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El Romanticismo es el movimiento artístico e ideológico más original de la primera mitad del siglo XIX en Europa. La Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, junto con las transformaciones de la Revolución Industrial, provocaron un cambio en la sensibilidad y el gusto europeos respecto al clasicismo anterior.
El movimiento romántico hunde sus raíces en el siglo XVIII, al igual que el Neoclasicismo del que se considera la antítesis; pero no existe una clara separación entre ambas corrientes que podían coexistir. Las dos se inspiran en las ideas de la Ilustración.
El término «romántico» se aplicó por primera vez en la Inglaterra del siglo XVIII a los jardines ingleses “naturales”.
El Romanticismo es más una ideología y actitud de pensamiento y vida que un estilo. Al racionalismo del Neoclasicismo y a su idea de belleza armoniosa, el romántico opone su gusto por lo sublime, que provoca dolor e inspira terror, y por lo pintoresco y lo subjetivo. Es el triunfo del yo. La imaginación, que permite conectar con lo ininteligible y misterioso del cosmos, y el sentimiento ocupan el lugar de la razón. El romántico afirma su individualidad frente al mundo, su genio y su deseo de libertad.
Frente al amor por la Antigüedad del clásico, el artista romántico muestra interés por la Edad Media y el exotismo de Oriente. Siente pasión por la Historia, atraído por la diversidad de costumbres de los pueblos. A menudo el Romanticismo va unido al Nacionalismo. Frente al laicismo, algunos románticos proponen la vuelta a la Religión.
La burguesía, que se ha convertido en la clase dominante gracias a las revoluciones políticas, constituye la clientela mayoritaria en el siglo XIX. En general tiene un gusto reaccionario y académico en materia artística, a la vez que trata de imitar el lujo y los gustos de la aristocracia reduciendo los gastos. Los artistas románticos, interesados por las novedades, critican esta actitud y buscan escandalizar al burgués llevando una vida bohemia, siendo originales en modales, traje y conducta. Se inicia así una disociación entre el arte oficial de las Academias y Salones y el arte independiente de los artistas. El romántico, al luchar contra las reglas, se convierte en un revolucionario.
Los poetas románticos componen sus poemas en medio de un arrebato de sentimientos, plasmando en versos todo cuanto sienten o piensan. Según parte de la crítica literaria, en sus composiciones hay un lirismo de gran fuerza, sin embargo conviviendo con versos vulgares y prosaicos.
Varios son los temas de la lírica romántica:
También es de señalar que el nuevo espíritu afectó a la versificación. Frente a la monótona repetición neoclásica de letrillas y canciones, se proclamó el derecho de utilizar todas las variaciones métricas existentes, de aclimatar las de otras lenguas y de innovar cuando fuera preciso. El romanticismo se adelanta aquí, como en otros aspectos, a las audacias modernistas de fin de siglo.
Nació en 1808, en Almendralejo, Badajoz. Fundó la sociedad secreta de Los numantinos, cuya finalidad era «derribar al gobierno absoluto» vengando así el ahorcamiento y posterior mancillamiento del cadáver de Rafael del Riego. Sufrió reclusión por ello. Huye a Lisboa a los dieciocho años y se une con los exiliados liberales. Allí conoce a Teresa Mancha, mujer con la que vivió en Londres. Tras una actuación política agitada, vuelve a España en 1833. Lleva una vida disipada, plagada de lances y aventuras, por lo que Teresa Mancha lo abandona en 1838. Estaba a punto de casarse con otra amada, cuando en 1842 fallece en Madrid.
Espronceda cultivó los principales géneros literarios, como la novela histórica, con Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar (1834), el poema épico, con El Pelayo, pero sus obras más importantes son las poéticas. Publicó Poesías en 1840 tras volver del exilio. Son una colección de poemas de carácter desigual que reúne poemas de juventud, de aire neoclásico, junto con otros del romanticismo más exaltado. Estos últimos son los más importantes, en los que engrandece a los tipos más marginales: «Canción del pirata», «El verdugo», «El mendigo», «Canto del cosaco». Las obras más importantes son El estudiante de Salamanca (1840) y El diablo mundo:
Nacido en Sevilla en 1836, se quedó huérfano en 1847. En 1854 se trasladó a Madrid donde, para poder sobrevivir, escribió artículos en periódicos de segunda fila y compuso en colaboración algunos libretos para zarzuelas.
A finales de la década de los años 50 se produce una renovación poética consistente en la fusión de la lírica de inspiración popular y la de influencia germánica. Bécquer, que será uno de sus líderes, se adscribió a ella desde la publicación de la primera de sus Rimas (Tu pupila es azul, 1859).
Su ideal lírico es resumido por el propio poeta en el Comentario a La Soledad de Augusto Ferrán así:
Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla de la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta; adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas. La primera es una melodía que nace, se desarrolla, acaba y se desvanece. La segunda es un acorde que se arranca de una arpa y se quedan las cuerdas vibrando con un sonido armonioso (...) La una es fruto divino de la unión del arte y la fantasía. La otra es la centella inflamada que brota del choque del sentimiento y la pasión.
Las poesías de Bécquer fueron reunidas tras su muerte bajo el título de Rimas por los amigos del poeta.
Rica Brown las agrupa según tres grandes temas:
Su primera obra seria fue Historia de los templos de España (1857), que contribuyó a la formación del estilo de su prosa y le hizo tomar contacto con los temas de alguna de sus leyendas.
Entre 1861 y 1863 publicó en varios periódicos de Madrid dieciocho de las veintidós leyendas que compuso. El género no era nuevo: a finales de los años cincuenta, las leyendas en prosa se hicieron muy populares como forma artística menor. Por ello no debe extrañarnos que su contenido sea menos original que su estilo, el cual ocupa un lugar único en la historia de la prosa española del siglo XIX.
Otra aportación de Bécquer al desarrollo de la prosa decimonónica española fue la creación del ensayo literario con las Cartas desde mi celda (1864), colección de epístolas intensamente personales escritas desde el monasterio de Veruela.
A finales de 1860 formó parte de la redacción del recién fundado El Contemporáneo (con el que también tuvieron que ver Juan Valera y Benito Pérez Galdós). En mayo de 1861 se casó con Casta Esteban y Navarro. Entre 1864 y 1868 trabajó como censor gubernamental de novelas. Este último año, se separó de su mujer.
Falleció el 22 de diciembre de 1870.
Durante el Romanticismo hay un gran deseo de ficción literaria, de novela, en contacto con las aventuras y el misterio, sin embargo, la producción española es escasa, limitándose en ocasiones a traducir novelas extranjeras. Fueron más de mil traducciones las que circularon en España antes de 1850, pertenecientes a escritores como Alejandro Dumas, Chateaubriand, Walter Scott, Victor Hugo, etc., del género histórico, sentimental, galante, folletinescas... La prosa española se limita básicamente en la novela, la prosa científica o erudita, el periodismo y el cultivo intenso del costumbrismo.
En el primer cuarto de siglo se distinguen cuatro tipos de novelas: la novela moral y educativa, la novela sentimental, la novela de terror y la novela anticlerical. De todas ellas, la más puramente romántica es la de tipo anticlerical. Sin embargo, la influencia romántica se plasmará, principalmente, en la novela histórica.
Aunque casi todas tienen una vida efímera, entre 1808 y 1814 hay una gran proliferación de publicaciones, ya que la prensa se va a convertir en un elemento importante del movimiento revolucionario-constitucionalista,
Con la vuelta en 1814 de Fernando VII comienza el conocido como Sexenio Absolutista, durante el que se ignoran todas las reformas llevadas a cabo y el pensamiento liberal se ve obligado a pasar a la clandestinidad. Hablar de periodismo en esta época es hacerlo de la prensa oficial, ya que los diarios con otras ideologías han sido clausurados.
Con el triunfo en 1820 del levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) y la jura de la Constitución de 1812 por Fernando VII se inicia el Trienio Liberal. Ese mismo año se proclama la libertad de imprenta -por la que todo lo que no era prensa ordinaria (folletos, hojas volanderas) pasa a la clandestinidad- y en 1822 se tipifican todos los delitos posibles en la actividad periodística (calumnia, injuria, etc.) Estas medidas favorecen una inmediata oleada de letra impresa, en la que predominan las publicaciones que apoyan a las distintas facciones liberales.
Las cabeceras más importantes de este período son:
En 1823, con la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, Fernando VII vuelve a abrazar el absolutismo. Sin embargo, en 1828 el rey inicia un tímido aperturismo, provocado por su necesidad de ganarse a los liberales en su lucha contra su hermano Carlos María Isidro por mantenerse en el poder. A partir de esa fecha, se permite la publicación de cabeceras costumbristas y románticas, que serán una vía de expresión para el pensamiento liberal.
Aunque desde 1833 hasta la Restauración, los periódicos van a intentar ser controlados y usados por los sucesivos gobiernos, no es menos cierto que es en esta época cuando las ideas democráticas (socialismo utópico saint-simoniano) comienzan a aparecer en de la prensa liberal a través de los artículos de algunos colaboradores.
Esta filtración ideológica se mantendrá durante la regencia de Espartero (1840-1843) y el reinado de Isabel II (1843-1868). Quizás de lo más destacable de este período, en lo que concierne a nuestro tema, sea el nacimiento del periodismo informativo, el acceso de la clase obrera a la prensa y la aparición de una serie de cabeceras que la tienen a ella como su receptora natural.
Entre 1868 y 1875 (reinado de Amadeo de Saboya y Primera República ) aparecen en España cerca de seiscientos periódicos. Esta explosión informativa se produce porque el proceso revolucionario comienza con la libertad de imprenta, que se recogerá en la Constitución de 1869.
Durante la Restauración asistimos al surgimiento de las grandes empresas periodísticas, favorecidas desde el poder, y que servirán de apoyo a la nueva situación política.
Al final del XIX tenemos una clase de periódico con unas características, no muy distintas de las que definen a los actuales:
Mariano José de Larra nació en Madrid en el año 1809 y murió en 1837. Escritor español. Su familia hubo de emigrar a Burdeos con la expulsión de las tropas napoleónicas, en 1813, pues era sospechosa de afrancesamiento, dado el cargo de cirujano militar al servicio de José Bonaparte que había desempeñado su padre. Gracias a la amnistía concedida por Fernando VII en 1818, la familia regresó a Madrid, y su padre se convirtió en médico personal del hermano del rey Fernando.
Larra estudió medicina en Madrid, aunque no llegó a terminar la carrera; en 1825 se trasladó a Valladolid para cursar derecho, estudios que continuaría en Valencia. Al parecer, por esta época se enamoró de una mujer que resultó ser la amante de su padre, lo que fue una dura experiencia para él.
Los años que residió en Francia podrían estar en el origen de su acerado sentido crítico con la realidad de España; sus artículos, aparecidos el un folleto mensual El Duende Satírico del Día y que firmaba con el pseudónimo «el Duende», le reportaron pronta fama como periodista.
Empezó a escribir artículos cuando vivía en Francia, publicados en el folleto mensual el Duende Satírico del Día. También colaboró como crítico de teatro con La revista española, donde firmaba sus crónicas bajo el pseudónimo de “Fígaro”. Se convirtió en uno de los periodistas más famosos y mejor pagados del país. También tradujo diversas obras de teatro francesas. Larra es conocido ante todo por sus artículos de costumbres.
De regreso en Madrid, trabajó para los periódicos El Redactor General y El Mundo. En esta época, la preocupación política dominaba en sus escritos y sus artículos estaban imbuidos de nostalgia. Posteriormente, utilizó el género para producir una serie de retratos de la sociedad tremendamente satíricos, en los que despliega su talento periodístico para describir la complacencia, la hipocresía, la vacuidad y la corrupción de la sociedad española.
Influido por el neoclasicismo francés, su vida se convirtió, sin embargo, en un símbolo de la confusión romántica.
Publicó con los pseudónimos de Duende, Fígaro y Juan Pérez de Munguía.
Frente al teatro costumbrista y moralizante del Neoclasicismo, se alza el drama romántico. Éste
Los dramas románticos se caracterizan por:
Los principales autores son Antonio García Gutiérrez, Juan Eugenio Hartzenbusch, el Duque de Rivas y José Zorrilla.
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El Romanticismo es el movimiento artístico e ideológico más original de la primera mitad del siglo XIX en Europa. La Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, junto con las transformaciones de la Revolución Industrial, provocaron un cambio en la sensibilidad y el gusto europeos respecto al clasicismo anterior.
El movimiento romántico hunde sus raíces en el siglo XVIII, al igual que el Neoclasicismo del que se considera la antítesis; pero no existe una clara separación entre ambas corrientes que podían coexistir. Las dos se inspiran en las ideas de la Ilustración.
El término «romántico» se aplicó por primera vez en la Inglaterra del siglo XVIII a los jardines ingleses “naturales”.
El Romanticismo es más una ideología y actitud de pensamiento y vida que un estilo. Al racionalismo del Neoclasicismo y a su idea de belleza armoniosa, el romántico opone su gusto por lo sublime, que provoca dolor e inspira terror, y por lo pintoresco y lo subjetivo. Es el triunfo del yo. La imaginación, que permite conectar con lo ininteligible y misterioso del cosmos, y el sentimiento ocupan el lugar de la razón. El romántico afirma su individualidad frente al mundo, su genio y su deseo de libertad.
Frente al amor por la Antigüedad del clásico, el artista romántico muestra interés por la Edad Media y el exotismo de Oriente. Siente pasión por la Historia, atraído por la diversidad de costumbres de los pueblos. A menudo el Romanticismo va unido al Nacionalismo. Frente al laicismo, algunos románticos proponen la vuelta a la Religión.
La burguesía, que se ha convertido en la clase dominante gracias a las revoluciones políticas, constituye la clientela mayoritaria en el siglo XIX. En general tiene un gusto reaccionario y académico en materia artística, a la vez que trata de imitar el lujo y los gustos de la aristocracia reduciendo los gastos. Los artistas románticos, interesados por las novedades, critican esta actitud y buscan escandalizar al burgués llevando una vida bohemia, siendo originales en modales, traje y conducta. Se inicia así una disociación entre el arte oficial de las Academias y Salones y el arte independiente de los artistas. El romántico, al luchar contra las reglas, se convierte en un revolucionario.
Los poetas románticos componen sus poemas en medio de un arrebato de sentimientos, plasmando en versos todo cuanto sienten o piensan. Según parte de la crítica literaria, en sus composiciones hay un lirismo de gran fuerza, sin embargo conviviendo con versos vulgares y prosaicos.
Varios son los temas de la lírica romántica:
También es de señalar que el nuevo espíritu afectó a la versificación. Frente a la monótona repetición neoclásica de letrillas y canciones, se proclamó el derecho de utilizar todas las variaciones métricas existentes, de aclimatar las de otras lenguas y de innovar cuando fuera preciso. El romanticismo se adelanta aquí, como en otros aspectos, a las audacias modernistas de fin de siglo.
Nació en 1808, en Almendralejo, Badajoz. Fundó la sociedad secreta de Los numantinos, cuya finalidad era «derribar al gobierno absoluto» vengando así el ahorcamiento y posterior mancillamiento del cadáver de Rafael del Riego. Sufrió reclusión por ello. Huye a Lisboa a los dieciocho años y se une con los exiliados liberales. Allí conoce a Teresa Mancha, mujer con la que vivió en Londres. Tras una actuación política agitada, vuelve a España en 1833. Lleva una vida disipada, plagada de lances y aventuras, por lo que Teresa Mancha lo abandona en 1838. Estaba a punto de casarse con otra amada, cuando en 1842 fallece en Madrid.
Espronceda cultivó los principales géneros literarios, como la novela histórica, con Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar (1834), el poema épico, con El Pelayo, pero sus obras más importantes son las poéticas. Publicó Poesías en 1840 tras volver del exilio. Son una colección de poemas de carácter desigual que reúne poemas de juventud, de aire neoclásico, junto con otros del romanticismo más exaltado. Estos últimos son los más importantes, en los que engrandece a los tipos más marginales: «Canción del pirata», «El verdugo», «El mendigo», «Canto del cosaco». Las obras más importantes son El estudiante de Salamanca (1840) y El diablo mundo:
Nacido en Sevilla en 1836, se quedó huérfano en 1847. En 1854 se trasladó a Madrid donde, para poder sobrevivir, escribió artículos en periódicos de segunda fila y compuso en colaboración algunos libretos para zarzuelas.
A finales de la década de los años 50 se produce una renovación poética consistente en la fusión de la lírica de inspiración popular y la de influencia germánica. Bécquer, que será uno de sus líderes, se adscribió a ella desde la publicación de la primera de sus Rimas (Tu pupila es azul, 1859).
Su ideal lírico es resumido por el propio poeta en el Comentario a La Soledad de Augusto Ferrán así:
Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla de la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta; adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas. La primera es una melodía que nace, se desarrolla, acaba y se desvanece. La segunda es un acorde que se arranca de una arpa y se quedan las cuerdas vibrando con un sonido armonioso (...) La una es fruto divino de la unión del arte y la fantasía. La otra es la centella inflamada que brota del choque del sentimiento y la pasión.
Las poesías de Bécquer fueron reunidas tras su muerte bajo el título de Rimas por los amigos del poeta.
Rica Brown las agrupa según tres grandes temas:
Su primera obra seria fue Historia de los templos de España (1857), que contribuyó a la formación del estilo de su prosa y le hizo tomar contacto con los temas de alguna de sus leyendas.
Entre 1861 y 1863 publicó en varios periódicos de Madrid dieciocho de las veintidós leyendas que compuso. El género no era nuevo: a finales de los años cincuenta, las leyendas en prosa se hicieron muy populares como forma artística menor. Por ello no debe extrañarnos que su contenido sea menos original que su estilo, el cual ocupa un lugar único en la historia de la prosa española del siglo XIX.
Otra aportación de Bécquer al desarrollo de la prosa decimonónica española fue la creación del ensayo literario con las Cartas desde mi celda (1864), colección de epístolas intensamente personales escritas desde el monasterio de Veruela.
A finales de 1860 formó parte de la redacción del recién fundado El Contemporáneo (con el que también tuvieron que ver Juan Valera y Benito Pérez Galdós). En mayo de 1861 se casó con Casta Esteban y Navarro. Entre 1864 y 1868 trabajó como censor gubernamental de novelas. Este último año, se separó de su mujer.
Falleció el 22 de diciembre de 1870.
Durante el Romanticismo hay un gran deseo de ficción literaria, de novela, en contacto con las aventuras y el misterio, sin embargo, la producción española es escasa, limitándose en ocasiones a traducir novelas extranjeras. Fueron más de mil traducciones las que circularon en España antes de 1850, pertenecientes a escritores como Alejandro Dumas, Chateaubriand, Walter Scott, Victor Hugo, etc., del género histórico, sentimental, galante, folletinescas... La prosa española se limita básicamente en la novela, la prosa científica o erudita, el periodismo y el cultivo intenso del costumbrismo.
En el primer cuarto de siglo se distinguen cuatro tipos de novelas: la novela moral y educativa, la novela sentimental, la novela de terror y la novela anticlerical. De todas ellas, la más puramente romántica es la de tipo anticlerical. Sin embargo, la influencia romántica se plasmará, principalmente, en la novela histórica.
Aunque casi todas tienen una vida efímera, entre 1808 y 1814 hay una gran proliferación de publicaciones, ya que la prensa se va a convertir en un elemento importante del movimiento revolucionario-constitucionalista,
Con la vuelta en 1814 de Fernando VII comienza el conocido como Sexenio Absolutista, durante el que se ignoran todas las reformas llevadas a cabo y el pensamiento liberal se ve obligado a pasar a la clandestinidad. Hablar de periodismo en esta época es hacerlo de la prensa oficial, ya que los diarios con otras ideologías han sido clausurados.
Con el triunfo en 1820 del levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) y la jura de la Constitución de 1812 por Fernando VII se inicia el Trienio Liberal. Ese mismo año se proclama la libertad de imprenta -por la que todo lo que no era prensa ordinaria (folletos, hojas volanderas) pasa a la clandestinidad- y en 1822 se tipifican todos los delitos posibles en la actividad periodística (calumnia, injuria, etc.) Estas medidas favorecen una inmediata oleada de letra impresa, en la que predominan las publicaciones que apoyan a las distintas facciones liberales.
Las cabeceras más importantes de este período son:
En 1823, con la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, Fernando VII vuelve a abrazar el absolutismo. Sin embargo, en 1828 el rey inicia un tímido aperturismo, provocado por su necesidad de ganarse a los liberales en su lucha contra su hermano Carlos María Isidro por mantenerse en el poder. A partir de esa fecha, se permite la publicación de cabeceras costumbristas y románticas, que serán una vía de expresión para el pensamiento liberal.
Aunque desde 1833 hasta la Restauración, los periódicos van a intentar ser controlados y usados por los sucesivos gobiernos, no es menos cierto que es en esta época cuando las ideas democráticas (socialismo utópico saint-simoniano) comienzan a aparecer en de la prensa liberal a través de los artículos de algunos colaboradores.
Esta filtración ideológica se mantendrá durante la regencia de Espartero (1840-1843) y el reinado de Isabel II (1843-1868). Quizás de lo más destacable de este período, en lo que concierne a nuestro tema, sea el nacimiento del periodismo informativo, el acceso de la clase obrera a la prensa y la aparición de una serie de cabeceras que la tienen a ella como su receptora natural.
Entre 1868 y 1875 (reinado de Amadeo de Saboya y Primera República ) aparecen en España cerca de seiscientos periódicos. Esta explosión informativa se produce porque el proceso revolucionario comienza con la libertad de imprenta, que se recogerá en la Constitución de 1869.
Durante la Restauración asistimos al surgimiento de las grandes empresas periodísticas, favorecidas desde el poder, y que servirán de apoyo a la nueva situación política.
Al final del XIX tenemos una clase de periódico con unas características, no muy distintas de las que definen a los actuales:
Mariano José de Larra nació en Madrid en el año 1809 y murió en 1837. Escritor español. Su familia hubo de emigrar a Burdeos con la expulsión de las tropas napoleónicas, en 1813, pues era sospechosa de afrancesamiento, dado el cargo de cirujano militar al servicio de José Bonaparte que había desempeñado su padre. Gracias a la amnistía concedida por Fernando VII en 1818, la familia regresó a Madrid, y su padre se convirtió en médico personal del hermano del rey Fernando.
Larra estudió medicina en Madrid, aunque no llegó a terminar la carrera; en 1825 se trasladó a Valladolid para cursar derecho, estudios que continuaría en Valencia. Al parecer, por esta época se enamoró de una mujer que resultó ser la amante de su padre, lo que fue una dura experiencia para él.
Los años que residió en Francia podrían estar en el origen de su acerado sentido crítico con la realidad de España; sus artículos, aparecidos el un folleto mensual El Duende Satírico del Día y que firmaba con el pseudónimo «el Duende», le reportaron pronta fama como periodista.
Empezó a escribir artículos cuando vivía en Francia, publicados en el folleto mensual el Duende Satírico del Día. También colaboró como crítico de teatro con La revista española, donde firmaba sus crónicas bajo el pseudónimo de “Fígaro”. Se convirtió en uno de los periodistas más famosos y mejor pagados del país. También tradujo diversas obras de teatro francesas. Larra es conocido ante todo por sus artículos de costumbres.
De regreso en Madrid, trabajó para los periódicos El Redactor General y El Mundo. En esta época, la preocupación política dominaba en sus escritos y sus artículos estaban imbuidos de nostalgia. Posteriormente, utilizó el género para producir una serie de retratos de la sociedad tremendamente satíricos, en los que despliega su talento periodístico para describir la complacencia, la hipocresía, la vacuidad y la corrupción de la sociedad española.
Influido por el neoclasicismo francés, su vida se convirtió, sin embargo, en un símbolo de la confusión romántica.
Publicó con los pseudónimos de Duende, Fígaro y Juan Pérez de Munguía.
Frente al teatro costumbrista y moralizante del Neoclasicismo, se alza el drama romántico. Éste
Los dramas románticos se caracterizan por:
Los principales autores son Antonio García Gutiérrez, Juan Eugenio Hartzenbusch, el Duque de Rivas y José Zorrilla.
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