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La arquitectura del Renacimiento en España y desarrolla a finales del s.XV hasta finales del s. XVI. Sin concretar ninguna fecha. Se introduce en España a finales del s. XV como fruto de contactos comerciales, políticos y militares entre España e Italia. Artistas españoles viajaron allí llevados por el ambiente cultural y artistas italianos vinieron hasta España con el objetivo de ganar clientes ente los monarcas y la aristocracia (RR.CC, Carlos I, Mendoza...) receptivos por su estilo imoprtado, distinguido y de prestigio. La iglesia se mostrará reticente, lo que influye en que el gótico y el mudejar sigan estando presentes.
Este arte coincide con la etapa de unidad peninsular en España. Los impulsores fueron familias burguesas como los Mendoza, los Fonseca o el cardenal Cisneros. Por razones diplomáticas viajan a Italia, a Flandes... donde conocen el arte italiano. Estas familias favorecen el coleccionismo y los contactos entre pintores, escultores y arquitectos. Estas son las vías por las que el Renacimiento y el Humansmo penetran en nuestro país. Pero se distingue cierta personalidad dependiendo de las regiones en las que se desarrolla el arte:
Se distinguen tres periodos en este renacimiento español, dividido en los tercios del siglo XV:
El desarrollo del Renacimiento se produjo principalmente por arquitectos locales. De esta manera, se creó una corriente puramente española del estilo, que se vio influida por la arquitectura del sur de Italia (dominios de la Corona de Aragón en esa época). Este estilo español llamado plateresco, combinaba las nuevas ideas italianas con la tradición gótica española, así como la idiosincrasia local. El nombre proviene de las extremadamente decoradas fachadas de estos edificios, que se asimilaban al intrincado y detallista trabajo de los plateros. En estos años sobresalen los arquitectos Enrique Egas y Juan de Álava. Dentro de este estilo se distinguen el Gótico Isabelino (o estilo Reyes Católicos) y el estilo Cisneros.
Con el paso de las décadas, la influencia del Gótico fue disminuyendo lentamente, llegándose a alcanzar un estilo más depurado y ortodoxo, desde el punto de vista del Renacimiento. El purismo se caracteriza por una mayor austeridad decorativa, que se limita a algunos elementos concretos, generalmente de inspiración clásica. Hay un cierto cansancio de la exuberancia decorativa a mitad del siglo XVI y se imponen los edificios de aspecto más sereno, armónico y equilibrado. Algunos arquitectos consiguen reciclar su producción tardo-gótica para comenzar en este nuevo estilo: tal es el caso, por ejemplo, de Alonso de Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Ibarra. El centro de la producción renacentista se localizó en Andalucía con Diego de Siloé (fachada de la Catedral de Granada y la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda); Pedro Machuca (Palacio de Carlos V en Granada), el arquitecto más decididamente clásico; Andrés de Vandelvira (Catedral de Jaén y de Baeza) y Diego de Riaño (Ayuntamiento de Sevilla).
A mitad del siglo XVI, la iniciación del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial como símbolo del poder de Felipe II de España por Juan Bautista de Toledo (fallecido en 1567) y Juan de Herrera supuso la aparición de un nuevo estilo, que se caracteriza por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Significa además la introducción de los postulados manieristas provenientes de Italia, aunque con la sobriedad castellana.
Este estilo bautizado posteriormente como estilo herreriano en honor de la figura indiscutible de Juan de Herrera, dominó la arquitectura española durante casi un siglo, y entre sus seguidores se encuentran figuras tan relevantes como Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o el portugués Juan Gómez de Trasmonte establecido en México donde alcanzó a ser maestro mayor de su catedral ya en el siglo XVII.
En todos los casos, los conceptos de la arquitectura y urbanismo de España en el Renacimiento, fueron llevados a las colonias de América, dónde encontró campo fértil para su difusión dada la urbanización extensiva que se dio a lo largo de tres siglos y que recibió, también, a estilos posteriores como el Barroco y el Neoclásico.
Se desarrolló la escultura renacentista española en los géneros de sepulcros, sillerías de coro, imaginería y retablos, en escultura aplicada a la arquitectura y el retrato en círculos de la nobleza. Se combinó el antiguo estilo gótico con el nuevo Renacimiento venido de tierras de Italia, aunque sin la introducción del tema mitológico y mostrando en sus esculturas más los sentimientos anímicos que la belleza formal que daban los escultores italianos.
La piedra fue uno de los materiales empleados más habituales en las fachadas, con un amplio repertorio ornamental de guirnaldas de frutos y follajes, volutas, medallones y grutescos. El mármol y el bronce se utilizaron para obras exclusivas de los grandes comitentes. El material más trabajado y más representativo en el renacimiento español fue la madera con acabado de policromía, cuyo proceso es el de dorado y estofado. Se recubrían con panes de oro las imágenes y los retablos que, aunque encarecían el coste de las obras, lograban un acabado rico y llamativo que se completaba con la aplicación de pintura de color con el que se conseguía el parecido a diversas telas en las vestiduras; en las partes del cuerpo descubierto se aplicaba la «encarnación», consiguiendo un color similar al de la carne. Algunos retablos se hicieron en madera blanca, es decir, madera sin pintar, encerada o barnizada lo mismo que las sillerías de los coros.
Los sepulcros se representaron con la imagen en posición yacente u orante, en construcciones arquitectónicas adosadas a los muros o en monumentos exentos y reflejando el concepto del Renacimiento del «triunfo sobre la muerte» a través de la «Fama», o sea, el recuerdo de las obras realizadas por el difunto, que son narradas normalmente mediante relieves en dichos monumentos funerarios.
En el siglo XVI se tenía una gran admiración por los retablos existentes anteriores pertenecientes al estilo gótico o hispano-flamenco. Pero dado el cambio de mentalidad y la imposición de las nuevas modas renacentistas los retablos de nueva factura se hicieron ya con esta tendencia y muchos viejos retablos góticos fueron sustituidos por los renacentistas. El retablo se volvió imprescindible y adquirió tal importancia que las catedrales, conventos, iglesias y capillas particulares se poblaron con estas obras artísticas, algunas de dimensiones extraordinarias.
En el Renacimiento se tuvo preferencia por los retablos escultóricos frente a los pictóricos del periodo anterior, aunque en bastantes ocasiones se conjugaron ambas artes. Pintura y escultura necesitaban un soporte arquitectónico que serían los ensamblajes tallados al nuevo estilo en los que trabajaron una serie de escultores-entalladores dando forma al resultado final de la obra. Estos artistas fueron verdaderos profesionales que conocían muy bien su oficio y las nuevas tendencias y que en muchos casos quedaron en la sombra ante la intervención de los grandes genios.
En la primera mitad del siglo XVI, los retablos se adaptaron a las formas renacentistas del momento, con adornos de grutescos y mucha y variada ornamentación. A partir de 1558 y con el ejemplo del retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra, se dio un cambio total hacia el romanismo. La arquitectura cambió considerablemente con una estructura mucho más clara una superposición de órdenes clásicos y una limpieza en la decoración.
Los triglifos, las metopas, las cartelas, los atlantes, los niños recostados y los modillones sustituyeron a la profusión de grutescos de la etapa anterior y las columnas clásicas de fuste estriado sustituyeron a las abalaustradas, aunque en muchos casos se dio una supervivencia de ornamentación en el tercio bajo de estas nuevas columnas, a petición de los clientes, si bien el nuevo modelo de ornato ya no es el grutesco sino el rameado (dibujo que representa ramas o ramos vegetales). Los retablos se llenaron además de frontones curvos y triangulares, demostrando el más puro clasicismo. Es importante destacar también la gran relevancia que cobró en esta segunda mitad (y como consecuencia del Concilio de Trento) el espacio destinado al Sagrario. Llegó a ser un cuerpo muy especial dentro del conjunto del retablo, hasta el punto que en la mayoría de los casos se construyó aparte e incluso fue lo primero en realizarse y policromarse.
Disposición de un retablo
Se da siempre una distribución de banco, calles y cuerpos. Pero dentro de esta división hay toda una gama de tipología y de adaptación de los espacios interiores. También depende del tamaño que se le quiera dar.
El primer espacio se ocupa en ocasiones con el llamado sotabanco, que es un basamento de apoyo sobre el que se construye todo lo demás. Ese basamento puede llevar talla o pintura o nada. Sobre el basamento se coloca el banco (o predela), también en horizontal, de una altura bastante menor al resto de los cuerpos. El banco o predela va tallado y dividido en secciones, o bien adornado con tablas pictóricas.
Sobre el banco, las divisiones horizontales se llaman cuerpos, y las divisiones verticales se llaman calles. Esta distribución suele separarse con ayuda de frisos y columnas o columnillas, dejando espacios especialmente preparados para recibir las esculturas. El número de cuerpos es variable y el de calles también. Nunca estuvo reglamentada la conjunción de unos y otras, de manera que se podían dar múltiples resultados plásticos.
Sobre el último cuerpo se coloca generalmente el ático, siempre o casi siempre ocupado por un Calvario. El ático es un coronamiento de menor anchura horizontal que el resto del retablo.
Las calles o divisiones verticales están destinadas por lo general a recibir ciclos temáticos de la Historia Sagrada. A veces entre estas calles puede haber divisiones más estrechas que son las llamadas entrecalles. Era costumbre colocar en las entrecalles esculturas de bulto redondo representando a padres de la Iglesia, evangelistas, apóstoles o patriarcas.
A los lados del retablo a veces van añadidas unas piezas verticales ricamente adornadas, llamadas guardapolvos o polseras. A partir de los años 30 del siglo XVI se fue añadiendo en cada extremo del retablo una columna de orden gigante que recibió el nombre de pulsera (no confundir con polsera).
Alonso Berruguete
Natural de Paredes de Nava, fue hijo del afamado y ya consagrado pintor Pedro Berruguete. Tuvo una buena formación italiana (Florencia y Roma) tanto en pintura como en escultura. Berruguete inició en España su gran obra escultórica con el retablo que le encargaron para la iglesia del monasterio de La Mejorada cerca de Olmedo (Valladolid). El monasterio ya no existe pero el retablo se custodia en el altar de la capilla del Colegio de San Gregorio de Valladolid (Museo Nacional Colegio de San Gregorio).
La mayor parte de las esculturas de Berruguete fueron concebidas para retablos de grandes proporciones. En muchos de los casos el propio Berruguete se ocupó de la estructura, rompiendo con los moldes de cuadrícula tradicional y creando escenarios especiales para recibir sus esculturas. Su obra maestra fue el retablo de la iglesia del monasterio de San Benito de Valladolid, en 1527, compuesto de relieves y figuras de bulto redondo, más estatuillas en los intercolumnios. Este retablo, propiedad del Estado tras la desamortización, se encuentra expuesto en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid. Otra de sus grandes obras fue el retablo de la Adoración de los Reyes para la iglesia de Santiago de Valladolid, con un intenso movimiento de sus personajes donde se adivina la gran influencia de Miguel Ángel. Su última obra fue el sepulcro del Cardenal Tavera para el Hospital de Tavera en Toledo.
Juan de Juni
Juan de Juni, junto con Berruguete fue el gran maestro del Renacimiento español dentro de la escuela castellana. Su manera de trabajar era totalmente opuesta a la de Berruguete. Juan de Juni era lento, demostrando en sus obras el estudio realizado y cuidando al máximo las composiciones y las figuras de ropaje abultado y con grandes pliegues. Su estilo refleja el doble influjo de lo francés con el norte de Italia donde se educó y donde debió aprender el tema de los Entierros. Dominó distintas técnicas en distintos materiales: madera, barro y mármol. Su obra se caracteriza por los violentos escorzos y las siluetas helicoidales (influencia del manierismo romano), abriendo la puerta al barroco venidero.
Juni trabajó en Burgos, en Salamanca y finalmente en Valladolid, donde creó escuela. Fue en esta ciudad donde esculpió su obra representativa: Santo Entierro, para la capilla de fray Antonio de Guevara en el desaparecido convento de San Francisco. En Valladolid tuvo su gran taller y en esta ciudad murió, siendo enterrado en el convento de monjas de Santa Catalina.
Damián Forment
Verdadero creador de una escuela renacentista en Aragón, tuvo una extensa actividad, con grandes demandas de obras, muchas de ellas imposible de atender personalmente y por tanto llevadas a cabo por su propio taller en que como maestro y director formó escultores muy dignos que supieron seguir estrictamente sus enseñanzas.
Su primera obra importante fue el retablo mayor del Pilar de Zaragoza en 1509, que había sido encargado anteriormente a Miguel Gilbert, que murió antes de poder comenzar la obra. Su parte arquitectónica de entablamento es todavía gótica salvo en el banco donde sus formas son renacentistas. En esta parte baja del retablo se hallan los medallones esculpidos con los rostros de Damián Forment y su esposa, obra del propio Forment. Otra de sus grandes obras fue el retablo para el monasterio de Poblet donde el maestro muestra ya un pleno dominio del renacimiento y donde el gótico está totalmente ausente.
Su obra maestra final fue el retablo renacentista de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), obra que no verá terminada, pues comenzada en 1537 su conclusión se demora cerca de 17 años. En ella introduce el grutesto, el moresco y el estofado, con una compleja labor de ornamentación y policromado.
Gabriel Joly (españolizado Yoly) fue el segundo gran maestro de la escultura aragonesa, muy influenciado por la obra de Forment. Trabajó en Aragón y en Navarra. Tuvo una estrecha colaboración con el escultor Gil Morlanes el Joven hasta tal punto que desde 1520 y durante cuatro años hicieron a medias todos los contratos. En Teruel hizo retablos en distintas iglesias, obras éstas de gran inspiración y belleza.
El escultor florentino Juan de Moreto tuvo una enorme influencia en la consolidación de las nuevas formas renacentistas en Aragón. Sin tener una gran personalidad, su arte es correcto y bello.19 Su trabajo fue casi siempre en colaboración con otros maestros. Mucha de su producción está perdida pero queda como ejemplo de buen hacer toda la estructura del retablo del obispo Conchillos en la catedral de Tarazona (1535), cuya escultura se debe a Gabriel Joly y la policromía y dorado a Antón de Plasencia y Francisco de la Puente. Su obra final fue la taracea de los respaldos de la sillería del coro de la basílica del Pilar donde trabajaron en colaboración los escultores-tallistas Juan de Moreto, Nicolás Lobato y Esteban de Obray.
El rey Carlos I estuvo predispuesto al nuevo arte, llamado la manera antigua puesto que remite a la antigüedad clásica. Su patrocinio directo logró algunas de las más bellas obras del especial y único estilo renacentista español: el mecenazgo sobre Alonso de Covarrubias, sus encargos a Tiziano, que nunca accedió a trasladarse a España. Pintores de gran calidad fueron, lejos del núcleo cortesano, Pedro Berruguete, Juan de Juanes, Paolo de San Leocadio, del que destacamos la delicada Virgen del Caballero de Montesa, Yáñez de la Almedina y Fernando de los Llanos.
La pintura del Renacimiento español se lleva a cabo normalmente al óleo. Realiza interiores perfectamente sujetos a las reglas de la perspectiva, sin agolpamiento de los personajes. Las figuras son todas del mismo tamaño y anatómicamente correctas.
Los colores y los sombreados se administran en gamas tonales, según las enseñanzas italianas. Para acentuar el estilo italiano es frecuente además añadir elementos directamente copiados de allí, como son los adornos a candelieri (cenefas de vegetales y cupiditos que rodean los marcos), o ruinas romanas en los paisajes, incluso en escenas de la vida de Cristo.
Los temas religiosos ocuparon la mayor parte de su pintura. En este extraordinario cuadro se contraponen la composición clasicista y los rasgos manieristas y esa extraña espiritualización de los personajes cuyas figuras se alargan.
El tema representado es muy antiguo, dentro de la iconografía cristiana: la Virgen María amamantando al niño Jesús. No obstante, en el caso de esta obra, no se ve directamente el pecho, sino que la madre y el hijo se miran en una de las imágenes más intimistas del siglo XVI. El propósito es claramente religioso, exaltando el sentimiento de amor materno.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato y wikipedia
Los contenidos de Wikillerato están disponibles bajo una licencia de Creative Commons.
Pueden utilizarse y redistribuirse libremente siempre que se reconozca su procedencia.
Imagen:
La arquitectura del Renacimiento en España y desarrolla a finales del s.XV hasta finales del s. XVI. Sin concretar ninguna fecha. Se introduce en España a finales del s. XV como fruto de contactos comerciales, políticos y militares entre España e Italia. Artistas españoles viajaron allí llevados por el ambiente cultural y artistas italianos vinieron hasta España con el objetivo de ganar clientes ente los monarcas y la aristocracia (RR.CC, Carlos I, Mendoza...) receptivos por su estilo imoprtado, distinguido y de prestigio. La iglesia se mostrará reticente, lo que influye en que el gótico y el mudejar sigan estando presentes.
Este arte coincide con la etapa de unidad peninsular en España. Los impulsores fueron familias burguesas como los Mendoza, los Fonseca o el cardenal Cisneros. Por razones diplomáticas viajan a Italia, a Flandes... donde conocen el arte italiano. Estas familias favorecen el coleccionismo y los contactos entre pintores, escultores y arquitectos. Estas son las vías por las que el Renacimiento y el Humansmo penetran en nuestro país. Pero se distingue cierta personalidad dependiendo de las regiones en las que se desarrolla el arte:
Se distinguen tres periodos en este renacimiento español, dividido en los tercios del siglo XV:
El desarrollo del Renacimiento se produjo principalmente por arquitectos locales. De esta manera, se creó una corriente puramente española del estilo, que se vio influida por la arquitectura del sur de Italia (dominios de la Corona de Aragón en esa época). Este estilo español llamado plateresco, combinaba las nuevas ideas italianas con la tradición gótica española, así como la idiosincrasia local. El nombre proviene de las extremadamente decoradas fachadas de estos edificios, que se asimilaban al intrincado y detallista trabajo de los plateros. En estos años sobresalen los arquitectos Enrique Egas y Juan de Álava. Dentro de este estilo se distinguen el Gótico Isabelino (o estilo Reyes Católicos) y el estilo Cisneros.
Con el paso de las décadas, la influencia del Gótico fue disminuyendo lentamente, llegándose a alcanzar un estilo más depurado y ortodoxo, desde el punto de vista del Renacimiento. El purismo se caracteriza por una mayor austeridad decorativa, que se limita a algunos elementos concretos, generalmente de inspiración clásica. Hay un cierto cansancio de la exuberancia decorativa a mitad del siglo XVI y se imponen los edificios de aspecto más sereno, armónico y equilibrado. Algunos arquitectos consiguen reciclar su producción tardo-gótica para comenzar en este nuevo estilo: tal es el caso, por ejemplo, de Alonso de Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Ibarra. El centro de la producción renacentista se localizó en Andalucía con Diego de Siloé (fachada de la Catedral de Granada y la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda); Pedro Machuca (Palacio de Carlos V en Granada), el arquitecto más decididamente clásico; Andrés de Vandelvira (Catedral de Jaén y de Baeza) y Diego de Riaño (Ayuntamiento de Sevilla).
A mitad del siglo XVI, la iniciación del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial como símbolo del poder de Felipe II de España por Juan Bautista de Toledo (fallecido en 1567) y Juan de Herrera supuso la aparición de un nuevo estilo, que se caracteriza por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Significa además la introducción de los postulados manieristas provenientes de Italia, aunque con la sobriedad castellana.
Este estilo bautizado posteriormente como estilo herreriano en honor de la figura indiscutible de Juan de Herrera, dominó la arquitectura española durante casi un siglo, y entre sus seguidores se encuentran figuras tan relevantes como Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o el portugués Juan Gómez de Trasmonte establecido en México donde alcanzó a ser maestro mayor de su catedral ya en el siglo XVII.
En todos los casos, los conceptos de la arquitectura y urbanismo de España en el Renacimiento, fueron llevados a las colonias de América, dónde encontró campo fértil para su difusión dada la urbanización extensiva que se dio a lo largo de tres siglos y que recibió, también, a estilos posteriores como el Barroco y el Neoclásico.
Se desarrolló la escultura renacentista española en los géneros de sepulcros, sillerías de coro, imaginería y retablos, en escultura aplicada a la arquitectura y el retrato en círculos de la nobleza. Se combinó el antiguo estilo gótico con el nuevo Renacimiento venido de tierras de Italia, aunque sin la introducción del tema mitológico y mostrando en sus esculturas más los sentimientos anímicos que la belleza formal que daban los escultores italianos.
La piedra fue uno de los materiales empleados más habituales en las fachadas, con un amplio repertorio ornamental de guirnaldas de frutos y follajes, volutas, medallones y grutescos. El mármol y el bronce se utilizaron para obras exclusivas de los grandes comitentes. El material más trabajado y más representativo en el renacimiento español fue la madera con acabado de policromía, cuyo proceso es el de dorado y estofado. Se recubrían con panes de oro las imágenes y los retablos que, aunque encarecían el coste de las obras, lograban un acabado rico y llamativo que se completaba con la aplicación de pintura de color con el que se conseguía el parecido a diversas telas en las vestiduras; en las partes del cuerpo descubierto se aplicaba la «encarnación», consiguiendo un color similar al de la carne. Algunos retablos se hicieron en madera blanca, es decir, madera sin pintar, encerada o barnizada lo mismo que las sillerías de los coros.
Los sepulcros se representaron con la imagen en posición yacente u orante, en construcciones arquitectónicas adosadas a los muros o en monumentos exentos y reflejando el concepto del Renacimiento del «triunfo sobre la muerte» a través de la «Fama», o sea, el recuerdo de las obras realizadas por el difunto, que son narradas normalmente mediante relieves en dichos monumentos funerarios.
En el siglo XVI se tenía una gran admiración por los retablos existentes anteriores pertenecientes al estilo gótico o hispano-flamenco. Pero dado el cambio de mentalidad y la imposición de las nuevas modas renacentistas los retablos de nueva factura se hicieron ya con esta tendencia y muchos viejos retablos góticos fueron sustituidos por los renacentistas. El retablo se volvió imprescindible y adquirió tal importancia que las catedrales, conventos, iglesias y capillas particulares se poblaron con estas obras artísticas, algunas de dimensiones extraordinarias.
En el Renacimiento se tuvo preferencia por los retablos escultóricos frente a los pictóricos del periodo anterior, aunque en bastantes ocasiones se conjugaron ambas artes. Pintura y escultura necesitaban un soporte arquitectónico que serían los ensamblajes tallados al nuevo estilo en los que trabajaron una serie de escultores-entalladores dando forma al resultado final de la obra. Estos artistas fueron verdaderos profesionales que conocían muy bien su oficio y las nuevas tendencias y que en muchos casos quedaron en la sombra ante la intervención de los grandes genios.
En la primera mitad del siglo XVI, los retablos se adaptaron a las formas renacentistas del momento, con adornos de grutescos y mucha y variada ornamentación. A partir de 1558 y con el ejemplo del retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra, se dio un cambio total hacia el romanismo. La arquitectura cambió considerablemente con una estructura mucho más clara una superposición de órdenes clásicos y una limpieza en la decoración.
Los triglifos, las metopas, las cartelas, los atlantes, los niños recostados y los modillones sustituyeron a la profusión de grutescos de la etapa anterior y las columnas clásicas de fuste estriado sustituyeron a las abalaustradas, aunque en muchos casos se dio una supervivencia de ornamentación en el tercio bajo de estas nuevas columnas, a petición de los clientes, si bien el nuevo modelo de ornato ya no es el grutesco sino el rameado (dibujo que representa ramas o ramos vegetales). Los retablos se llenaron además de frontones curvos y triangulares, demostrando el más puro clasicismo. Es importante destacar también la gran relevancia que cobró en esta segunda mitad (y como consecuencia del Concilio de Trento) el espacio destinado al Sagrario. Llegó a ser un cuerpo muy especial dentro del conjunto del retablo, hasta el punto que en la mayoría de los casos se construyó aparte e incluso fue lo primero en realizarse y policromarse.
Disposición de un retablo
Se da siempre una distribución de banco, calles y cuerpos. Pero dentro de esta división hay toda una gama de tipología y de adaptación de los espacios interiores. También depende del tamaño que se le quiera dar.
El primer espacio se ocupa en ocasiones con el llamado sotabanco, que es un basamento de apoyo sobre el que se construye todo lo demás. Ese basamento puede llevar talla o pintura o nada. Sobre el basamento se coloca el banco (o predela), también en horizontal, de una altura bastante menor al resto de los cuerpos. El banco o predela va tallado y dividido en secciones, o bien adornado con tablas pictóricas.
Sobre el banco, las divisiones horizontales se llaman cuerpos, y las divisiones verticales se llaman calles. Esta distribución suele separarse con ayuda de frisos y columnas o columnillas, dejando espacios especialmente preparados para recibir las esculturas. El número de cuerpos es variable y el de calles también. Nunca estuvo reglamentada la conjunción de unos y otras, de manera que se podían dar múltiples resultados plásticos.
Sobre el último cuerpo se coloca generalmente el ático, siempre o casi siempre ocupado por un Calvario. El ático es un coronamiento de menor anchura horizontal que el resto del retablo.
Las calles o divisiones verticales están destinadas por lo general a recibir ciclos temáticos de la Historia Sagrada. A veces entre estas calles puede haber divisiones más estrechas que son las llamadas entrecalles. Era costumbre colocar en las entrecalles esculturas de bulto redondo representando a padres de la Iglesia, evangelistas, apóstoles o patriarcas.
A los lados del retablo a veces van añadidas unas piezas verticales ricamente adornadas, llamadas guardapolvos o polseras. A partir de los años 30 del siglo XVI se fue añadiendo en cada extremo del retablo una columna de orden gigante que recibió el nombre de pulsera (no confundir con polsera).
Alonso Berruguete
Natural de Paredes de Nava, fue hijo del afamado y ya consagrado pintor Pedro Berruguete. Tuvo una buena formación italiana (Florencia y Roma) tanto en pintura como en escultura. Berruguete inició en España su gran obra escultórica con el retablo que le encargaron para la iglesia del monasterio de La Mejorada cerca de Olmedo (Valladolid). El monasterio ya no existe pero el retablo se custodia en el altar de la capilla del Colegio de San Gregorio de Valladolid (Museo Nacional Colegio de San Gregorio).
La mayor parte de las esculturas de Berruguete fueron concebidas para retablos de grandes proporciones. En muchos de los casos el propio Berruguete se ocupó de la estructura, rompiendo con los moldes de cuadrícula tradicional y creando escenarios especiales para recibir sus esculturas. Su obra maestra fue el retablo de la iglesia del monasterio de San Benito de Valladolid, en 1527, compuesto de relieves y figuras de bulto redondo, más estatuillas en los intercolumnios. Este retablo, propiedad del Estado tras la desamortización, se encuentra expuesto en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid. Otra de sus grandes obras fue el retablo de la Adoración de los Reyes para la iglesia de Santiago de Valladolid, con un intenso movimiento de sus personajes donde se adivina la gran influencia de Miguel Ángel. Su última obra fue el sepulcro del Cardenal Tavera para el Hospital de Tavera en Toledo.
Juan de Juni
Juan de Juni, junto con Berruguete fue el gran maestro del Renacimiento español dentro de la escuela castellana. Su manera de trabajar era totalmente opuesta a la de Berruguete. Juan de Juni era lento, demostrando en sus obras el estudio realizado y cuidando al máximo las composiciones y las figuras de ropaje abultado y con grandes pliegues. Su estilo refleja el doble influjo de lo francés con el norte de Italia donde se educó y donde debió aprender el tema de los Entierros. Dominó distintas técnicas en distintos materiales: madera, barro y mármol. Su obra se caracteriza por los violentos escorzos y las siluetas helicoidales (influencia del manierismo romano), abriendo la puerta al barroco venidero.
Juni trabajó en Burgos, en Salamanca y finalmente en Valladolid, donde creó escuela. Fue en esta ciudad donde esculpió su obra representativa: Santo Entierro, para la capilla de fray Antonio de Guevara en el desaparecido convento de San Francisco. En Valladolid tuvo su gran taller y en esta ciudad murió, siendo enterrado en el convento de monjas de Santa Catalina.
Damián Forment
Verdadero creador de una escuela renacentista en Aragón, tuvo una extensa actividad, con grandes demandas de obras, muchas de ellas imposible de atender personalmente y por tanto llevadas a cabo por su propio taller en que como maestro y director formó escultores muy dignos que supieron seguir estrictamente sus enseñanzas.
Su primera obra importante fue el retablo mayor del Pilar de Zaragoza en 1509, que había sido encargado anteriormente a Miguel Gilbert, que murió antes de poder comenzar la obra. Su parte arquitectónica de entablamento es todavía gótica salvo en el banco donde sus formas son renacentistas. En esta parte baja del retablo se hallan los medallones esculpidos con los rostros de Damián Forment y su esposa, obra del propio Forment. Otra de sus grandes obras fue el retablo para el monasterio de Poblet donde el maestro muestra ya un pleno dominio del renacimiento y donde el gótico está totalmente ausente.
Su obra maestra final fue el retablo renacentista de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), obra que no verá terminada, pues comenzada en 1537 su conclusión se demora cerca de 17 años. En ella introduce el grutesto, el moresco y el estofado, con una compleja labor de ornamentación y policromado.
Gabriel Joly (españolizado Yoly) fue el segundo gran maestro de la escultura aragonesa, muy influenciado por la obra de Forment. Trabajó en Aragón y en Navarra. Tuvo una estrecha colaboración con el escultor Gil Morlanes el Joven hasta tal punto que desde 1520 y durante cuatro años hicieron a medias todos los contratos. En Teruel hizo retablos en distintas iglesias, obras éstas de gran inspiración y belleza.
El escultor florentino Juan de Moreto tuvo una enorme influencia en la consolidación de las nuevas formas renacentistas en Aragón. Sin tener una gran personalidad, su arte es correcto y bello.19 Su trabajo fue casi siempre en colaboración con otros maestros. Mucha de su producción está perdida pero queda como ejemplo de buen hacer toda la estructura del retablo del obispo Conchillos en la catedral de Tarazona (1535), cuya escultura se debe a Gabriel Joly y la policromía y dorado a Antón de Plasencia y Francisco de la Puente. Su obra final fue la taracea de los respaldos de la sillería del coro de la basílica del Pilar donde trabajaron en colaboración los escultores-tallistas Juan de Moreto, Nicolás Lobato y Esteban de Obray.
El rey Carlos I estuvo predispuesto al nuevo arte, llamado la manera antigua puesto que remite a la antigüedad clásica. Su patrocinio directo logró algunas de las más bellas obras del especial y único estilo renacentista español: el mecenazgo sobre Alonso de Covarrubias, sus encargos a Tiziano, que nunca accedió a trasladarse a España. Pintores de gran calidad fueron, lejos del núcleo cortesano, Pedro Berruguete, Juan de Juanes, Paolo de San Leocadio, del que destacamos la delicada Virgen del Caballero de Montesa, Yáñez de la Almedina y Fernando de los Llanos.
La pintura del Renacimiento español se lleva a cabo normalmente al óleo. Realiza interiores perfectamente sujetos a las reglas de la perspectiva, sin agolpamiento de los personajes. Las figuras son todas del mismo tamaño y anatómicamente correctas.
Los colores y los sombreados se administran en gamas tonales, según las enseñanzas italianas. Para acentuar el estilo italiano es frecuente además añadir elementos directamente copiados de allí, como son los adornos a candelieri (cenefas de vegetales y cupiditos que rodean los marcos), o ruinas romanas en los paisajes, incluso en escenas de la vida de Cristo.
Los temas religiosos ocuparon la mayor parte de su pintura. En este extraordinario cuadro se contraponen la composición clasicista y los rasgos manieristas y esa extraña espiritualización de los personajes cuyas figuras se alargan.
El tema representado es muy antiguo, dentro de la iconografía cristiana: la Virgen María amamantando al niño Jesús. No obstante, en el caso de esta obra, no se ve directamente el pecho, sino que la madre y el hijo se miran en una de las imágenes más intimistas del siglo XVI. El propósito es claramente religioso, exaltando el sentimiento de amor materno.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato y wikipedia
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