente a la exuberancia del Rococó y se difundió rápidamente por Europa y América.
Este estilo apareció unido al movimiento ideológico de la Ilustración y a la nueva clase burguesa. Los artistas neoclásicos, influidos por el espíritu racionalista de los ilustrados, estaban imbuidos de los nuevos ideales de orden, claridad y armonía, inspirados en la Antigüedad de Grecia y Roma. El modelo clásico les parecía cargado de virtud frente a la frivolidad del Rococó, estilo identificado con la aristocracia y el Antiguo Régimen. Por ello el Neoclasicismo será el estilo preferido por los revolucionarios franceses de 1789 y por el Imperio Napoleónico.
Durante el Neoclasicismo adquirieron un amplio desarrollo la arquitectura y la pintura; por el contrario la escultura lo hizo bastante menos.
La Antigüedad clásica (Grecia y Roma) se convirtió en el modelo a seguir. El gusto por lo clásico se puso de moda por varios motivos:
Se busca la belleza ideal basada en las líneas puras, en la simetría y en las proporciones. Predomina la horizontalidad que da sensación de equilibrio.
Utiliza elementos básicos de la arquitectura clásica: columnas, órdenes clásicos –con predominio del dórico–, frontones, arcos de medio punto, bóvedas, cúpulas, etc.
La decoración es sencilla y austera. Está inspirada en el arte clásico a base de ovas, guirnaldas, decoración floral, escudos, trofeos etc, y también en el arte egipcio.
Además de iglesias y palacios construyen hospitales, bibliotecas, museos, teatros, etc., ya que creen que el arte debe estar al servicio de la sociedad y ser útil. También embellecen las ciudades con plazas y jardines.
El estilo neoclásico se desarrolló con especial importancia durante el reinado de Luis XVI, de la Revolución y el Imperio napoleónicos. El principal arquitecto fue J. G. Soufflot (1713-1780) quién estudió en Italia las edificaciones antiguas.
En París levantó la iglesia de Santa Genoveva -actual Panteón de Hombres Ilustres- de planta de cruz griega y de grandes dimensiones, que muestra influencia romana en su pórtico corintio y en su grandiosa cúpula la del barroco inglés. El neoclásico se acomodó también a la escala doméstica y se levantaron muchos palacios para nobles o burgueses enriquecidos.
Napoleón, tras ser nombrado emperador en el año 1804, deseaba transformar a París en la ciudad más importante de Europa. Mandará hacer construcciones imitando a la antigua Roma imperial naciendo el llamado Estilo Imperio.
Ejemplos son los arcos de triunfo para celebrar sus glorias militares realizados a la manera de arcos conmemorativos romanos.
El Arco del Carrusel, obra de sus arquitectos oficiales Percier (1764-1853) y Fontaine (1762-1853), tiene tres vanos, relieves conmemorativos y remata con unas esculturas en forma de cuadrigas.
El Arco de la Estrella, construido por Chalgrin (1739-1811), consta de un vano y los relieves son románticos.
Y también la Columna de Austerlitz, en la plaza Vendôme, imitación de la de Trajano. A esta época pertenece la iglesia de la Magdalena, de Vignon (1763-1828), de gran tamaño, que recuerda a los templos romanos por estar sobre podio con acceso solamente por delante y con un pórtico octástilo de columnas corintias.
Nos encontramos también con ciertos arquitectos que realizaron una arquitectura visionaria, cuya importancia reside en los proyectos ya que muchas de sus obras nunca se llegaron a ejecutar. Para ellos lo esencial era la estructura del edificio, condicionada por la función, Encabezaron esta postura Ledoux (1736-1806) y Boullée (1728-1799) quienes plantearon edificios de formas geométricas puras, como pirámides y esferas, sin ornamentación como el Cenotafio para Newton, de Boullée, de forma esférica, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular.
Las ideas neoclásicas cristalizaron rápidamente en las obras de muchos arquitectos ingleses, interesados en Palladio, dando origen al neopalladiano. Los introductores del estilo neoclásico en Gran Bretaña fueron Sir W. Chambers (1723-1796) y los hermanos Adam que diseñaron casas rurales siguiendo el modelo de las villas de Palladio, como Osterley Park. Símbolo de posición social, estas elegantes casas para la aristocracia y la burguesía urbana londinense combinaban elementos clasicistas, funcionalidad y buen gusto para integrar el edificio con la naturaleza a través de un jardín evocador. Los Adam fueron los creadores de un original y refinado estilo decorativo para interiores, el llamado estilo Adam.
Edificaciones londinenses inspiradas en los modelos griegos - el neogriego- son la remodelación del Banco de Inglaterra de Sir John Soane (1788-1808) y el Museo Británico por Sir R. Smirke (1781-1867).
El neogriego fue sustituido más tarde por el estilo regencia, cuyos ejemplos más importantes son los bloques de casas de Regent Street y Crecent Park en Londres, obra de Sir John Nash (1752-1855) diseñadas con una parte baja de columnas pareadas y sobre ella un balconaje corrido.
La arquitectura neoclásica de Edimburgo (Escocia) era muy pura por lo que es conocida como la Atenas del Norte.
La escultura neoclásica se incluye dentro de una corriente de la filosofía y estética de una influyente difusión que se desarrolló entre mediados del siglo XVIII y del siglo XIX en Europa y América. Como reacción contra la frivolidad del decorativismo del rococó, surgió la escultura neoclásica inspirada en la antigua tradición greco-romana, adoptando principios de orden, claridad, austeridad, equilibrio y propósito, con un fondo de moralización.
En el campo de la escultura el impacto de la novedad de los nuevos conocimientos fue menor que en otras artes como la pintura y la arquitectura, debido a que los escultores ya estaban bebiendo en las fuentes clásicas desde el siglo XV, aunque sus mejores resultados en la reinterpretación de los greco-romano ya no mostraban la misma alta calidad. La mala interpretación de la estética defendida por Wickelmann condujo, sin embargo, a los artistas de menor categoría a la producción de muchas obras con el carácter de la copia servil de los modelos antiguos, perdiendo en vigor lo que ayudó a atraer a la crítica sobre este cambio.
Las obras mostraron en general un alto nivel de equilibrio formal, con una expresión cautelosa y raros momentos de dramatismo.
Antonio Canova fue más exitoso en la exploración de una amplia gama de sentimientos y formas dinámicas, desde la suave ingenuidad juvenil en piezas como Las tres Gracias, a la violencia desenfrenada del Hércules y Licas y en Teseo vencedor del Minotauro, y en la investigación de otros signos de la emoción como el arrepentimiento o pesar, visible en la patética Magdalena penitente.
Los materiales preferidos fueron el bronce y el mármol blanco, al igual que en la tradición antigua, pero a diferencia de temporadas anteriores, el neoclasicismo el artista creador pasó a emplear a más ayudantes que realizaban la mayor parte de los trabajos técnicos como pasar a la piedra o realizar la fundición a partir del modelo de arcilla o yeso que había sido creado por el escultor, dejando que el maestro asumiese la fase final de la escultura del pulido y definición de detalles, ya que esta fase es sin duda crucial para la obtención del efecto final de la obra y requiere la experiencia de la mano maestra.
Según Winckelmann, Roma, fue el centro de un círculo de artistas que indujeron a producir el estilo neoclásico. Entre ellos se encontraba Johan Tobias Sergel, un sueco que después llevó la novedad hasta el norte de Europa y los británicos Thomas Banks y Joseph Nollekens, hicieron lo mismo en Inglaterra.
Viviendo entre París, Carrara y Florencia, Lorenzo Bartolini fue una figura importante y protegido por Napoleón, pero quien dominó la escena fue Antonio Canova. Comenzó su carrera con influjo del rococó, pero fue dirigido hacia el neoclasicismo por Gavin Hamilton y Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy, y acabó por ser conocido y solicitado internacionalmente desde Roma, el centro de interés para todos los estudiantes de este arte en su tiempo. Fue el espejo más perfecto de los ideales defendidos por Winckelmann.
Su tratamiento del mármol de extraordinario refinamiento, su pureza de líneas, la claridad de referencias antiguas, su sincero respeto a los grandes escultores del pasado, la fuerza de sus composiciones, que al mismo tiempo mostraban una poesía delicada y abstracta al lado de su buen carácter e integridad personal, lo convirtieron en un modelo para todos, y fue maestro directo de Antonio de Este, Richard Westmacott y John Gibson.
Otros artistas italianos son Giuseppe Angelini, Camilo Pacetti, Gaetano Monti, Benedetto Cacciatori, Carlo Albacini, Demócrito Gandolfi, Pompeo Marchesi, Gennaro Cali y Carlo Finelli.
En Francia el apoyo por los ideales neoclásicos partió directamente de los círculos oficiales relacionados con la Academia de Bellas Artes y el propio rey, se estableció por la admiración de la cultura antigua que existía desde el renacimiento, y que se había mantenido incluso durante el barroco.
Lenormant de Tournehem, superintendente de los «Edificios del Rey», tenía poder sobre la Academia y aconsejado por el conde de Caylus se retiró a mediados del siglo XVIII, indicando a los artistas que se alinearan al clasicismo. Su sucesor, el marqués de Marigny, estableció la práctica de prestigiar los temas históricos por encimar del retrato y el director siguiente, el conde de Angivillier, aumentó la dotación para la compra de obras históricas, que mostrasen temas de la tradición antigua.
Por otra parte, los pensadores independientes como Diderot defendieron el principio de que el arte debía «hacer atractiva la virtud y el vicio odioso». En estrecha relación con los revolucionarios, el pintor Jacques-Louis David fue nombrado director de la Academia y el principal organizador de festivales cívicos que se habían convertido muy populares durante la Revolución, y que claramente se inspiraban en fuentes paganas antiguas, con procesiones y ritos cuyo efecto sobre las masas se incrementó con la ayuda de una profusión de pinturas y esculturas simbólicas.
Con el ascenso de Napoleón al poder imperial, y la Restauración Borbónica, las relaciones entre el neoclasicismo y los poder constituido, se volvieron tensas y el estilo se distorsionó y asumió una función de propaganda y en muchos aspectos retrógrada, consiguiendo su debilitación y disolución en el romanticismo.
En su período de mayor vigor, tuvo como representantes más distinguidos a Jean Antoine Houdon, François Rude, Jean-Baptiste Pigalle y Augustin Pajou, entre ellos el precursor Edmé Bouchardon, que aún perteneciendo al estilo rococó se unió a los principios neoclásicos.
Otros nombres que merecen ser mencionados son los de: Joseph Chinard, Philippe-Laurent Roland, Robert Michel, Pierre Jean David, Jean-Baptiste Pigalle, George Rennie, Pierre-Nicolas Beauvallet, Louis Petitot, Claude Ramey, Jean-Jacques Pradier, François Jouffroy, Antoine-Louis Barye, Louis-Pierre Deseine, François-Joseph Bosio, Jean-Jacques Caffieri, Félix Lecomte y Jean-Louis Jaley.
En Inglaterra, las raíces del neoclasicismo se remontan al siglo XVII, y se implantaron en la arquitectura neo-palladiana de Íñigo Jones, pero el estilo solo llegaría a su cenit a principios del siglo siguiente, con los seguidores Lord Burlington, Colen Campbell y William Chambers.
En la escultura, sin embargo, los resultados tardaron en aparecer. Uno de sus primeros exponentes fue Thomas Banks, quien estudió en Roma, como varios de sus compatriotas también lo habían hecho, y al regresar a Londres creó la primera obra inglesa en el nuevo estilo, un relieve titulado La muerte de Germánico (1774). Junto con John Flaxman, que ganó fama internacional, fue uno de los líderes del movimiento en la isla.
Ellos fueron secundados por sir Francis Chantrey, John Bacon, John Gibson, y sir Richard Westmacott, discípulo del gran maestro italiano Antonio Canova, y a su regreso estableció un prestigioso estudio, donde tuvo como alumnos John Edward Carew y Musgrave Watson. Su hijo, Richard Westmacott el Joven, fue también escultor respetado y que siguió muy de cerca el estilo paterno. Joseph Nollekens fue otra gran figura, considerado el mejor pintor retratista de finales del siglo XVIII en Inglaterra.
Hacia mediados del siglo XIX el neoclasicismo inglés adquirió más libertad formal, destacándose John Henry Foley y Thomas Woolner, hasta que el movimiento pierde fuerza con el penetrante influjo romántico francés a partir de 1875.
En las técnicas predominó el dibujo, la forma, sobre el colorido y gracias a ello da como resultado una estética distante del espectador, reforzado por la luz clara y fría que bañaba las escenas, ya que si se adoptaran tonos dorados se introduciría en la obra una sensualidad que se rechazaba en la estética neoclásica.
A veces se usaba el claroscuro, con una iluminación intensa de los personajes que interpretaban la escena en el centro del cuadro, dejando en las tinieblas el resto del cuadro. Al destacar el dibujo sobre el color, este último era mero coloreado, que informaba sobre el contenido del cuadro, modelando los objetos representados, sin tener valor estético por sí mismo. En contraste con las pinturas barrocas y rococó, las neoclásicas carecen de colores pastel y de confusión; en lugar de ello, usan colores ácidos.
La superficie del cuadro aparecía lisa, con una factura impecable en la que difícilmente se apreciaban las pinceladas del autor, lo cual contribuía a establecer la distancia entre el autor y el tema y de éste con el espectador.
Se cultivó sobre todo el cuadro de historia, reproduciendo los principales hechos de la Revolución francesa y exaltando los mitos griegos y romanos, a los que se identificó con los valores de la Revolución. Los temas representados siempre eran serios y eruditos, con intención moralizante: alegorías e historias que transmitían valores ejemplares como el sacrificio del héroe o el patriotismo.
Bajo Napoleón Bonaparte, se llegó a una clara intención propagandista. Las fuentes que inspiraban las obras eran Homero, la historia de Roma Antigua en especial Tito Livio, y poemas de Petrarca. En muchos casos, las escenas no representaban el momento álgido de la historia, sino el momento anterior o posterior. En otros casos se incluían representaciones religiosas y la expresión de sentimientos.
Generalmente se pintó al óleo sobre lienzo, pero también hubo frescos. Los cuadros respetan, en general, el carácter ortogonal del lienzo. El estilo buscaba la sencillez también en la composición.
Cada cuadro se refería a un solo tema principal, sin temas secundarios superfluos que pudieran distraer. No son cuadros de gran profundidad, sino con una construcción frontal que recuerda a los frisos y bajorrelieves clásicos.
Los personajes estaban representados con una anatomía ideal, perfectas musculaturas sin defectos que recordaban a las estatuas clásicas como el Apolo de Belvedere. Normalmente se dibujaba siguiendo el «método de la cuadrícula»: los personajes se dibujaban desnudos en una hoja de papel cuadriculado y luego se trasladaban así al cuadro. Allí podían reproducirse desnudos si eran figuras masculinas: era el desnudo heroico clásico, si bien ocultos los genitales por algún elemento accesorio como colocado por azar.
Si eran mujeres, no se representaban desnudas. Estas figuras ideales, estatuarias, también podían ser revestidas al modo de actores de teatro con ropajes majestuosos, que recordaran por su solemnidad y riqueza a las vestimentas clásicas. Las posturas que adoptaban los personajes eran contenidas, no importaba cuán intenso fuese el sentimiento que podía dominar la escena, puesto que así conservaban esa belleza ideal, sin que el dolor deformará sus rasgos.
En cuanto a los objetos que se incluían en las escenas, se buscaba una recreación casi arqueológica de la antigüedad, reproduciendo en el lienzo aquellos objetos descubiertos por los arqueólogos en las excavaciones.
Un primer intento de revivir la Antigüedad clásica, si bien desde una estética rococó, viene representado por el francés Joseph Marie Vien (1716-1809), que residió durante unos años en Roma y fue maestro de Jacques Louis David, máximo representante del Neoclasicismo. En su vida y obra se realizó de manera más patente la relación entre la Revolución francesa y la pintura neoclásica en ese país.
En sus cuadros a menudo usaron elementos romanos o griegos para ensalzar las virtudes de la Revolución francesa, anteponiendo el estado a la familia. La variada biografía de David representó los cambios políticos que se sucedieron en Francia. En su juventud le influyó Boucher, el pintor aristocrátrico por excelencia del Antiguo Régimen.
Entre 1775 y 1780 vivió en Roma donde rompió con ese estilo y se convirtió al clasicismo, comenzando a pintar cuadros históricos. Su significativo Juramento de los Horacios (Museo del Louvre) fue pintado en Roma en 1784 y llamó la atención en el Salón de París de 1785; se le considera como verdadero manifiesto estético iniciador del Neoclasicismo.
Tiene una perspectiva centrada perpendicular al plano pictórico. Contra los soportales que quedan detrás, se ponen las figuras heroicas, modeladas de manera escultórica como si se tratara de un friso, igualmente en tres grupos que se corresponden con los arcos: los tres hermanos Horacios a la izquierda, en el centro su padre con las espadas tomándoles juramento de que sacrificarán sus vidas por la patria y las hermanas y esposas llorando desconsoladamente a la derecha. Las figuras masculinas están dominadas por la línea recta, lo que remarca su valentía y fortaleza, mientras que las femeninas están trazadas con líneas sinuosas lo que da equilibrio a la escena. El fondo es liso como si fuera un altorrelieve. Una especie de iluminación artificial alumbra a las figuras, centrándose en los Horacios y las espadas. La puesta en escena, en cuanto al decorado y el vestuario, recuerda la de la ópera, aunque con una verosimilitud arqueológica. Cuenta con el cromatismo clásico de Poussin, frío, natural y racional.
Otros cuadros clásicos anteriores a la revolución fueron: Belisario (1781), La muerte de Sócrates (1787) y Los amores de Paris y Helena (1788).
David abrazó decididamente la acción política en la Revolución francesa. Desempeñó el cargo de superintendente de Bellas Artes, lo que le permitió dictar el estilo de la Francia revolucionaria, persiguiendo el arte rococó y a sus pintores. Fue maestro de ceremonias republicanas, entre ellas el funeral de su amigo Marat, sobre el cual pintó uno de sus lienzos más recordados, La muerte de Marat (1793) cuadro que como su Juramento del Juego de la Pelota estuvo al servicio de la causa revolucionaria. No dejó por ello de pintar cuadros de temática clásica en estos años noventa, en los que se ensalza a los héroes antiguos, como Las Sabinas (1799), que puede verse como una llamada a la reconciliación después del golpe de 18 de brumario).
Más tarde, con el advenimiento del Consulado primero y del Imperio después, se convirtió en pintor de cámara de Napoleón, realizando sus retratos oficiales que servían de propaganda del nuevo régimen. Así, Napoleón cruzando los Alpes (1799), o La coronación de Napoleón (1805-07). En estas obras se abandonan los ideales revolucionarios y se muestra un marco de lujo propio de la corte imperial. Ejemplifican el estilo imperio, creado por David a petición del nuevo emperador. También en esta época pintó un cuadro de historia, Leónidas en las Termópilas (1814). A la caída de Napoleón, David se vio obligado a exiliarse a Bruselas, donde falleció en 1825.
David cultiva un estilo realista en las vestimentas, las arquitecturas y los detalles arqueológicos. Las figuras están representadas con fidelidad anatómica. Su estilo severo y equilibrado se inspira en la escultura clásica, y en autores como Rafael y Poussin.
Cuando David marchó a Bruselas, dejó su taller a su discípulo mejor dotado Antoine-Jean Gros (1771-1835), protegido de la emperatriz Josefina. Acompañó a Napoleón Bonaparte en su campaña italiana, y a partir de ahí se convirtió en el pintor que reflejó sus campañas militares. Así, se le deben Bonaparte au pont d’Arcole (El retrato de Bonaparte en el puente de Arcola, 1796), Napoléon sur le champ de bataille d'Eylau (Napoleón en el campo de batalla de Eylau, 1808) y la que se reputa su mejor obra, Bonaparte visitant les pestiférés de Jaffa (Bonaparte visitando a los apestados de Jaffa, 1804).
En el neoclasicista Anne-Louis Girodet-Trioson (1767-1824) se observan los primeros rasgos del Romanticismo pictórico. Se conserva el estilo neoclásico pero se tratan otros temas, como ocurre en Le Sommeil d'Endymion (El sueño de Endimión, 1792), L'apothéose des Héros français morts pour la patrie pendant la guerre de la Liberté (Las sombras de los guerreros franceses conducidos por la victoria al palacio de Odín, 1800) y Funérailles d'Atala (Los funerales de Atala, 1808).
A Girodet intentó imitar al principio François Gérard ((1770-1837), pero destacó sobre todo en los retratos, género no apreciado en el Neoclasicismo y que por su sentimentalismo preludiaba el Romanticismo. Entre sus obras más destacadas se encuentran Psyché et l'Amour (Psique y el Amor, 1798) y el de Madame Recamier (1802).
En ese mismo sentido son los retratos de Vigée-Lebrun, como puede verse en su Retrato de Madame de Staël representada como Corina, h. 1807-1808. Como ocurre con Girodet, las primeras obras de Pierre Paul Prud'hon (1758-1823), Jean-Baptiste Regnault (1754-1829) y Germain Jean Drouais (1763-1788) pertenecen a la estética neoclásica.
También cultivaron el Neoclasicismo en Francia:
Finalmente, cabe mencionar a Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) al que se considera el otro gran pintor neoclásico, incluso superior a David. Su obra, compleja, y dilatada a lo largo de tanto tiempo, incluía elementos románticos, de manera que realmente no se puede adscribir sólo a la estética neoclásica. Su estilo es claramente neoclásico, líneas puras, colores fríos, predominio del dibujo sobre el color, pero la temática es variada, y muchas veces recoge elementos exóticos típicos del orientalismo romántico. La belleza ideal propia del Neoclasicismo se refleja en obras como La bañista de Valpinçon (1808) o La apoteosis de Homero (1827).
Fuera de Francia, un artista destacado en el establecimiento y evolución del Neoclasicismo fue el alemán Anton Raphael Mengs (1728-1779). Conoció a Winckelmann en Roma y a partir de ese momento adoptó el Neoclasicismo, desarrollando igualmente un trabajo como teoría del arte. En 1761 llegó a España, para pintar en el Palacio Real de Madrid. Como director de todas las actividades artísticas de la corte, impuso el nuevo estilo en el país. Su estilo es minucioso. A diferencia de otros neoclásicos, conserva el colorido brillante del rococó. La Real Academia de San Fernando defendió el nuevo estilo.
Otros pintores neoclásicos de España fueron Mariano Salvador Maella (1739-1819) y Francisco Bayeu (1734-1795), colaboradores de Mengs en los palacios reales de Aranjuez y Madrid.
Vicente López Portaña (1772-1850) asumió los principios estéticos de Ingres y Mengs. Era un destacado dibujante que realizó destacados retratos académicos, muy minuciosos.
José Aparicio Inglada (1773-1838) es un clásico «puro», que se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, estudio con David en París y que cultivó un estilo frío que puede apreciarse en El hambre en Madrid, obra propagandística en favor de Fernando VII.
También en la Academia de San Fernando y en París estudió José de Madrazo (1781-1859), a quien se considera introductor del Neoclasicismo en España. Realizó retratos y también cuadros de historia como La muerte de Viriato, muy representativo del Neoclasicismo español, y que inaugura la gran «pintura de historia» española del siglo XIX. No obstante, el que se considera mejor cuadro del Neoclasicismo español es el Cincinato de Juan Antonio Ribera (1779-1860), con el que obtuvo gran éxito.
En Italia, pueden verse obras del estilo de David en Andrea Appiani (1754-1817) y Vincenzo Camuccini (1771-1844).
En Stuttgart desarrolló su labor Gottlieb Schick (1776-1812) que trabajó en París con David e Ingres y en Roma.
En Gran Bretaña trabajaron:
Discípulo de David fue también el danés Christoffer Wilhelm Eckersberg (1783-1853) y luego estudió en Roma, cultivando géneros por lo general no apreciados en el Neoclasicismo como los retratos y los paisajes. Finalmente, debe mencionarse al ruso Vassili Kouzmitch Chebouiev (1777-1855) que asumió el estilo defendido por la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato y Wikipedia
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El Neoclasicismo es el movimiento artístico que se desarrolló entre 1750 y 1830. Surgió en Roma como reacción frente a la exuberancia del Rococó y se difundió rápidamente por Europa y América.
Este estilo apareció unido al movimiento ideológico de la Ilustración y a la nueva clase burguesa. Los artistas neoclásicos, influidos por el espíritu racionalista de los ilustrados, estaban imbuidos de los nuevos ideales de orden, claridad y armonía, inspirados en la Antigüedad de Grecia y Roma. El modelo clásico les parecía cargado de virtud frente a la frivolidad del Rococó, estilo identificado con la aristocracia y el Antiguo Régimen. Por ello el Neoclasicismo será el estilo preferido por los revolucionarios franceses de 1789 y por el Imperio Napoleónico.
Durante el Neoclasicismo adquirieron un amplio desarrollo la arquitectura y la pintura; por el contrario la escultura lo hizo bastante menos.
La Antigüedad clásica (Grecia y Roma) se convirtió en el modelo a seguir. El gusto por lo clásico se puso de moda por varios motivos:
Se busca la belleza ideal basada en las líneas puras, en la simetría y en las proporciones. Predomina la horizontalidad que da sensación de equilibrio.
Utiliza elementos básicos de la arquitectura clásica: columnas, órdenes clásicos –con predominio del dórico–, frontones, arcos de medio punto, bóvedas, cúpulas, etc.
La decoración es sencilla y austera. Está inspirada en el arte clásico a base de ovas, guirnaldas, decoración floral, escudos, trofeos etc, y también en el arte egipcio.
Además de iglesias y palacios construyen hospitales, bibliotecas, museos, teatros, etc., ya que creen que el arte debe estar al servicio de la sociedad y ser útil. También embellecen las ciudades con plazas y jardines.
El estilo neoclásico se desarrolló con especial importancia durante el reinado de Luis XVI, de la Revolución y el Imperio napoleónicos. El principal arquitecto fue J. G. Soufflot (1713-1780) quién estudió en Italia las edificaciones antiguas.
En París levantó la iglesia de Santa Genoveva -actual Panteón de Hombres Ilustres- de planta de cruz griega y de grandes dimensiones, que muestra influencia romana en su pórtico corintio y en su grandiosa cúpula la del barroco inglés. El neoclásico se acomodó también a la escala doméstica y se levantaron muchos palacios para nobles o burgueses enriquecidos.
Napoleón, tras ser nombrado emperador en el año 1804, deseaba transformar a París en la ciudad más importante de Europa. Mandará hacer construcciones imitando a la antigua Roma imperial naciendo el llamado Estilo Imperio.
Ejemplos son los arcos de triunfo para celebrar sus glorias militares realizados a la manera de arcos conmemorativos romanos.
El Arco del Carrusel, obra de sus arquitectos oficiales Percier (1764-1853) y Fontaine (1762-1853), tiene tres vanos, relieves conmemorativos y remata con unas esculturas en forma de cuadrigas.
El Arco de la Estrella, construido por Chalgrin (1739-1811), consta de un vano y los relieves son románticos.
Y también la Columna de Austerlitz, en la plaza Vendôme, imitación de la de Trajano. A esta época pertenece la iglesia de la Magdalena, de Vignon (1763-1828), de gran tamaño, que recuerda a los templos romanos por estar sobre podio con acceso solamente por delante y con un pórtico octástilo de columnas corintias.
Nos encontramos también con ciertos arquitectos que realizaron una arquitectura visionaria, cuya importancia reside en los proyectos ya que muchas de sus obras nunca se llegaron a ejecutar. Para ellos lo esencial era la estructura del edificio, condicionada por la función, Encabezaron esta postura Ledoux (1736-1806) y Boullée (1728-1799) quienes plantearon edificios de formas geométricas puras, como pirámides y esferas, sin ornamentación como el Cenotafio para Newton, de Boullée, de forma esférica, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular.
Las ideas neoclásicas cristalizaron rápidamente en las obras de muchos arquitectos ingleses, interesados en Palladio, dando origen al neopalladiano. Los introductores del estilo neoclásico en Gran Bretaña fueron Sir W. Chambers (1723-1796) y los hermanos Adam que diseñaron casas rurales siguiendo el modelo de las villas de Palladio, como Osterley Park. Símbolo de posición social, estas elegantes casas para la aristocracia y la burguesía urbana londinense combinaban elementos clasicistas, funcionalidad y buen gusto para integrar el edificio con la naturaleza a través de un jardín evocador. Los Adam fueron los creadores de un original y refinado estilo decorativo para interiores, el llamado estilo Adam.
Edificaciones londinenses inspiradas en los modelos griegos - el neogriego- son la remodelación del Banco de Inglaterra de Sir John Soane (1788-1808) y el Museo Británico por Sir R. Smirke (1781-1867).
El neogriego fue sustituido más tarde por el estilo regencia, cuyos ejemplos más importantes son los bloques de casas de Regent Street y Crecent Park en Londres, obra de Sir John Nash (1752-1855) diseñadas con una parte baja de columnas pareadas y sobre ella un balconaje corrido.
La arquitectura neoclásica de Edimburgo (Escocia) era muy pura por lo que es conocida como la Atenas del Norte.
La escultura neoclásica se incluye dentro de una corriente de la filosofía y estética de una influyente difusión que se desarrolló entre mediados del siglo XVIII y del siglo XIX en Europa y América. Como reacción contra la frivolidad del decorativismo del rococó, surgió la escultura neoclásica inspirada en la antigua tradición greco-romana, adoptando principios de orden, claridad, austeridad, equilibrio y propósito, con un fondo de moralización.
En el campo de la escultura el impacto de la novedad de los nuevos conocimientos fue menor que en otras artes como la pintura y la arquitectura, debido a que los escultores ya estaban bebiendo en las fuentes clásicas desde el siglo XV, aunque sus mejores resultados en la reinterpretación de los greco-romano ya no mostraban la misma alta calidad. La mala interpretación de la estética defendida por Wickelmann condujo, sin embargo, a los artistas de menor categoría a la producción de muchas obras con el carácter de la copia servil de los modelos antiguos, perdiendo en vigor lo que ayudó a atraer a la crítica sobre este cambio.
Las obras mostraron en general un alto nivel de equilibrio formal, con una expresión cautelosa y raros momentos de dramatismo.
Antonio Canova fue más exitoso en la exploración de una amplia gama de sentimientos y formas dinámicas, desde la suave ingenuidad juvenil en piezas como Las tres Gracias, a la violencia desenfrenada del Hércules y Licas y en Teseo vencedor del Minotauro, y en la investigación de otros signos de la emoción como el arrepentimiento o pesar, visible en la patética Magdalena penitente.
Los materiales preferidos fueron el bronce y el mármol blanco, al igual que en la tradición antigua, pero a diferencia de temporadas anteriores, el neoclasicismo el artista creador pasó a emplear a más ayudantes que realizaban la mayor parte de los trabajos técnicos como pasar a la piedra o realizar la fundición a partir del modelo de arcilla o yeso que había sido creado por el escultor, dejando que el maestro asumiese la fase final de la escultura del pulido y definición de detalles, ya que esta fase es sin duda crucial para la obtención del efecto final de la obra y requiere la experiencia de la mano maestra.
Según Winckelmann, Roma, fue el centro de un círculo de artistas que indujeron a producir el estilo neoclásico. Entre ellos se encontraba Johan Tobias Sergel, un sueco que después llevó la novedad hasta el norte de Europa y los británicos Thomas Banks y Joseph Nollekens, hicieron lo mismo en Inglaterra.
Viviendo entre París, Carrara y Florencia, Lorenzo Bartolini fue una figura importante y protegido por Napoleón, pero quien dominó la escena fue Antonio Canova. Comenzó su carrera con influjo del rococó, pero fue dirigido hacia el neoclasicismo por Gavin Hamilton y Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy, y acabó por ser conocido y solicitado internacionalmente desde Roma, el centro de interés para todos los estudiantes de este arte en su tiempo. Fue el espejo más perfecto de los ideales defendidos por Winckelmann.
Su tratamiento del mármol de extraordinario refinamiento, su pureza de líneas, la claridad de referencias antiguas, su sincero respeto a los grandes escultores del pasado, la fuerza de sus composiciones, que al mismo tiempo mostraban una poesía delicada y abstracta al lado de su buen carácter e integridad personal, lo convirtieron en un modelo para todos, y fue maestro directo de Antonio de Este, Richard Westmacott y John Gibson.
Otros artistas italianos son Giuseppe Angelini, Camilo Pacetti, Gaetano Monti, Benedetto Cacciatori, Carlo Albacini, Demócrito Gandolfi, Pompeo Marchesi, Gennaro Cali y Carlo Finelli.
En Francia el apoyo por los ideales neoclásicos partió directamente de los círculos oficiales relacionados con la Academia de Bellas Artes y el propio rey, se estableció por la admiración de la cultura antigua que existía desde el renacimiento, y que se había mantenido incluso durante el barroco.
Lenormant de Tournehem, superintendente de los «Edificios del Rey», tenía poder sobre la Academia y aconsejado por el conde de Caylus se retiró a mediados del siglo XVIII, indicando a los artistas que se alinearan al clasicismo. Su sucesor, el marqués de Marigny, estableció la práctica de prestigiar los temas históricos por encimar del retrato y el director siguiente, el conde de Angivillier, aumentó la dotación para la compra de obras históricas, que mostrasen temas de la tradición antigua.
Por otra parte, los pensadores independientes como Diderot defendieron el principio de que el arte debía «hacer atractiva la virtud y el vicio odioso». En estrecha relación con los revolucionarios, el pintor Jacques-Louis David fue nombrado director de la Academia y el principal organizador de festivales cívicos que se habían convertido muy populares durante la Revolución, y que claramente se inspiraban en fuentes paganas antiguas, con procesiones y ritos cuyo efecto sobre las masas se incrementó con la ayuda de una profusión de pinturas y esculturas simbólicas.
Con el ascenso de Napoleón al poder imperial, y la Restauración Borbónica, las relaciones entre el neoclasicismo y los poder constituido, se volvieron tensas y el estilo se distorsionó y asumió una función de propaganda y en muchos aspectos retrógrada, consiguiendo su debilitación y disolución en el romanticismo.
En su período de mayor vigor, tuvo como representantes más distinguidos a Jean Antoine Houdon, François Rude, Jean-Baptiste Pigalle y Augustin Pajou, entre ellos el precursor Edmé Bouchardon, que aún perteneciendo al estilo rococó se unió a los principios neoclásicos.
Otros nombres que merecen ser mencionados son los de: Joseph Chinard, Philippe-Laurent Roland, Robert Michel, Pierre Jean David, Jean-Baptiste Pigalle, George Rennie, Pierre-Nicolas Beauvallet, Louis Petitot, Claude Ramey, Jean-Jacques Pradier, François Jouffroy, Antoine-Louis Barye, Louis-Pierre Deseine, François-Joseph Bosio, Jean-Jacques Caffieri, Félix Lecomte y Jean-Louis Jaley.
En Inglaterra, las raíces del neoclasicismo se remontan al siglo XVII, y se implantaron en la arquitectura neo-palladiana de Íñigo Jones, pero el estilo solo llegaría a su cenit a principios del siglo siguiente, con los seguidores Lord Burlington, Colen Campbell y William Chambers.
En la escultura, sin embargo, los resultados tardaron en aparecer. Uno de sus primeros exponentes fue Thomas Banks, quien estudió en Roma, como varios de sus compatriotas también lo habían hecho, y al regresar a Londres creó la primera obra inglesa en el nuevo estilo, un relieve titulado La muerte de Germánico (1774). Junto con John Flaxman, que ganó fama internacional, fue uno de los líderes del movimiento en la isla.
Ellos fueron secundados por sir Francis Chantrey, John Bacon, John Gibson, y sir Richard Westmacott, discípulo del gran maestro italiano Antonio Canova, y a su regreso estableció un prestigioso estudio, donde tuvo como alumnos John Edward Carew y Musgrave Watson. Su hijo, Richard Westmacott el Joven, fue también escultor respetado y que siguió muy de cerca el estilo paterno. Joseph Nollekens fue otra gran figura, considerado el mejor pintor retratista de finales del siglo XVIII en Inglaterra.
Hacia mediados del siglo XIX el neoclasicismo inglés adquirió más libertad formal, destacándose John Henry Foley y Thomas Woolner, hasta que el movimiento pierde fuerza con el penetrante influjo romántico francés a partir de 1875.
En las técnicas predominó el dibujo, la forma, sobre el colorido y gracias a ello da como resultado una estética distante del espectador, reforzado por la luz clara y fría que bañaba las escenas, ya que si se adoptaran tonos dorados se introduciría en la obra una sensualidad que se rechazaba en la estética neoclásica.
A veces se usaba el claroscuro, con una iluminación intensa de los personajes que interpretaban la escena en el centro del cuadro, dejando en las tinieblas el resto del cuadro. Al destacar el dibujo sobre el color, este último era mero coloreado, que informaba sobre el contenido del cuadro, modelando los objetos representados, sin tener valor estético por sí mismo. En contraste con las pinturas barrocas y rococó, las neoclásicas carecen de colores pastel y de confusión; en lugar de ello, usan colores ácidos.
La superficie del cuadro aparecía lisa, con una factura impecable en la que difícilmente se apreciaban las pinceladas del autor, lo cual contribuía a establecer la distancia entre el autor y el tema y de éste con el espectador.
Se cultivó sobre todo el cuadro de historia, reproduciendo los principales hechos de la Revolución francesa y exaltando los mitos griegos y romanos, a los que se identificó con los valores de la Revolución. Los temas representados siempre eran serios y eruditos, con intención moralizante: alegorías e historias que transmitían valores ejemplares como el sacrificio del héroe o el patriotismo.
Bajo Napoleón Bonaparte, se llegó a una clara intención propagandista. Las fuentes que inspiraban las obras eran Homero, la historia de Roma Antigua en especial Tito Livio, y poemas de Petrarca. En muchos casos, las escenas no representaban el momento álgido de la historia, sino el momento anterior o posterior. En otros casos se incluían representaciones religiosas y la expresión de sentimientos.
Generalmente se pintó al óleo sobre lienzo, pero también hubo frescos. Los cuadros respetan, en general, el carácter ortogonal del lienzo. El estilo buscaba la sencillez también en la composición.
Cada cuadro se refería a un solo tema principal, sin temas secundarios superfluos que pudieran distraer. No son cuadros de gran profundidad, sino con una construcción frontal que recuerda a los frisos y bajorrelieves clásicos.
Los personajes estaban representados con una anatomía ideal, perfectas musculaturas sin defectos que recordaban a las estatuas clásicas como el Apolo de Belvedere. Normalmente se dibujaba siguiendo el «método de la cuadrícula»: los personajes se dibujaban desnudos en una hoja de papel cuadriculado y luego se trasladaban así al cuadro. Allí podían reproducirse desnudos si eran figuras masculinas: era el desnudo heroico clásico, si bien ocultos los genitales por algún elemento accesorio como colocado por azar.
Si eran mujeres, no se representaban desnudas. Estas figuras ideales, estatuarias, también podían ser revestidas al modo de actores de teatro con ropajes majestuosos, que recordaran por su solemnidad y riqueza a las vestimentas clásicas. Las posturas que adoptaban los personajes eran contenidas, no importaba cuán intenso fuese el sentimiento que podía dominar la escena, puesto que así conservaban esa belleza ideal, sin que el dolor deformará sus rasgos.
En cuanto a los objetos que se incluían en las escenas, se buscaba una recreación casi arqueológica de la antigüedad, reproduciendo en el lienzo aquellos objetos descubiertos por los arqueólogos en las excavaciones.
Un primer intento de revivir la Antigüedad clásica, si bien desde una estética rococó, viene representado por el francés Joseph Marie Vien (1716-1809), que residió durante unos años en Roma y fue maestro de Jacques Louis David, máximo representante del Neoclasicismo. En su vida y obra se realizó de manera más patente la relación entre la Revolución francesa y la pintura neoclásica en ese país.
En sus cuadros a menudo usaron elementos romanos o griegos para ensalzar las virtudes de la Revolución francesa, anteponiendo el estado a la familia. La variada biografía de David representó los cambios políticos que se sucedieron en Francia. En su juventud le influyó Boucher, el pintor aristocrátrico por excelencia del Antiguo Régimen.
Entre 1775 y 1780 vivió en Roma donde rompió con ese estilo y se convirtió al clasicismo, comenzando a pintar cuadros históricos. Su significativo Juramento de los Horacios (Museo del Louvre) fue pintado en Roma en 1784 y llamó la atención en el Salón de París de 1785; se le considera como verdadero manifiesto estético iniciador del Neoclasicismo.
Tiene una perspectiva centrada perpendicular al plano pictórico. Contra los soportales que quedan detrás, se ponen las figuras heroicas, modeladas de manera escultórica como si se tratara de un friso, igualmente en tres grupos que se corresponden con los arcos: los tres hermanos Horacios a la izquierda, en el centro su padre con las espadas tomándoles juramento de que sacrificarán sus vidas por la patria y las hermanas y esposas llorando desconsoladamente a la derecha. Las figuras masculinas están dominadas por la línea recta, lo que remarca su valentía y fortaleza, mientras que las femeninas están trazadas con líneas sinuosas lo que da equilibrio a la escena. El fondo es liso como si fuera un altorrelieve. Una especie de iluminación artificial alumbra a las figuras, centrándose en los Horacios y las espadas. La puesta en escena, en cuanto al decorado y el vestuario, recuerda la de la ópera, aunque con una verosimilitud arqueológica. Cuenta con el cromatismo clásico de Poussin, frío, natural y racional.
Otros cuadros clásicos anteriores a la revolución fueron: Belisario (1781), La muerte de Sócrates (1787) y Los amores de Paris y Helena (1788).
David abrazó decididamente la acción política en la Revolución francesa. Desempeñó el cargo de superintendente de Bellas Artes, lo que le permitió dictar el estilo de la Francia revolucionaria, persiguiendo el arte rococó y a sus pintores. Fue maestro de ceremonias republicanas, entre ellas el funeral de su amigo Marat, sobre el cual pintó uno de sus lienzos más recordados, La muerte de Marat (1793) cuadro que como su Juramento del Juego de la Pelota estuvo al servicio de la causa revolucionaria. No dejó por ello de pintar cuadros de temática clásica en estos años noventa, en los que se ensalza a los héroes antiguos, como Las Sabinas (1799), que puede verse como una llamada a la reconciliación después del golpe de 18 de brumario).
Más tarde, con el advenimiento del Consulado primero y del Imperio después, se convirtió en pintor de cámara de Napoleón, realizando sus retratos oficiales que servían de propaganda del nuevo régimen. Así, Napoleón cruzando los Alpes (1799), o La coronación de Napoleón (1805-07). En estas obras se abandonan los ideales revolucionarios y se muestra un marco de lujo propio de la corte imperial. Ejemplifican el estilo imperio, creado por David a petición del nuevo emperador. También en esta época pintó un cuadro de historia, Leónidas en las Termópilas (1814). A la caída de Napoleón, David se vio obligado a exiliarse a Bruselas, donde falleció en 1825.
David cultiva un estilo realista en las vestimentas, las arquitecturas y los detalles arqueológicos. Las figuras están representadas con fidelidad anatómica. Su estilo severo y equilibrado se inspira en la escultura clásica, y en autores como Rafael y Poussin.
Cuando David marchó a Bruselas, dejó su taller a su discípulo mejor dotado Antoine-Jean Gros (1771-1835), protegido de la emperatriz Josefina. Acompañó a Napoleón Bonaparte en su campaña italiana, y a partir de ahí se convirtió en el pintor que reflejó sus campañas militares. Así, se le deben Bonaparte au pont d’Arcole (El retrato de Bonaparte en el puente de Arcola, 1796), Napoléon sur le champ de bataille d'Eylau (Napoleón en el campo de batalla de Eylau, 1808) y la que se reputa su mejor obra, Bonaparte visitant les pestiférés de Jaffa (Bonaparte visitando a los apestados de Jaffa, 1804).
En el neoclasicista Anne-Louis Girodet-Trioson (1767-1824) se observan los primeros rasgos del Romanticismo pictórico. Se conserva el estilo neoclásico pero se tratan otros temas, como ocurre en Le Sommeil d'Endymion (El sueño de Endimión, 1792), L'apothéose des Héros français morts pour la patrie pendant la guerre de la Liberté (Las sombras de los guerreros franceses conducidos por la victoria al palacio de Odín, 1800) y Funérailles d'Atala (Los funerales de Atala, 1808).
A Girodet intentó imitar al principio François Gérard ((1770-1837), pero destacó sobre todo en los retratos, género no apreciado en el Neoclasicismo y que por su sentimentalismo preludiaba el Romanticismo. Entre sus obras más destacadas se encuentran Psyché et l'Amour (Psique y el Amor, 1798) y el de Madame Recamier (1802).
En ese mismo sentido son los retratos de Vigée-Lebrun, como puede verse en su Retrato de Madame de Staël representada como Corina, h. 1807-1808. Como ocurre con Girodet, las primeras obras de Pierre Paul Prud'hon (1758-1823), Jean-Baptiste Regnault (1754-1829) y Germain Jean Drouais (1763-1788) pertenecen a la estética neoclásica.
También cultivaron el Neoclasicismo en Francia:
Finalmente, cabe mencionar a Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) al que se considera el otro gran pintor neoclásico, incluso superior a David. Su obra, compleja, y dilatada a lo largo de tanto tiempo, incluía elementos románticos, de manera que realmente no se puede adscribir sólo a la estética neoclásica. Su estilo es claramente neoclásico, líneas puras, colores fríos, predominio del dibujo sobre el color, pero la temática es variada, y muchas veces recoge elementos exóticos típicos del orientalismo romántico. La belleza ideal propia del Neoclasicismo se refleja en obras como La bañista de Valpinçon (1808) o La apoteosis de Homero (1827).
Fuera de Francia, un artista destacado en el establecimiento y evolución del Neoclasicismo fue el alemán Anton Raphael Mengs (1728-1779). Conoció a Winckelmann en Roma y a partir de ese momento adoptó el Neoclasicismo, desarrollando igualmente un trabajo como teoría del arte. En 1761 llegó a España, para pintar en el Palacio Real de Madrid. Como director de todas las actividades artísticas de la corte, impuso el nuevo estilo en el país. Su estilo es minucioso. A diferencia de otros neoclásicos, conserva el colorido brillante del rococó. La Real Academia de San Fernando defendió el nuevo estilo.
Otros pintores neoclásicos de España fueron Mariano Salvador Maella (1739-1819) y Francisco Bayeu (1734-1795), colaboradores de Mengs en los palacios reales de Aranjuez y Madrid.
Vicente López Portaña (1772-1850) asumió los principios estéticos de Ingres y Mengs. Era un destacado dibujante que realizó destacados retratos académicos, muy minuciosos.
José Aparicio Inglada (1773-1838) es un clásico «puro», que se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, estudio con David en París y que cultivó un estilo frío que puede apreciarse en El hambre en Madrid, obra propagandística en favor de Fernando VII.
También en la Academia de San Fernando y en París estudió José de Madrazo (1781-1859), a quien se considera introductor del Neoclasicismo en España. Realizó retratos y también cuadros de historia como La muerte de Viriato, muy representativo del Neoclasicismo español, y que inaugura la gran «pintura de historia» española del siglo XIX. No obstante, el que se considera mejor cuadro del Neoclasicismo español es el Cincinato de Juan Antonio Ribera (1779-1860), con el que obtuvo gran éxito.
En Italia, pueden verse obras del estilo de David en Andrea Appiani (1754-1817) y Vincenzo Camuccini (1771-1844).
En Stuttgart desarrolló su labor Gottlieb Schick (1776-1812) que trabajó en París con David e Ingres y en Roma.
En Gran Bretaña trabajaron:
Discípulo de David fue también el danés Christoffer Wilhelm Eckersberg (1783-1853) y luego estudió en Roma, cultivando géneros por lo general no apreciados en el Neoclasicismo como los retratos y los paisajes. Finalmente, debe mencionarse al ruso Vassili Kouzmitch Chebouiev (1777-1855) que asumió el estilo defendido por la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato y Wikipedia
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