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El arte gótico propiamente dicho coincide en el tiempo con la plenitud y la crisis de la Edad Media.
Si su predecesor, el arte románico, reflejaba una sociedad ruralizada de guerreros y campesinos, el gótico coincide con el resurgimiento de las ciudades, donde se desarrollaron la burguesía y las universidades, y con la aparición de nuevas órdenes religiosas (monásticas como los cistercienses y mendicantes como los franciscanos y los dominicos). También se acentuaron los conflictos y la disidencia (revueltas populares, herejías, desarrollo y crisis de la escolástica, Cisma de Occidente); culminando en los pavorosos espectáculos de la peste negra y la guerra de los Cien Años, un mundo tan cambiante que solo puede entenderse en términos de una mutación fundamental (para la historiografía materialista, la transición del feudalismo al capitalismo).
La arquitectura gótica es la forma artística sobre la que se formó la definición del arte gótico, el estilo artístico comprendido entre el románico y el Renacimiento, que se desarrolló en Europa Occidental —cristiandad latina— en la Baja Edad Media, desde finales del siglo XII hasta el siglo XV, aunque más allá de Italia las pervivencias góticas continuaron hasta los comienzos del siglo XVI.
Iniciada en la experimentación arquitectónica del siglo XII en la zona de Île de France, se extendió por toda Europa como un estilo de marcada verticalidad, tanto en las torres como en las elevadísimas naves, permitida por los arcos apuntados y las bóvedas de crucería, cuyo peso se desplazaba por los arbotantes a contrafuertes exteriores, aligerando los muros, que acogen una cada vez mayor multiplicidad de capillas laterales. Pintura y escultura se libran de su dependencia de los muros (retablos).
El vocablo «gótico» es el adjetivo correspondiente a godo y fue utilizado en este contexto por primera vez por el tratadista italiano Giorgio Vasari (1511-1574), quien en su famosa obra de biografías de pintores toscanos incluye varios capítulos sobre el arte en la Edad Media. En sentido peyorativo usó este término para denominar la arquitectura anterior al Renacimiento, propia de los bárbaros o godos, cuyos componentes le parecían confusos, desordenados y poco dignos, por contraste a la perfección y racionalidad del arte clásico. En su propia época, se solía denominar como opus francigenum (estilo francés), por referencia al origen de la innovación. Paradójicamente, en la España del siglo XVI se calificaba al gótico final (isabelino o plateresco) como la forma de construir a lo moderno, mientras que la arquitectura clasicista que introducía el renacimiento italiano era vista como una forma de construir a la antigua o a lo romano.
La arquitectura gótica puso especial énfasis en la ligereza estructural y la iluminación de las naves del interior de los edificios. Surgió del románico pero acabó oponiéndose a los volúmenes masivos y a la escasa iluminación interior de sus iglesias. Se desarrolló fundamentalmente en la arquitectura religiosa (monasterios e iglesias), teniendo su mayor éxito en la construcción de grandes catedrales, secular tarea en que competían las ciudades rivales; aunque también tuvieron importancia la arquitectura civil (palacios, lonjas comerciales, ayuntamientos, universidades, hospitales y viviendas particulares de la nueva burguesía urbana) y la arquitectura militar (castillos y murallas urbanas).
Los dos elementos estructurales básicos de la arquitectura gótica son el arco apuntado u ojival y la bóveda de crucería, cuyos empujes, más verticales que el arco de medio punto, permiten una mejor distribución de las cargas y una altura muy superior. Además, la parte principal de estas son transmitidas desde las cubiertas directamente a contrafuertes exteriores al cuerpo central del edificio mediante arbotantes. El resultado deja a la mayor parte de los muros sin función sustentante (confiada a esbeltos pilares y baquetones), quedando la mayor parte de aquellos libres para acoger una extraordinaria superficie de vanos ocupados por amplias vidrieras y rosetones que dejan paso a la luz.
Los elementos esenciales que caracterizan el estilo gótico ya existían con anterioridad al nacimiento de este estilo arquitectónico, toda vez que se hallan dispersos en edificios de edades anteriores. El arco apuntado fue conocido por los egipcios, asirios, indios y persas de la dinastía sasánida, aunque su uso no era muy corriente. La arquitectura islámica también lo conoció e hizo un uso amplio de él, su ejemplo conocido más antiguo se encuentra en la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, construido entre los años 687 y 691, otros ejemplos de gran calidad y belleza de su uso son las mezquitas de Samarra en Irak y la mezquita de Amr en Egipto, cuyas construcciones se realizaron a mediados del siglo IX.
La bóveda de crucería, fue empleada en construcciones árabes de Córdoba del siglo IX y en algunas mozárabes del siglo X y aún virtualmente en las bóvedas romanas desde el primer siglo del Imperio cuando entraban en ellas arcos diagonales embebidos en las mismas. Los arbotantes se encuentran originariamente y de forma rudimentaria en las bóvedas de cuarto de cañón cuando sirven de contrarresto. El principio y distinción de elementos activos y pasivos que caracteriza la arquitectura ojival se extendió y aplicó por los antiguos asirios.
Parece claro que pudo existir una transmisión de estos elementos a través de las visitas realizadas por los cruzados a Jerusalén y a través del norte de África para llegar a España y de ahí al resto de Europa. Fue sin embargo la nueva relación entre todos estos elementos la que dio como resultado un nuevo tipo de edificio con unas proporciones diferentes, mucho más esbelto que los edificios románicos y con mayor luminosidad, en el que los muros pueden casi llegar a desaparecer.
El estilo gótico nació como tal en el norte de Francia, a mediados del siglo XII. Se da la fecha del 14 de julio de 1140, en que se inició la restauración del abad Suger al deambulatorio de la basílica de Saint-Denis, como la fecha de nacimiento de este estilo, sin embargo debe hablarse más bien de una evolución técnica de las formas de las escuelas románicas regionales. Así, ya a finales del siglo XI, se había comenzado a construir en Inglaterra la catedral de Durham, con bóveda de crucería y estructura gótica. En los primeros momentos, durante el denominado estilo de transición, que se alargó hasta finales del siglo XII, se siguió manteniendo cierta forma o fisonomía románica. Por ejemplo, en el primer gótico se mantuvo una estructura de proporcionalidad clásica en las fachadas, propia del románico, que se puede observar en la catedral de Notre Dame de París, que más adelante se perdió en beneficio de efectos mucho más verticales. De forma esquemática se dice que la arquitectura de este período fue una arquitectura románica con bóvedas y arcos apuntados.
Al comenzar el siglo XIII, el estilo gótico, denominado en este periodo como «gótico clásico», llega a su perfección en las regiones de Normandía y la Isla de Francia, territorio de dominio real de los alrededores de París. Desde allí se extendió a todo el resto de Francia. Se difundió durante el siglo XIII al Sacro Imperio Romano, Inglaterra, reinos hispánicos y principados itálicos, llevado sobre todo por los monjes del Císter. Este estilo llegó a alcanzar las islas de Rodas y Chipre e incluso Siria, transmitido por las cruzadas.
En los inicios del siglo XIV la arquitectura aumenta su esbeltez, tiende a la estilización, iniciándose la independización de la pintura y escultura. El estilo evolucionó hacia una mayor altura, la expansión de los vanos y el mayor apuntamiento de los arcos. Las vidrieras pasaron a cubrir el espacio del muro, sirviendo la arquitectura únicamente de soporte y marco, tiene su máxima expresión en la Sainte Chapelle de París.
A partir de la mitad del siglo XV, comienza el denominado gótico tardío, su fase más adornada, con una creciente riqueza decorativa. Su variedad de lugar, tiempo y circunstancia produjo una gama estilística amplia que escapa a la generalización. Su vigencia es variable dependiendo de las zonas, mientras que en Italia, durante el siglo XV el gótico es desplazado de forma temprana por la arquitectura renacentista, en otras zonas, el estilo propio del gótico perduró hasta bien entrado el siglo XVI, y en Inglaterra, en concreto, perduró una tradición gótica hasta su renovación a través del neogótico, durante el siglo XIX.
En general, la distribución de imágenes deriva de la herencia románica establecida y seguía el siguiente esquema: sobre la entrada principal había siempre una escena con Cristo, a menudo la del Juicio Final, la de Cristo en Majestad o la de la Crucifixión; en las arquivoltas había figuras de santos y ángeles; en las columnas y frisos se representaban los apóstoles y otras figuras del Antiguo Testamento, figuras históricas más recientes como, por ejemplo, mártires de la fe o algún santo patrón y a veces, alegorías, como las «cinco vírgenes prudentes» y las «cinco vírgenes necias» personificaciones de una de las parábolas, más populares en la Edad Media con una enorme influencia durante toda la época del arte gótico y que fueron representadas en diversas portadas de catedrales en Francia y Alemania como en la de catedral de Magdeburgo, de Berna, de Estrasburgo, de Reims o de Basilea.
Si la iglesia poseía entradas secundarias, sus tímpanos podían estar decorados con alguna escena de la vida de la Virgen —el culto de la cual aumentó en este periodo—, o con algún acontecimiento de la vida del santo patrón de la propia iglesia. Lejos de ser decisiones arbitrarias, las imágenes de la iconografía gótica fueron cuidadosamente seleccionadas para formar un programa coherente para el observador, hacían ilustrar la evolución de la fe desde su fundación por parte de los patriarcas hebreos, hasta el advenimiento de Cristo. Jesucristo era representado con su doctrina de la redención y desde un punto de vista teológico, en la apoteósis del Reino de Dios se hacía una condena apocalíptica del bien y del mal.
En el gótico, los motivos que se encontraban en la tradición iconográfica románica también comenzaron a modificarse. Hasta entonces, la escena que más aparecía en los portales de las iglesias era la del Juicio Final, con especial énfasis en los tormentos que en el infierno esperaban la llegada de los infieles.
Desde mediados del siglo XI, París se había convertido en el centro teológico y cultural mayor de Europa, con la presencia de grandes filósofos como Pedro Abelardo y Hugo de San Víctor y la realización de diversas escuelas que se unieron para crear, hacia el 1170, la Universidad de París. En este ambiente académico más liberal, relativamente independiente del control de la Iglesia, ganó terreno una filosofía más humanista. También se desarrolló la doctrina del purgatorio, que ofrecía un escape del infierno a través de una etapa de depuración preliminar a la ascensión al cielo. Al mismo tiempo, la Virgen y otros santos empezaron a ser considerados grandes abogados de la humanidad ante la justicia de Cristo.
En este proceso, la vieja tendencia de la fe cristiana de corregir al pecador mediante el miedo y la amenaza con la condena eterna, se vio atenuada por las opiniones que resaltaban la misericordia antes que la ira divina. Así, las escenas del Juicio continuaron siendo un motivo frecuente, pero ahora comenzaron a ser diseñadas para enfatizar el orden, la esperanza y la justicia, para mostrar el camino de la salvación mediante el arrepentimiento y la intercesión de los santos. La propia verticalidad de las catedrales góticas y la abundancia de grandes ventanales, que hacían posible una profunda penetración de la luz a todo el interior, contrastaba con las formas más pesadas y los ambientes más oscuros de la arquitectura románica; estas características han sido interpretadas como un recurso formal que reflejaba un nuevo impulso espiritual más optimista.
La prueba del éxito de la escultura es la gran proliferación de representaciones sagradas que se produjeron durante la fase final del románico. Entre los siglos XI y XII, se establecieron un conjunto de motivos temáticos y unas formas que eran las más adecuadas para transmitir la doctrina religiosa. Ya en el siglo XII, la aparición de la principal iconografía románica, la de la decoración de los tímpanos, coincidió con la llegada de los primeros ejemplos del gótico, junto con la introducción del arco apuntado y el arbotante en la parte arquitectónica.
De hecho, los programas iconográficos románicos ejercieron una gran influencia sobre los góticos, que se convirtieron en una evolución natural de aquellos. Por tanto, la distinción estilística entre la escultura románica y gótica más primitiva, a menudo, es muy sutil. En cuanto a las primeras esculturas góticas, las innovaciones más evidentes se aplicaron en las arquivoltas y las columnas laterales de las portadas. En ellas se observa una tendencia creciente a establecer una organización menos compacta de las escenas, más abierta y racional, y un alargamiento de las proporciones de las figuras, siguiendo la tendencia a más verticalismo de los edificios. Desaparece las composiciones opresivas de los condenados de los tímpanos y las estatuas se alargan siguiendo el ritmo arquitectónico del arco, siendo el tímpano de la basílica de Saint Denis uno de los primeros que presenta esta disposición.
Hacia el 1200, el estilo original se transformó impulsado por el creciente interés por el naturalismo, es la segunda etapa de la evolución del gótico, llamada gótico clásico, pleno o protogótico. En esta transición tuvieron un papel importante los artistas del valle del Mosa, y de forma especial Nicolás de Verdún y Renier de Huy, los primeros grandes maestros de la historia de la escultura gótica, que destacaron por sus trabajos de orfebrería y bronce.
En las catedrales de Reims, Amiens y Notre-Dame de París, el estilo gótico quedó fuera de la influencia románica y sus estatuas presentan un naturalismo bastante avanzado; las esculturas son independientes de las columnas. En este periodo de la Edad Media apareció por primera vez el uso del contrapposto; este recurso técnico pretendía dar más gracia y movimiento a las imágenes, que eran presentadas en actitudes más dinámicas y se realizaba un tratamiento de los volúmenes anatómicos que, en muchos casos, ya no quedaban ocultos por la ropa. El contrapposto gótico, visto desde el exterior, difería del clásico por una apariencia más pronunciada que no era el resultado del tratamiento anatómico; era más ornamental.
Al mismo tiempo que en las escuelas de filosofía se enseñaba el humanismo, se volvían a definir los principios fundamentales de la fe; este contexto cultural hizo posible la absorción de elementos artísticos de la antigüedad clásica, suavizando la estricta ética que guio el pensamiento moral a lo largo de los siglos anteriores. Estos cambios dirigían el entorno cultural hacia un laicismo mayor que favorecía un desplazamiento del interés desde una dimensión sobrenatural hacia una más humana. También se recuperó el valor de la belleza pura de las formas, que se había perdido desde la antigüedad, teniendo en cuenta, como decía Santo Tomás de Aquino, que la belleza estaba íntimamente asociada con la virtud y la plena expresión de su naturaleza esencial.
El gótico tardío es la fase final del estilo gótico, pero no fue una etapa de decadencia. La transición se produjo de una manera suave y gradual y fue en esta etapa cuando se realizaron algunas de las obras góticas más ricas y complejas. Finalmente el estilo desaparece para dejar paso al renacimiento y al manierismo. El gótico tardío se desarrolla aproximadamente entre mediados del siglo XV y mediados del XVI, y, en relación al naturalismo y el internacionalismo, representa el coronamiento del que se había logrado en la fase anterior.
Hay unas diferencias bastante significativas en la sociedad europea de la época, que pueden contribuir a explicar la transformación artística. En economía, la apertura de nuevas rutas comerciales y de grandes viajes modificó el eje del comercio internacional entre las naciones de Europa Occidental. Portugal y España se erigieron como potencias navales, seguidas por Francia, Inglaterra y los Países Bajos. El oro y otras riquezas de las colonias americanas, africanas y asiáticas llegaban a estos países en cantidades nunca vistas y entre otras cosas, permitió una verdadera explosión en la promoción de las artes.
El Saco de Roma de 1527 causó la huida de muchos intelectuales y artistas italianos. Este fenómeno significó la difusión a gran escala de la tradición clásica-renacentista italiana, ya que el gótico italiano hacía tiempo que había sido superado. Se produjo una activa circulación de obras de arte italiano y de textos clásicos. La imprenta con tipos móviles, recién inventada por Gutenberg, permitió la difusión de la cultura en general —en particular de los textos humanísticos— de una manera mucho más eficiente, rápida y generalizada entre todos los países. Así, varios elementos estéticos provenientes de Italia se convirtieron en elementos con presencia en la mayor parte de lugares donde el gótico existía todavía con fuerza y que originó una multiplicidad de corrientes eclécticas. Los cambios de gusto cambiaron y fueron varios los monarcas no italianos que solicitaban a artistas de esta nacionalidad para trabajar en sus cortes, como Andrea Sansovino llamado por el rey Juan II de Portugal o Pietro Torrigiano que trabajó para Enrique III de Inglaterra.
La característica más evidente del arte gótico es un naturalismo cada vez mayor, frente a las simplificadas e idealizadas representaciones del románico. Se considera que esta característica surge por primera vez en la obra de los artistas italianos de finales del siglo XIII, y que marcó el estilo dominante en la pintura europea hasta el final del siglo XV. La pintura gótica se aproxima a la imitación a la naturaleza que será el ideal del renacimiento, incluyendo la representación de paisajes, no obstante, sigue siendo poco usual. Se desprende de los convencionalismos y amaneramientos bizantinos y románicos, pero no toma como ideal de belleza el arte griego ni romano antiguo. Por lo mismo, aunque dicha pintura es un verdadero renacimiento, se distingue de la propiamente llamada del Renacimiento clásico en que no cifra, como ésta, su perfección en la belleza de las formas exteriores (que, aún sin descuidarlas, resultan, a veces, algo incorrectas en la pintura gótica) sino, sobre todo, en la expresión de la idea religiosa y en dar a las figuras cierto sabor místico y eminentemente cristiano. A pesar de ello, también ha de decirse que es en este momento en el que comienza la pintura profana, esto es, la pintura en que los temas ya no son siempre religiosos.
En el gótico, en correspondencia con las nuevas tendencias filosóficas y religiosas (recuperación de la filosofía de Aristóteles a través del averroísmo, humanismo de San Francisco de Asís) se tendió a aproximar la representación de los personajes religiosos (los santos, los ángeles, la Virgen María, Cristo) en un plano más humano que divino, dejándoles demostrar emociones y sentimientos (placer, dolor, ternura, enojo), rompiendo el hieratismo y formalismo románico. El artista gótico busca su inspiración en la vida. Hay mucho sentimiento en las obras góticas. Paralelamente, la cultura burguesa demanda una nueva elegancia dentro del arte. Hay más detalles narrativos, más frescura, color, luminosidad,... que se logran con técnicas más refinadas.
En el principio del periodo gótico, el arte se producía principalmente con fines religiosos. Muchas pinturas eran recursos didácticos que hacían el cristianismo visible para una población analfabeta; otras eran expuestas como iconos, para intensificar la contemplación y las oraciones. Los primeros maestros del gótico conservaban la memoria de la tradición bizantina, pero también crearon figuras persuasivas, con perspectiva. En efecto, se produjeron lentos avances en el uso de la perspectiva y de otras cuestiones técnicas en pintura en cuanto al tratamiento de los soportes (que permiten la mayor difusión de un arte mobiliar), los pigmentos y los aglutinantes.
Texto: wikipedia
Imagen:
El arte gótico propiamente dicho coincide en el tiempo con la plenitud y la crisis de la Edad Media.
Si su predecesor, el arte románico, reflejaba una sociedad ruralizada de guerreros y campesinos, el gótico coincide con el resurgimiento de las ciudades, donde se desarrollaron la burguesía y las universidades, y con la aparición de nuevas órdenes religiosas (monásticas como los cistercienses y mendicantes como los franciscanos y los dominicos). También se acentuaron los conflictos y la disidencia (revueltas populares, herejías, desarrollo y crisis de la escolástica, Cisma de Occidente); culminando en los pavorosos espectáculos de la peste negra y la guerra de los Cien Años, un mundo tan cambiante que solo puede entenderse en términos de una mutación fundamental (para la historiografía materialista, la transición del feudalismo al capitalismo).
La arquitectura gótica es la forma artística sobre la que se formó la definición del arte gótico, el estilo artístico comprendido entre el románico y el Renacimiento, que se desarrolló en Europa Occidental —cristiandad latina— en la Baja Edad Media, desde finales del siglo XII hasta el siglo XV, aunque más allá de Italia las pervivencias góticas continuaron hasta los comienzos del siglo XVI.
Iniciada en la experimentación arquitectónica del siglo XII en la zona de Île de France, se extendió por toda Europa como un estilo de marcada verticalidad, tanto en las torres como en las elevadísimas naves, permitida por los arcos apuntados y las bóvedas de crucería, cuyo peso se desplazaba por los arbotantes a contrafuertes exteriores, aligerando los muros, que acogen una cada vez mayor multiplicidad de capillas laterales. Pintura y escultura se libran de su dependencia de los muros (retablos).
El vocablo «gótico» es el adjetivo correspondiente a godo y fue utilizado en este contexto por primera vez por el tratadista italiano Giorgio Vasari (1511-1574), quien en su famosa obra de biografías de pintores toscanos incluye varios capítulos sobre el arte en la Edad Media. En sentido peyorativo usó este término para denominar la arquitectura anterior al Renacimiento, propia de los bárbaros o godos, cuyos componentes le parecían confusos, desordenados y poco dignos, por contraste a la perfección y racionalidad del arte clásico. En su propia época, se solía denominar como opus francigenum (estilo francés), por referencia al origen de la innovación. Paradójicamente, en la España del siglo XVI se calificaba al gótico final (isabelino o plateresco) como la forma de construir a lo moderno, mientras que la arquitectura clasicista que introducía el renacimiento italiano era vista como una forma de construir a la antigua o a lo romano.
La arquitectura gótica puso especial énfasis en la ligereza estructural y la iluminación de las naves del interior de los edificios. Surgió del románico pero acabó oponiéndose a los volúmenes masivos y a la escasa iluminación interior de sus iglesias. Se desarrolló fundamentalmente en la arquitectura religiosa (monasterios e iglesias), teniendo su mayor éxito en la construcción de grandes catedrales, secular tarea en que competían las ciudades rivales; aunque también tuvieron importancia la arquitectura civil (palacios, lonjas comerciales, ayuntamientos, universidades, hospitales y viviendas particulares de la nueva burguesía urbana) y la arquitectura militar (castillos y murallas urbanas).
Los dos elementos estructurales básicos de la arquitectura gótica son el arco apuntado u ojival y la bóveda de crucería, cuyos empujes, más verticales que el arco de medio punto, permiten una mejor distribución de las cargas y una altura muy superior. Además, la parte principal de estas son transmitidas desde las cubiertas directamente a contrafuertes exteriores al cuerpo central del edificio mediante arbotantes. El resultado deja a la mayor parte de los muros sin función sustentante (confiada a esbeltos pilares y baquetones), quedando la mayor parte de aquellos libres para acoger una extraordinaria superficie de vanos ocupados por amplias vidrieras y rosetones que dejan paso a la luz.
Los elementos esenciales que caracterizan el estilo gótico ya existían con anterioridad al nacimiento de este estilo arquitectónico, toda vez que se hallan dispersos en edificios de edades anteriores. El arco apuntado fue conocido por los egipcios, asirios, indios y persas de la dinastía sasánida, aunque su uso no era muy corriente. La arquitectura islámica también lo conoció e hizo un uso amplio de él, su ejemplo conocido más antiguo se encuentra en la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, construido entre los años 687 y 691, otros ejemplos de gran calidad y belleza de su uso son las mezquitas de Samarra en Irak y la mezquita de Amr en Egipto, cuyas construcciones se realizaron a mediados del siglo IX.
La bóveda de crucería, fue empleada en construcciones árabes de Córdoba del siglo IX y en algunas mozárabes del siglo X y aún virtualmente en las bóvedas romanas desde el primer siglo del Imperio cuando entraban en ellas arcos diagonales embebidos en las mismas. Los arbotantes se encuentran originariamente y de forma rudimentaria en las bóvedas de cuarto de cañón cuando sirven de contrarresto. El principio y distinción de elementos activos y pasivos que caracteriza la arquitectura ojival se extendió y aplicó por los antiguos asirios.
Parece claro que pudo existir una transmisión de estos elementos a través de las visitas realizadas por los cruzados a Jerusalén y a través del norte de África para llegar a España y de ahí al resto de Europa. Fue sin embargo la nueva relación entre todos estos elementos la que dio como resultado un nuevo tipo de edificio con unas proporciones diferentes, mucho más esbelto que los edificios románicos y con mayor luminosidad, en el que los muros pueden casi llegar a desaparecer.
El estilo gótico nació como tal en el norte de Francia, a mediados del siglo XII. Se da la fecha del 14 de julio de 1140, en que se inició la restauración del abad Suger al deambulatorio de la basílica de Saint-Denis, como la fecha de nacimiento de este estilo, sin embargo debe hablarse más bien de una evolución técnica de las formas de las escuelas románicas regionales. Así, ya a finales del siglo XI, se había comenzado a construir en Inglaterra la catedral de Durham, con bóveda de crucería y estructura gótica. En los primeros momentos, durante el denominado estilo de transición, que se alargó hasta finales del siglo XII, se siguió manteniendo cierta forma o fisonomía románica. Por ejemplo, en el primer gótico se mantuvo una estructura de proporcionalidad clásica en las fachadas, propia del románico, que se puede observar en la catedral de Notre Dame de París, que más adelante se perdió en beneficio de efectos mucho más verticales. De forma esquemática se dice que la arquitectura de este período fue una arquitectura románica con bóvedas y arcos apuntados.
Al comenzar el siglo XIII, el estilo gótico, denominado en este periodo como «gótico clásico», llega a su perfección en las regiones de Normandía y la Isla de Francia, territorio de dominio real de los alrededores de París. Desde allí se extendió a todo el resto de Francia. Se difundió durante el siglo XIII al Sacro Imperio Romano, Inglaterra, reinos hispánicos y principados itálicos, llevado sobre todo por los monjes del Císter. Este estilo llegó a alcanzar las islas de Rodas y Chipre e incluso Siria, transmitido por las cruzadas.
En los inicios del siglo XIV la arquitectura aumenta su esbeltez, tiende a la estilización, iniciándose la independización de la pintura y escultura. El estilo evolucionó hacia una mayor altura, la expansión de los vanos y el mayor apuntamiento de los arcos. Las vidrieras pasaron a cubrir el espacio del muro, sirviendo la arquitectura únicamente de soporte y marco, tiene su máxima expresión en la Sainte Chapelle de París.
A partir de la mitad del siglo XV, comienza el denominado gótico tardío, su fase más adornada, con una creciente riqueza decorativa. Su variedad de lugar, tiempo y circunstancia produjo una gama estilística amplia que escapa a la generalización. Su vigencia es variable dependiendo de las zonas, mientras que en Italia, durante el siglo XV el gótico es desplazado de forma temprana por la arquitectura renacentista, en otras zonas, el estilo propio del gótico perduró hasta bien entrado el siglo XVI, y en Inglaterra, en concreto, perduró una tradición gótica hasta su renovación a través del neogótico, durante el siglo XIX.
En general, la distribución de imágenes deriva de la herencia románica establecida y seguía el siguiente esquema: sobre la entrada principal había siempre una escena con Cristo, a menudo la del Juicio Final, la de Cristo en Majestad o la de la Crucifixión; en las arquivoltas había figuras de santos y ángeles; en las columnas y frisos se representaban los apóstoles y otras figuras del Antiguo Testamento, figuras históricas más recientes como, por ejemplo, mártires de la fe o algún santo patrón y a veces, alegorías, como las «cinco vírgenes prudentes» y las «cinco vírgenes necias» personificaciones de una de las parábolas, más populares en la Edad Media con una enorme influencia durante toda la época del arte gótico y que fueron representadas en diversas portadas de catedrales en Francia y Alemania como en la de catedral de Magdeburgo, de Berna, de Estrasburgo, de Reims o de Basilea.
Si la iglesia poseía entradas secundarias, sus tímpanos podían estar decorados con alguna escena de la vida de la Virgen —el culto de la cual aumentó en este periodo—, o con algún acontecimiento de la vida del santo patrón de la propia iglesia. Lejos de ser decisiones arbitrarias, las imágenes de la iconografía gótica fueron cuidadosamente seleccionadas para formar un programa coherente para el observador, hacían ilustrar la evolución de la fe desde su fundación por parte de los patriarcas hebreos, hasta el advenimiento de Cristo. Jesucristo era representado con su doctrina de la redención y desde un punto de vista teológico, en la apoteósis del Reino de Dios se hacía una condena apocalíptica del bien y del mal.
En el gótico, los motivos que se encontraban en la tradición iconográfica románica también comenzaron a modificarse. Hasta entonces, la escena que más aparecía en los portales de las iglesias era la del Juicio Final, con especial énfasis en los tormentos que en el infierno esperaban la llegada de los infieles.
Desde mediados del siglo XI, París se había convertido en el centro teológico y cultural mayor de Europa, con la presencia de grandes filósofos como Pedro Abelardo y Hugo de San Víctor y la realización de diversas escuelas que se unieron para crear, hacia el 1170, la Universidad de París. En este ambiente académico más liberal, relativamente independiente del control de la Iglesia, ganó terreno una filosofía más humanista. También se desarrolló la doctrina del purgatorio, que ofrecía un escape del infierno a través de una etapa de depuración preliminar a la ascensión al cielo. Al mismo tiempo, la Virgen y otros santos empezaron a ser considerados grandes abogados de la humanidad ante la justicia de Cristo.
En este proceso, la vieja tendencia de la fe cristiana de corregir al pecador mediante el miedo y la amenaza con la condena eterna, se vio atenuada por las opiniones que resaltaban la misericordia antes que la ira divina. Así, las escenas del Juicio continuaron siendo un motivo frecuente, pero ahora comenzaron a ser diseñadas para enfatizar el orden, la esperanza y la justicia, para mostrar el camino de la salvación mediante el arrepentimiento y la intercesión de los santos. La propia verticalidad de las catedrales góticas y la abundancia de grandes ventanales, que hacían posible una profunda penetración de la luz a todo el interior, contrastaba con las formas más pesadas y los ambientes más oscuros de la arquitectura románica; estas características han sido interpretadas como un recurso formal que reflejaba un nuevo impulso espiritual más optimista.
La prueba del éxito de la escultura es la gran proliferación de representaciones sagradas que se produjeron durante la fase final del románico. Entre los siglos XI y XII, se establecieron un conjunto de motivos temáticos y unas formas que eran las más adecuadas para transmitir la doctrina religiosa. Ya en el siglo XII, la aparición de la principal iconografía románica, la de la decoración de los tímpanos, coincidió con la llegada de los primeros ejemplos del gótico, junto con la introducción del arco apuntado y el arbotante en la parte arquitectónica.
De hecho, los programas iconográficos románicos ejercieron una gran influencia sobre los góticos, que se convirtieron en una evolución natural de aquellos. Por tanto, la distinción estilística entre la escultura románica y gótica más primitiva, a menudo, es muy sutil. En cuanto a las primeras esculturas góticas, las innovaciones más evidentes se aplicaron en las arquivoltas y las columnas laterales de las portadas. En ellas se observa una tendencia creciente a establecer una organización menos compacta de las escenas, más abierta y racional, y un alargamiento de las proporciones de las figuras, siguiendo la tendencia a más verticalismo de los edificios. Desaparece las composiciones opresivas de los condenados de los tímpanos y las estatuas se alargan siguiendo el ritmo arquitectónico del arco, siendo el tímpano de la basílica de Saint Denis uno de los primeros que presenta esta disposición.
Hacia el 1200, el estilo original se transformó impulsado por el creciente interés por el naturalismo, es la segunda etapa de la evolución del gótico, llamada gótico clásico, pleno o protogótico. En esta transición tuvieron un papel importante los artistas del valle del Mosa, y de forma especial Nicolás de Verdún y Renier de Huy, los primeros grandes maestros de la historia de la escultura gótica, que destacaron por sus trabajos de orfebrería y bronce.
En las catedrales de Reims, Amiens y Notre-Dame de París, el estilo gótico quedó fuera de la influencia románica y sus estatuas presentan un naturalismo bastante avanzado; las esculturas son independientes de las columnas. En este periodo de la Edad Media apareció por primera vez el uso del contrapposto; este recurso técnico pretendía dar más gracia y movimiento a las imágenes, que eran presentadas en actitudes más dinámicas y se realizaba un tratamiento de los volúmenes anatómicos que, en muchos casos, ya no quedaban ocultos por la ropa. El contrapposto gótico, visto desde el exterior, difería del clásico por una apariencia más pronunciada que no era el resultado del tratamiento anatómico; era más ornamental.
Al mismo tiempo que en las escuelas de filosofía se enseñaba el humanismo, se volvían a definir los principios fundamentales de la fe; este contexto cultural hizo posible la absorción de elementos artísticos de la antigüedad clásica, suavizando la estricta ética que guio el pensamiento moral a lo largo de los siglos anteriores. Estos cambios dirigían el entorno cultural hacia un laicismo mayor que favorecía un desplazamiento del interés desde una dimensión sobrenatural hacia una más humana. También se recuperó el valor de la belleza pura de las formas, que se había perdido desde la antigüedad, teniendo en cuenta, como decía Santo Tomás de Aquino, que la belleza estaba íntimamente asociada con la virtud y la plena expresión de su naturaleza esencial.
El gótico tardío es la fase final del estilo gótico, pero no fue una etapa de decadencia. La transición se produjo de una manera suave y gradual y fue en esta etapa cuando se realizaron algunas de las obras góticas más ricas y complejas. Finalmente el estilo desaparece para dejar paso al renacimiento y al manierismo. El gótico tardío se desarrolla aproximadamente entre mediados del siglo XV y mediados del XVI, y, en relación al naturalismo y el internacionalismo, representa el coronamiento del que se había logrado en la fase anterior.
Hay unas diferencias bastante significativas en la sociedad europea de la época, que pueden contribuir a explicar la transformación artística. En economía, la apertura de nuevas rutas comerciales y de grandes viajes modificó el eje del comercio internacional entre las naciones de Europa Occidental. Portugal y España se erigieron como potencias navales, seguidas por Francia, Inglaterra y los Países Bajos. El oro y otras riquezas de las colonias americanas, africanas y asiáticas llegaban a estos países en cantidades nunca vistas y entre otras cosas, permitió una verdadera explosión en la promoción de las artes.
El Saco de Roma de 1527 causó la huida de muchos intelectuales y artistas italianos. Este fenómeno significó la difusión a gran escala de la tradición clásica-renacentista italiana, ya que el gótico italiano hacía tiempo que había sido superado. Se produjo una activa circulación de obras de arte italiano y de textos clásicos. La imprenta con tipos móviles, recién inventada por Gutenberg, permitió la difusión de la cultura en general —en particular de los textos humanísticos— de una manera mucho más eficiente, rápida y generalizada entre todos los países. Así, varios elementos estéticos provenientes de Italia se convirtieron en elementos con presencia en la mayor parte de lugares donde el gótico existía todavía con fuerza y que originó una multiplicidad de corrientes eclécticas. Los cambios de gusto cambiaron y fueron varios los monarcas no italianos que solicitaban a artistas de esta nacionalidad para trabajar en sus cortes, como Andrea Sansovino llamado por el rey Juan II de Portugal o Pietro Torrigiano que trabajó para Enrique III de Inglaterra.
La característica más evidente del arte gótico es un naturalismo cada vez mayor, frente a las simplificadas e idealizadas representaciones del románico. Se considera que esta característica surge por primera vez en la obra de los artistas italianos de finales del siglo XIII, y que marcó el estilo dominante en la pintura europea hasta el final del siglo XV. La pintura gótica se aproxima a la imitación a la naturaleza que será el ideal del renacimiento, incluyendo la representación de paisajes, no obstante, sigue siendo poco usual. Se desprende de los convencionalismos y amaneramientos bizantinos y románicos, pero no toma como ideal de belleza el arte griego ni romano antiguo. Por lo mismo, aunque dicha pintura es un verdadero renacimiento, se distingue de la propiamente llamada del Renacimiento clásico en que no cifra, como ésta, su perfección en la belleza de las formas exteriores (que, aún sin descuidarlas, resultan, a veces, algo incorrectas en la pintura gótica) sino, sobre todo, en la expresión de la idea religiosa y en dar a las figuras cierto sabor místico y eminentemente cristiano. A pesar de ello, también ha de decirse que es en este momento en el que comienza la pintura profana, esto es, la pintura en que los temas ya no son siempre religiosos.
En el gótico, en correspondencia con las nuevas tendencias filosóficas y religiosas (recuperación de la filosofía de Aristóteles a través del averroísmo, humanismo de San Francisco de Asís) se tendió a aproximar la representación de los personajes religiosos (los santos, los ángeles, la Virgen María, Cristo) en un plano más humano que divino, dejándoles demostrar emociones y sentimientos (placer, dolor, ternura, enojo), rompiendo el hieratismo y formalismo románico. El artista gótico busca su inspiración en la vida. Hay mucho sentimiento en las obras góticas. Paralelamente, la cultura burguesa demanda una nueva elegancia dentro del arte. Hay más detalles narrativos, más frescura, color, luminosidad,... que se logran con técnicas más refinadas.
En el principio del periodo gótico, el arte se producía principalmente con fines religiosos. Muchas pinturas eran recursos didácticos que hacían el cristianismo visible para una población analfabeta; otras eran expuestas como iconos, para intensificar la contemplación y las oraciones. Los primeros maestros del gótico conservaban la memoria de la tradición bizantina, pero también crearon figuras persuasivas, con perspectiva. En efecto, se produjeron lentos avances en el uso de la perspectiva y de otras cuestiones técnicas en pintura en cuanto al tratamiento de los soportes (que permiten la mayor difusión de un arte mobiliar), los pigmentos y los aglutinantes.
Texto: wikipedia
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