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tipo de documento Lecciones
La Península Ibérica fue poblada desde fechas remotas por diferentes especies de homínidos– primates superiores-, durante la Prehistoria , etapa larga y oscura en que no existe la escritura y que sólo conocemos gracias a los restos materiales y fósiles.
Los primeros pobladores realizaban utensilios de piedra tallada a golpes, vivían de la caza, de la pesca y de la recolección - economía depredadora-. Se agrupaban en pequeños grupos nómadas, ya que se desplazaban siguiendo a los animales y ocasionalmente se refugiaban del frío en cuevas. No conocían la división del trabajo y su organización social era colectiva.
El proceso de hominización se inició en África hace unos cinco millones de años. De allí salió hace 1,5 millones años la especie homo ergaster (“hombre trabajador”) que se extendió por Oriente Próximo y Asia, donde evolucionó a homo erectus (hombre erguido). La mayoría de los prehistoriadores sostiene hoy que los primeros homínidos que colonizaron Europa y la Península Ibérica llegaron desde África, cuna de la humanidad, pero no directamente (por el estrecho de Gibraltar) sino a través de Asia por Ucrania y los Balcanes; los restos de útiles de piedra son semejantes a los de Oriente Próximo.
Paleolítico Inferior
Al Paleolítico Inferior pertenecen los restos fósiles más antiguos encontrados en Europa, localizados recientemente en España, en un yacimiento de extraordinaria importancia: la Sierra de Atapuerca (Burgos). El pasado 27 de junio de 2007 un equipo de investigadores dirigido por los paleoantropólogos Arsuaga y Bermúdez de Castro y el arqueólogo Carbonell, ha encontrado un diente humano de hace más de un millón de años en el nivel 9 del yacimiento de la Sima del Elefante, perteneciente a una especie aún por determinar descendiente del Homo ergaster.
En el nivel 6 de la Gran Dolina de Atapuerca se hallaron en 1994 ochenta y seis restos fósiles de una nueva especie, el Homo antecesor (“hombre predecesor”), de hace unos 800.000 años, pertenecientes al menos a seis individuos, de diferentes edades. Eran altos, fuertes y caníbales. Junto a ellos se encontraron numerosos restos líticos, de útiles grandes de sílex o cuarcita toscamente tallados, principalmente hachas de mano y cantos. Los directores del equipo descubridor fueron galardonados con el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1997.
También en la sierra de Atapuerca, en el yacimiento de la Sima de los Huesos se encontró una fabulosa colección de restos de un grupo de homínidos de cronología posterior (de unos 300.000 años de antigüedad). Eran esqueletos completos de treinta y dos individuos, en excelente estado de conservación, pertenecientes a la especie llamada Homo heidelbergensis (de Heidelberg, Alemania). Entre los fósiles hallados el llamado Cráneo 5 y la pelvis Elvis son de enorme importancia para el estudio de la evolución humana. Sin duda Atapuerca es el yacimiento de fósiles humanos más importante de la historia.
Los yacimientos de Torralba y Hambrona (Soria) y las terrazas del río Manzanares destacan también por sus abundantes restos de útiles y de fauna (rinocerontes, elefantes, caballos, ciervos, etc) Ya en el Paleolítico Medio (100.000- 40.000 a.C), vivió en la Península el Homo neanderthalensis (el fósil más célebre se encontró en el valle del Neander, Alemania): esta especie, muy robusta y fuerte, vivía en cuevas, hacía útiles tallados muy elaborados (raederas, buriles, raspadores, puntas), conocía el fuego y enterraba a los muertos. Apareció en Europa hace unos 230.000 años, pero su apogeo se dio entre 80.000 y 50.000 y se extinguió hace unos 30.000 años por causas desconocidas. Se han encontrado abundantes restos fósiles de neandertales (mandíbula de Bañolas, parietal de Cova Negre (Játiva) y cráneo de Gibraltar)
Paleolítico Superior
Por último, durante el Paleolítico Superior (40.0000- 9.000 a.C), llegó el Homo sapiens sapiens, conocido como de Cro-Magnon (Dordoña, Francia). Se trata de una nueva especie africana que llegó a la Península ibérica hacia el 40.000 a. C y convivió durante un tiempo con el homo de Neanderthal, aunque sin mezclarse; los neanderthales no consiguieron sobrevivir a la competencia del Homo sapiens. De rasgos físicos semejantes a los actuales, además de la piedra trabajaba el hueso, con útiles más complejos (azagayas, agujas, arpones, puntas de flecha); expresaba sus creencias en ritos funerarios y realizó arte rupestre en cavernas, la mayoría en la zona cantábrica (Altamira, Tito Bustillo, Parpalló, El Castillo). Las pinturas y grabados son generalmente de animales propios del periodo glaciar (bisontes, toros, caballos, ciervos…) aislados y de gran tamaño, a veces superpuestos y sin formar escenas, de estilo naturalista, aprovechando los salientes de la roca para conseguir volumen y policromados (los colores predominantes son el negro y el rojo). No se conoce el significado de estas pinturas, se piensa que estarían relacionadas con ritos y creencias mágicas, para propiciar la caza y la fertilidad.
Al finalizar la última glaciación, hacia el 9.000 a. C, el clima se suavizó, desapareciendo la fauna adaptada al frío por lo que la caza disminuyó. Al aumentar la población, los hombres se vieron obligados a adaptar su economía a las nuevas condiciones ambientales. El periodo intermedio entre el Paleolítico y el Neolítico se denomina Mesolítico o Epipaleolítico (9.000- 5000 a.C).
Subsistía la economía depredadora, pero la caza de animales más pequeños se realizaba con microlitos, de los que se han hallado abundantes muestras. También hay concheros en la costa cantábrica. En este periodo apareció el arte rupestre levantino. Se realizaron pinturas en abrigos al aire libre como Cogull (Lérida) y barranco de la Valltorta (Castellón), en las que se representan escenas narrativas (de caza, danza, guerra) y en las que aparecen figuras humanas monócromas muy estilizadas. Este arte continuaría durante el Neolítico.
Hacia el 5000 a.C. se inició la revolución neolítica en la Península Ibérica, tanto por la influencia cultural del Próximo Oriente —donde apareció hacia el 8.000 a.C.— como por la evolución de las culturas autóctonas en contacto con ella. Es el periodo de la “piedra nueva” o pulimentada. Se pasará de una economía depredadora a otra productora, con la aparición de la agricultura y la ganadería. Los excedentes van a permitir una mejor alimentación, lo que dará lugar a un incremento demográfico. Los hombres se harán sedentarios, formando poblados. Habrá una complejidad social creciente y una especialización del trabajo, dándose una cierta jerarquización social debido a diferencias de riqueza y poder. Aparecerá la cerámica, la cestería y la elaboración de tejidos; más tarde también la navegación y el comercio.
El Neolítico surgió primero en el levante y sur de la Península Ibérica. Al principio vivían todavía en cuevas, pero cultivaban trigo y cebada y domesticaban animales. Elaboraban la cerámica cardial , decorada con conchas de molusco (cardium edule) El yacimiento más importante es Cova d´Or (Alicante). Más tarde construyeron poblados estables, y enterraban a sus muertos en sepulcros de fosa organizadas en necrópolis . En el resto de la Península el paso al Neolítico será más tardío.
La metalurgia, descubierta en el Próximo Oriente, sustituirá al uso de la piedra. La edad de los metales se divide en tres periodos, en función del material utilizado:
La Edad del Cobre o Calcolítico (Tercer milenio a.C.)
El cobre fue el primer metal usado. Llegarán por el Mediterráneo pequeños grupos de emigrantes buscando cobre y estaño, que se asentarán sobre las poblaciones neolíticas. El foco más importante está en el Sureste peninsular, debido a la abundancia de minas de cobre. En Almería aparecieron poblados fortificados con murallas; el más importante es el de Los Millares, que da nombre a la cultura de los Millares. Se sitúa hacia el 2300 aC y cuenta con tumbas colectivas realizadas con grandes piedras (megalitismo), en las que se enterraban las personas acompañadas de sus ajuares. En Andalucía y Extremadura hay muchas tumbas megalítica -dólmenes y tumbas de corredor-, como las de Menga, el Romeral y la Pastora.
La llamada cultura del vaso campaniforme, una cerámica con forma de campana invertida, que se extendió por toda Europa, tradicionalmente se ha considerado perteneciente a este periodo aunque en la actualidad hay teorías que la consideran más moderna, de la Edad del Bronce.
La Edad del Bronce (Segundo milenio a.C.)
También del Mediterráneo oriental llegó a la Península Ibérica la técnica del bronce (aleación de cobre y estaño). Se desarrollaron dos focos culturales muy importantes:
La Edad del Hierro (Primer milenio aC)
Los celtas, pueblos indoeuropeos procedentes de Centroeuropa, empezaron a invadir la Península Ibérica a través de los Pirineos en sucesivas oleadas desde el 1100 aC. En el noreste peninsular apareció la cultura de los campos de urnas. Más tarde se establecieron en el norte peninsular (Galicia y Asturias) donde surgió la cultura de los castros (poblados defensivos. Los celtas extendieron la metalurgia del hierro y el uso del arado.
Durante la Edad del Hierro se produjo también la llegada de los pueblos colonizadores históricos: fenicios, griegos y cartagineses, así como el auge de Tartessos.
El primer milenio a.C es un periodo conocido como la Edad del Hierro o también protohistoria, debido a que aparecieron los primeros textos escritos sobre la Península Ibérica. A ella llegaron pueblos procedentes del Mediterráneo oriental, cuyo objetivo era comerciar con los indígenas para obtener metales (cobre, oro, plata, estaño) y otros productos. Al estar más avanzados, ejercieron una gran labor colonizadora sobre ellos.
Los fenicios, de origen semita, se establecieron en la costa de Siria, región del Asia occidental comprendida entre os montes del Líbano y el mar Mediterráneo. La región que ocuparon, llamada luego Fenicia, era una estrecha franja litoral de 200 Km. de largo por 35 a 40 Km. de ancho. Es una costa abierta que permite la navegación y en a que soplan vientos en dirección a la isla de Creta y Egipto. Gracias a estas condiciones, los fenicios se convirtieron en uno de los primeros navegantes de la historia, y también dieron origen a una de las primeras civilizaciones marítimas.
Sus navegantes se aventuraron por el Mediterráneo recorriendo el Sur de Italia, y el Norte africano; fueron además los primeros que establecieron relaciones comerciales con España. Navegaron también por las costas atlánticas y según testimonios egipcios, realizaron la hazaña de dar vuelta al África. Fue el período fenicio de mayor esplendor, que duró hasta el 900 a.C., aproximadamente.
En la cúspide de la sociedad fenicia estaban los comerciantes adinerados, que ocupaban los cargos de gobierno y manejaban los resortes del poder. El resto de la población lo componían los artesanos, los cargadores y los tripulantes de las naves. También había esclavos.
Los fenicios eran hábiles navegantes y comerciantes. Desarrollaron una importante actividad mercantil convirtiéndose prácticamente en los dueños del Mediterráneo en los siglos XI a VIII a.C. Además del comercio marítimo, recibían artículos por tierra, generalmente pequeños, traídos de Arabia. Los fenicios fueron los intermediarios entre Oriente y Occidente.
Las mercaderías más importantes que comerciaban eran:
Los fenicios fueron uno de los primeros pueblos de la antigüedad que fundaron colonias y factorías. Las colonias eran territorios conquistados o adquiridos, donde se esta Hecia una parte de la población fenicia en forma permanente. Con el tiempo, algunas desarrollaron una vida propia y compitieron incluso con su ciudad fundadora. Entre las colonias más importantes se destacan Gades (Cadiz) en el Sur de España, y Cartago en el Norte de África que siglos después disputara el dominio del Mediterráneo con os romanos. Las factorías en cambio eran puertos de escala o lugares de depositas de mercaderías sin una población permanente constituían sitios de refugio para recuperarse en las largas travesías y recoger provisiones.
Los fenicios estuvieron divididos en múltiples ciudades-estados. Cada una de ellas era independiente del resto con sus propias instituciones y sus intereses diferentes Cada ciudad fenicia un rey. Su poder no era absoluto ya que existían otras instituciones como el Consejo de Ancianos con el que deba compartir sus decisiones. Este consejo estaba compuesto por 100 miembros ricos mercaderes. Su función era asesorar al monarca en cuestiones de política y economía.
Más tarde llegaron los griegos, rivales comerciales de los fenicios. Los focenses desde Massalia (Marsella) fundaron colonias en la costa catalana: Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias, en el 575 a.C). Es posible que compartieran con fenicios Hemeroskopeion (Denia) y Mainake (junto a Málaga), cuya existencia no ha sido confirmada arqueológicamente. Los griegos aportaron: el olivo, el asno, la gallina, difunden el arado, la acuñación de moneda, bellas obras de arte, y añadieron vocales al alfabeto.
Tanto fenicios como griegos comerciaron con el misterioso Tartessos, una ciudad o un reino del SO de la península, que es el primer estado peninsular del que se tiene noticia histórica. No se conoce su origen. Las fuentes griegas hablan de que poseía gran riqueza minera (oro, plata, cobre), agrícola y mercantil, ya que controlaba el comercio del estaño; estaba gobernado por reyes, como Argantonio, y tenía leyes escritas. No se han encontrado restos arqueológicos de ciudades pero sí tesoros como el de El Carambolo (Sevilla. Tartessos probablemente desapareció en el siglo V a. C al ser ocupado por los cartagineses.
El año 550 a. C. los Cartagineses pusieron guarniciones en el litoral español para ayudar a los Fenicios contra los Tartesios. No se contentaron con esto, y sometieron a los Iberos, apoderándose de la costa Mediterránea. Llegaron hasta Cádiz y expulsaron a los Fenicios (501 a. C.)
Los Iberos eran habituales mercenarios en los ejércitos cartagineses, y así lucharon en Sicilia (480 a. C.), en la guerra contra Selinonte (410 a. C.), y en otras guerras contra los territorios más meridionales de Italia y Sicilia. Los honderos baleares se distinguieron en la guerra contra Agatocles y en la batalla de Himera (350? a. C.) en la que salvaron con su valor al ejército Cartaginés.
El año 248 a. C., los Cartagineses hicieron el primer tratado con los Romanos, en el que se ponía un cierto freno a la ocupación cartaginesa en la Península Ibérica.
Durante la primera guerra Púnica que enfrentó a Romanos y Cartagineses (264 - 241 a. C.), los Iberos participaron en el ejército cartaginés. Al perder la guerra, los Cartagineses perdieron también sus posesiones en Iberia como indemnización por la pérdida de Sicilia en favor de Roma. Más tarde, Amílcar Barca tuvo que conquistarlas de nuevo.
Los Romanos, preocupados por esta expansión, enviaron otra embajada el año 226 a. C., en la que aceptaban que los Cartagineses ocuparan los territorios al sur de dicho río, con tal que no lo atravesaran con intenciones guerreras. El dominio cartaginés se extendió por todo el litoral mediterráneo hasta la desembocadura del Ebro, y, entre las fundaciones más importantes se cuenta Carthago Nova (Cartagena).
Los íberos eran un conjunto de pueblos autóctonos, descendientes de los pobladores neolíticos de la costa mediterránea. Turdetanos, bastetanos, contestanos, edetanos, indigetes, layetanos, ilergetes etc. organizados en tribus, no formaban una unidad política sino cultural, ya que al sustrato cultural indígena se superpusieron influencias de los pueblos colonizadores mediterráneos (fenicios, cartagineses y griegos), que produjeron una síntesis cultural de gran originalidad. La cultura ibérica se desarrolló en torno a los siglos VI-V a. de C. y perduró hasta la romanización (siglo I a. de C).
Hablaban la misma lengua y conocían la escritura, que no se ha podido descifrar. Su economía se basaba en agricultura, ganadería, minería, comercio y moneda. Se organizaban políticamente en ciudades-estado, bajo reyezuelos (régulos) o asambleas. Sus poblados amurallados se situaban en lugares estratégicos (Azaila, Ullastret). La sociedad estaba muy jerarquizada, desde la aristocracia hasta los esclavos, existiendo relaciones de carácter personal (como la “devotio ibérica”).
Rendían culto a sus dioses en santuarios situados al aire libre, como los de Despeñaperros (Jaén) y Cerro de los Santos (Albacete). En ellos se han hallado muchos exvotos de bronce. En su arte destacan las esculturas en piedra con influencias fenicias y griegas, como las llamadas damas (Dama de Elche, de Baza) y esculturas de animales con finalidad protectora, como la Bicha de Balazote.
Los pueblos celtas del centro y oeste peninsular (vacceos, vetones, carpetanos, lusitanos, entre otros) estaban más atrasados que los íberos. Tenían economía agrícola o ganadera, comercio escaso y sin moneda; la sociedad se organizaba en tribus, agrupadas por parentesco en clanes y gobernadas por una aristocracia guerrera, elegida según el prestigio personal. Tenían rica orfebrería en oro y plata.
Los celtíberos de la zona oriental de la Meseta (arévacos, pelendones, celtíberos...) eran el resultado del contacto de la cultura celta con la ibérica. Su ciudad más importante era Numancia (Soria).
Los pueblos del norte peninsular (galaicos, astures, cántabros, vascones), de origen indoeuropeo, salvo los vascones, eran los más atrasados debido a su aislamiento. Vivían fundamentalmente de la ganadería y pesca; sus poblados (castros) estaban fuertemente amurallados.
La conquista fue un proceso largo, desde finales del siglo III AC. Hasta finales del siglo I AC. Eso obedeció ante el hecho de que Roma nunca tuvo un plan de Conquista, sino que fue consecuencia de diversos proyectos que se fueron sucediendo en el tiempo.
Para hablar del proceso de romanización habría que delimitar primero lo que se entiendo por “romanización” y en este sentido el concepto de romanización alude a la integración plena de una sociedad determinada, en este caso la hispana, en el conjunto del mundo romano, incluyendo los mas variados aspectos: dominación del territorio, adaptación a la sociedad, política , economía y cultura romanas... etc. Es decir un fenómeno de aculturación. Los pueblos indígenas, íberos celtas y celtiberos fueron asimilando una cultura “superior” la romana y de hecho al final del proceso , que no fue homogéneo como después analizaremos , quedaron integrados en la estructura administrativa provincial de Roma.
La romanización es un momento clave de la historia cultural de los pueblos de la península. En ella podemos distinguir varios aspectos básicos:
Los romanos sufrieron una profunda crisis a partir del siglo III DC, manifestándose en el terreno económico y en el social. Bajo el punto de vista económico se aprecia un retroceso notable en la producción artesanal y en el comercio, a la vez que crecía la infracción y se depreciaba las monedas, por esto las ciudades experimentaron un declive imparable. En el punto de vista social, se hacía más grande la separación entre humiliores y honestiores, la esclavitud retrocedió debido al fin de las guerras de conquista y a la liberaciones frecuentes de esclavos, pero empeoraba la condición de los labriegos, convertidos en colonos que trabajaban en grandes propiedades. En los últimos tiempo del Imperio, los grupos más desfavorecidos como los campesinos, conocidos como bagaudas, protagonizaron sacudidas.
En 409, alanos, suevos y vándalos se adentran en Hispania, sin encontrar resistencia. Para frenar el avance, el Imperio romano autorizó a los visigodos a asentarse en el sur de la Galia y controlar territorios de Hispania. Entre 416 y 476 expulsaron a los alanos y los vándalos, y confinaron a los suevos en Galicia. El Imperio romano desapareció en 476, y los visigodos alcanzaron su independencia. En 507, tras la derrota en la batalla de Vouillé, los visigodos en masa se desplazaron hacia Hispania, expulsados de la Galia por los francos, conservando sólo el control de Narbona y la Septimania en la actual Francia. El reino hispano-visigodo adoptó Toledo como su capital.
La monarquía se fomentó a partir de una unificación jurídica, política, religiosa y territorial. Suintila expulsó a los bizantinos en 625, que ocupaban el este de Hispania. Dominaron el territorio y estructuraron una monarquía no hereditaria en la que el monarca se apoyaba en el Aula Regia y en los Concilios de Toledo. Leovigildo promovió la igualdad entre hispanorromanos y visigodos, y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos. Posteriormente, en 589, Recaredo se convirtió al cristianismo, y Recesvinto promovió una única ley, el Liber Iudiciorum, para ambos pueblos.
A finales del siglo VII, las luchas internas por el poder entre la nobleza son continuas. Además, la crisis social y económica, llevaron al reino visigodo a una situación límite. El rey Wamba sucesor de Recesvinto, combatía a los vascones en el norte de la Península cuando surgió una nueva rebelión en la Septimania, pero consiguió apaciguarla. Su reinado acabó por una conspiración, fue depuesto tras administrarle una bebida narcótica, quedó sin sentido, y le tonsuraron, con lo cual consiguieron que no pudiera seguir siendo rey (entre los visigodos era condición inexcusable que el monarca tuviera larga cabellera). Las contiendas se generalizaron durante los reinados de Égica y Witiza. Cuando el último rey, Rodrigo alcanzó el trono, sus rivales, los partidarios de Witiza se aliaron con el líder musulmán norteafricano Táriq Ibn Ziyad, y traicionaron al ejército de Rodrigo, pasándose los witizanos al bando musulmán, quien, tras su victoria en el año 711 en la batalla de Guadalete, inicia la invasión de la península ibérica.
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La Península Ibérica fue poblada desde fechas remotas por diferentes especies de homínidos– primates superiores-, durante la Prehistoria , etapa larga y oscura en que no existe la escritura y que sólo conocemos gracias a los restos materiales y fósiles.
Los primeros pobladores realizaban utensilios de piedra tallada a golpes, vivían de la caza, de la pesca y de la recolección - economía depredadora-. Se agrupaban en pequeños grupos nómadas, ya que se desplazaban siguiendo a los animales y ocasionalmente se refugiaban del frío en cuevas. No conocían la división del trabajo y su organización social era colectiva.
El proceso de hominización se inició en África hace unos cinco millones de años. De allí salió hace 1,5 millones años la especie homo ergaster (“hombre trabajador”) que se extendió por Oriente Próximo y Asia, donde evolucionó a homo erectus (hombre erguido). La mayoría de los prehistoriadores sostiene hoy que los primeros homínidos que colonizaron Europa y la Península Ibérica llegaron desde África, cuna de la humanidad, pero no directamente (por el estrecho de Gibraltar) sino a través de Asia por Ucrania y los Balcanes; los restos de útiles de piedra son semejantes a los de Oriente Próximo.
Paleolítico Inferior
Al Paleolítico Inferior pertenecen los restos fósiles más antiguos encontrados en Europa, localizados recientemente en España, en un yacimiento de extraordinaria importancia: la Sierra de Atapuerca (Burgos). El pasado 27 de junio de 2007 un equipo de investigadores dirigido por los paleoantropólogos Arsuaga y Bermúdez de Castro y el arqueólogo Carbonell, ha encontrado un diente humano de hace más de un millón de años en el nivel 9 del yacimiento de la Sima del Elefante, perteneciente a una especie aún por determinar descendiente del Homo ergaster.
En el nivel 6 de la Gran Dolina de Atapuerca se hallaron en 1994 ochenta y seis restos fósiles de una nueva especie, el Homo antecesor (“hombre predecesor”), de hace unos 800.000 años, pertenecientes al menos a seis individuos, de diferentes edades. Eran altos, fuertes y caníbales. Junto a ellos se encontraron numerosos restos líticos, de útiles grandes de sílex o cuarcita toscamente tallados, principalmente hachas de mano y cantos. Los directores del equipo descubridor fueron galardonados con el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1997.
También en la sierra de Atapuerca, en el yacimiento de la Sima de los Huesos se encontró una fabulosa colección de restos de un grupo de homínidos de cronología posterior (de unos 300.000 años de antigüedad). Eran esqueletos completos de treinta y dos individuos, en excelente estado de conservación, pertenecientes a la especie llamada Homo heidelbergensis (de Heidelberg, Alemania). Entre los fósiles hallados el llamado Cráneo 5 y la pelvis Elvis son de enorme importancia para el estudio de la evolución humana. Sin duda Atapuerca es el yacimiento de fósiles humanos más importante de la historia.
Los yacimientos de Torralba y Hambrona (Soria) y las terrazas del río Manzanares destacan también por sus abundantes restos de útiles y de fauna (rinocerontes, elefantes, caballos, ciervos, etc) Ya en el Paleolítico Medio (100.000- 40.000 a.C), vivió en la Península el Homo neanderthalensis (el fósil más célebre se encontró en el valle del Neander, Alemania): esta especie, muy robusta y fuerte, vivía en cuevas, hacía útiles tallados muy elaborados (raederas, buriles, raspadores, puntas), conocía el fuego y enterraba a los muertos. Apareció en Europa hace unos 230.000 años, pero su apogeo se dio entre 80.000 y 50.000 y se extinguió hace unos 30.000 años por causas desconocidas. Se han encontrado abundantes restos fósiles de neandertales (mandíbula de Bañolas, parietal de Cova Negre (Játiva) y cráneo de Gibraltar)
Paleolítico Superior
Por último, durante el Paleolítico Superior (40.0000- 9.000 a.C), llegó el Homo sapiens sapiens, conocido como de Cro-Magnon (Dordoña, Francia). Se trata de una nueva especie africana que llegó a la Península ibérica hacia el 40.000 a. C y convivió durante un tiempo con el homo de Neanderthal, aunque sin mezclarse; los neanderthales no consiguieron sobrevivir a la competencia del Homo sapiens. De rasgos físicos semejantes a los actuales, además de la piedra trabajaba el hueso, con útiles más complejos (azagayas, agujas, arpones, puntas de flecha); expresaba sus creencias en ritos funerarios y realizó arte rupestre en cavernas, la mayoría en la zona cantábrica (Altamira, Tito Bustillo, Parpalló, El Castillo). Las pinturas y grabados son generalmente de animales propios del periodo glaciar (bisontes, toros, caballos, ciervos…) aislados y de gran tamaño, a veces superpuestos y sin formar escenas, de estilo naturalista, aprovechando los salientes de la roca para conseguir volumen y policromados (los colores predominantes son el negro y el rojo). No se conoce el significado de estas pinturas, se piensa que estarían relacionadas con ritos y creencias mágicas, para propiciar la caza y la fertilidad.
Al finalizar la última glaciación, hacia el 9.000 a. C, el clima se suavizó, desapareciendo la fauna adaptada al frío por lo que la caza disminuyó. Al aumentar la población, los hombres se vieron obligados a adaptar su economía a las nuevas condiciones ambientales. El periodo intermedio entre el Paleolítico y el Neolítico se denomina Mesolítico o Epipaleolítico (9.000- 5000 a.C).
Subsistía la economía depredadora, pero la caza de animales más pequeños se realizaba con microlitos, de los que se han hallado abundantes muestras. También hay concheros en la costa cantábrica. En este periodo apareció el arte rupestre levantino. Se realizaron pinturas en abrigos al aire libre como Cogull (Lérida) y barranco de la Valltorta (Castellón), en las que se representan escenas narrativas (de caza, danza, guerra) y en las que aparecen figuras humanas monócromas muy estilizadas. Este arte continuaría durante el Neolítico.
Hacia el 5000 a.C. se inició la revolución neolítica en la Península Ibérica, tanto por la influencia cultural del Próximo Oriente —donde apareció hacia el 8.000 a.C.— como por la evolución de las culturas autóctonas en contacto con ella. Es el periodo de la “piedra nueva” o pulimentada. Se pasará de una economía depredadora a otra productora, con la aparición de la agricultura y la ganadería. Los excedentes van a permitir una mejor alimentación, lo que dará lugar a un incremento demográfico. Los hombres se harán sedentarios, formando poblados. Habrá una complejidad social creciente y una especialización del trabajo, dándose una cierta jerarquización social debido a diferencias de riqueza y poder. Aparecerá la cerámica, la cestería y la elaboración de tejidos; más tarde también la navegación y el comercio.
El Neolítico surgió primero en el levante y sur de la Península Ibérica. Al principio vivían todavía en cuevas, pero cultivaban trigo y cebada y domesticaban animales. Elaboraban la cerámica cardial , decorada con conchas de molusco (cardium edule) El yacimiento más importante es Cova d´Or (Alicante). Más tarde construyeron poblados estables, y enterraban a sus muertos en sepulcros de fosa organizadas en necrópolis . En el resto de la Península el paso al Neolítico será más tardío.
La metalurgia, descubierta en el Próximo Oriente, sustituirá al uso de la piedra. La edad de los metales se divide en tres periodos, en función del material utilizado:
La Edad del Cobre o Calcolítico (Tercer milenio a.C.)
El cobre fue el primer metal usado. Llegarán por el Mediterráneo pequeños grupos de emigrantes buscando cobre y estaño, que se asentarán sobre las poblaciones neolíticas. El foco más importante está en el Sureste peninsular, debido a la abundancia de minas de cobre. En Almería aparecieron poblados fortificados con murallas; el más importante es el de Los Millares, que da nombre a la cultura de los Millares. Se sitúa hacia el 2300 aC y cuenta con tumbas colectivas realizadas con grandes piedras (megalitismo), en las que se enterraban las personas acompañadas de sus ajuares. En Andalucía y Extremadura hay muchas tumbas megalítica -dólmenes y tumbas de corredor-, como las de Menga, el Romeral y la Pastora.
La llamada cultura del vaso campaniforme, una cerámica con forma de campana invertida, que se extendió por toda Europa, tradicionalmente se ha considerado perteneciente a este periodo aunque en la actualidad hay teorías que la consideran más moderna, de la Edad del Bronce.
La Edad del Bronce (Segundo milenio a.C.)
También del Mediterráneo oriental llegó a la Península Ibérica la técnica del bronce (aleación de cobre y estaño). Se desarrollaron dos focos culturales muy importantes:
La Edad del Hierro (Primer milenio aC)
Los celtas, pueblos indoeuropeos procedentes de Centroeuropa, empezaron a invadir la Península Ibérica a través de los Pirineos en sucesivas oleadas desde el 1100 aC. En el noreste peninsular apareció la cultura de los campos de urnas. Más tarde se establecieron en el norte peninsular (Galicia y Asturias) donde surgió la cultura de los castros (poblados defensivos. Los celtas extendieron la metalurgia del hierro y el uso del arado.
Durante la Edad del Hierro se produjo también la llegada de los pueblos colonizadores históricos: fenicios, griegos y cartagineses, así como el auge de Tartessos.
El primer milenio a.C es un periodo conocido como la Edad del Hierro o también protohistoria, debido a que aparecieron los primeros textos escritos sobre la Península Ibérica. A ella llegaron pueblos procedentes del Mediterráneo oriental, cuyo objetivo era comerciar con los indígenas para obtener metales (cobre, oro, plata, estaño) y otros productos. Al estar más avanzados, ejercieron una gran labor colonizadora sobre ellos.
Los fenicios, de origen semita, se establecieron en la costa de Siria, región del Asia occidental comprendida entre os montes del Líbano y el mar Mediterráneo. La región que ocuparon, llamada luego Fenicia, era una estrecha franja litoral de 200 Km. de largo por 35 a 40 Km. de ancho. Es una costa abierta que permite la navegación y en a que soplan vientos en dirección a la isla de Creta y Egipto. Gracias a estas condiciones, los fenicios se convirtieron en uno de los primeros navegantes de la historia, y también dieron origen a una de las primeras civilizaciones marítimas.
Sus navegantes se aventuraron por el Mediterráneo recorriendo el Sur de Italia, y el Norte africano; fueron además los primeros que establecieron relaciones comerciales con España. Navegaron también por las costas atlánticas y según testimonios egipcios, realizaron la hazaña de dar vuelta al África. Fue el período fenicio de mayor esplendor, que duró hasta el 900 a.C., aproximadamente.
En la cúspide de la sociedad fenicia estaban los comerciantes adinerados, que ocupaban los cargos de gobierno y manejaban los resortes del poder. El resto de la población lo componían los artesanos, los cargadores y los tripulantes de las naves. También había esclavos.
Los fenicios eran hábiles navegantes y comerciantes. Desarrollaron una importante actividad mercantil convirtiéndose prácticamente en los dueños del Mediterráneo en los siglos XI a VIII a.C. Además del comercio marítimo, recibían artículos por tierra, generalmente pequeños, traídos de Arabia. Los fenicios fueron los intermediarios entre Oriente y Occidente.
Las mercaderías más importantes que comerciaban eran:
Los fenicios fueron uno de los primeros pueblos de la antigüedad que fundaron colonias y factorías. Las colonias eran territorios conquistados o adquiridos, donde se esta Hecia una parte de la población fenicia en forma permanente. Con el tiempo, algunas desarrollaron una vida propia y compitieron incluso con su ciudad fundadora. Entre las colonias más importantes se destacan Gades (Cadiz) en el Sur de España, y Cartago en el Norte de África que siglos después disputara el dominio del Mediterráneo con os romanos. Las factorías en cambio eran puertos de escala o lugares de depositas de mercaderías sin una población permanente constituían sitios de refugio para recuperarse en las largas travesías y recoger provisiones.
Los fenicios estuvieron divididos en múltiples ciudades-estados. Cada una de ellas era independiente del resto con sus propias instituciones y sus intereses diferentes Cada ciudad fenicia un rey. Su poder no era absoluto ya que existían otras instituciones como el Consejo de Ancianos con el que deba compartir sus decisiones. Este consejo estaba compuesto por 100 miembros ricos mercaderes. Su función era asesorar al monarca en cuestiones de política y economía.
Más tarde llegaron los griegos, rivales comerciales de los fenicios. Los focenses desde Massalia (Marsella) fundaron colonias en la costa catalana: Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias, en el 575 a.C). Es posible que compartieran con fenicios Hemeroskopeion (Denia) y Mainake (junto a Málaga), cuya existencia no ha sido confirmada arqueológicamente. Los griegos aportaron: el olivo, el asno, la gallina, difunden el arado, la acuñación de moneda, bellas obras de arte, y añadieron vocales al alfabeto.
Tanto fenicios como griegos comerciaron con el misterioso Tartessos, una ciudad o un reino del SO de la península, que es el primer estado peninsular del que se tiene noticia histórica. No se conoce su origen. Las fuentes griegas hablan de que poseía gran riqueza minera (oro, plata, cobre), agrícola y mercantil, ya que controlaba el comercio del estaño; estaba gobernado por reyes, como Argantonio, y tenía leyes escritas. No se han encontrado restos arqueológicos de ciudades pero sí tesoros como el de El Carambolo (Sevilla. Tartessos probablemente desapareció en el siglo V a. C al ser ocupado por los cartagineses.
El año 550 a. C. los Cartagineses pusieron guarniciones en el litoral español para ayudar a los Fenicios contra los Tartesios. No se contentaron con esto, y sometieron a los Iberos, apoderándose de la costa Mediterránea. Llegaron hasta Cádiz y expulsaron a los Fenicios (501 a. C.)
Los Iberos eran habituales mercenarios en los ejércitos cartagineses, y así lucharon en Sicilia (480 a. C.), en la guerra contra Selinonte (410 a. C.), y en otras guerras contra los territorios más meridionales de Italia y Sicilia. Los honderos baleares se distinguieron en la guerra contra Agatocles y en la batalla de Himera (350? a. C.) en la que salvaron con su valor al ejército Cartaginés.
El año 248 a. C., los Cartagineses hicieron el primer tratado con los Romanos, en el que se ponía un cierto freno a la ocupación cartaginesa en la Península Ibérica.
Durante la primera guerra Púnica que enfrentó a Romanos y Cartagineses (264 - 241 a. C.), los Iberos participaron en el ejército cartaginés. Al perder la guerra, los Cartagineses perdieron también sus posesiones en Iberia como indemnización por la pérdida de Sicilia en favor de Roma. Más tarde, Amílcar Barca tuvo que conquistarlas de nuevo.
Los Romanos, preocupados por esta expansión, enviaron otra embajada el año 226 a. C., en la que aceptaban que los Cartagineses ocuparan los territorios al sur de dicho río, con tal que no lo atravesaran con intenciones guerreras. El dominio cartaginés se extendió por todo el litoral mediterráneo hasta la desembocadura del Ebro, y, entre las fundaciones más importantes se cuenta Carthago Nova (Cartagena).
Los íberos eran un conjunto de pueblos autóctonos, descendientes de los pobladores neolíticos de la costa mediterránea. Turdetanos, bastetanos, contestanos, edetanos, indigetes, layetanos, ilergetes etc. organizados en tribus, no formaban una unidad política sino cultural, ya que al sustrato cultural indígena se superpusieron influencias de los pueblos colonizadores mediterráneos (fenicios, cartagineses y griegos), que produjeron una síntesis cultural de gran originalidad. La cultura ibérica se desarrolló en torno a los siglos VI-V a. de C. y perduró hasta la romanización (siglo I a. de C).
Hablaban la misma lengua y conocían la escritura, que no se ha podido descifrar. Su economía se basaba en agricultura, ganadería, minería, comercio y moneda. Se organizaban políticamente en ciudades-estado, bajo reyezuelos (régulos) o asambleas. Sus poblados amurallados se situaban en lugares estratégicos (Azaila, Ullastret). La sociedad estaba muy jerarquizada, desde la aristocracia hasta los esclavos, existiendo relaciones de carácter personal (como la “devotio ibérica”).
Rendían culto a sus dioses en santuarios situados al aire libre, como los de Despeñaperros (Jaén) y Cerro de los Santos (Albacete). En ellos se han hallado muchos exvotos de bronce. En su arte destacan las esculturas en piedra con influencias fenicias y griegas, como las llamadas damas (Dama de Elche, de Baza) y esculturas de animales con finalidad protectora, como la Bicha de Balazote.
Los pueblos celtas del centro y oeste peninsular (vacceos, vetones, carpetanos, lusitanos, entre otros) estaban más atrasados que los íberos. Tenían economía agrícola o ganadera, comercio escaso y sin moneda; la sociedad se organizaba en tribus, agrupadas por parentesco en clanes y gobernadas por una aristocracia guerrera, elegida según el prestigio personal. Tenían rica orfebrería en oro y plata.
Los celtíberos de la zona oriental de la Meseta (arévacos, pelendones, celtíberos...) eran el resultado del contacto de la cultura celta con la ibérica. Su ciudad más importante era Numancia (Soria).
Los pueblos del norte peninsular (galaicos, astures, cántabros, vascones), de origen indoeuropeo, salvo los vascones, eran los más atrasados debido a su aislamiento. Vivían fundamentalmente de la ganadería y pesca; sus poblados (castros) estaban fuertemente amurallados.
La conquista fue un proceso largo, desde finales del siglo III AC. Hasta finales del siglo I AC. Eso obedeció ante el hecho de que Roma nunca tuvo un plan de Conquista, sino que fue consecuencia de diversos proyectos que se fueron sucediendo en el tiempo.
Para hablar del proceso de romanización habría que delimitar primero lo que se entiendo por “romanización” y en este sentido el concepto de romanización alude a la integración plena de una sociedad determinada, en este caso la hispana, en el conjunto del mundo romano, incluyendo los mas variados aspectos: dominación del territorio, adaptación a la sociedad, política , economía y cultura romanas... etc. Es decir un fenómeno de aculturación. Los pueblos indígenas, íberos celtas y celtiberos fueron asimilando una cultura “superior” la romana y de hecho al final del proceso , que no fue homogéneo como después analizaremos , quedaron integrados en la estructura administrativa provincial de Roma.
La romanización es un momento clave de la historia cultural de los pueblos de la península. En ella podemos distinguir varios aspectos básicos:
Los romanos sufrieron una profunda crisis a partir del siglo III DC, manifestándose en el terreno económico y en el social. Bajo el punto de vista económico se aprecia un retroceso notable en la producción artesanal y en el comercio, a la vez que crecía la infracción y se depreciaba las monedas, por esto las ciudades experimentaron un declive imparable. En el punto de vista social, se hacía más grande la separación entre humiliores y honestiores, la esclavitud retrocedió debido al fin de las guerras de conquista y a la liberaciones frecuentes de esclavos, pero empeoraba la condición de los labriegos, convertidos en colonos que trabajaban en grandes propiedades. En los últimos tiempo del Imperio, los grupos más desfavorecidos como los campesinos, conocidos como bagaudas, protagonizaron sacudidas.
En 409, alanos, suevos y vándalos se adentran en Hispania, sin encontrar resistencia. Para frenar el avance, el Imperio romano autorizó a los visigodos a asentarse en el sur de la Galia y controlar territorios de Hispania. Entre 416 y 476 expulsaron a los alanos y los vándalos, y confinaron a los suevos en Galicia. El Imperio romano desapareció en 476, y los visigodos alcanzaron su independencia. En 507, tras la derrota en la batalla de Vouillé, los visigodos en masa se desplazaron hacia Hispania, expulsados de la Galia por los francos, conservando sólo el control de Narbona y la Septimania en la actual Francia. El reino hispano-visigodo adoptó Toledo como su capital.
La monarquía se fomentó a partir de una unificación jurídica, política, religiosa y territorial. Suintila expulsó a los bizantinos en 625, que ocupaban el este de Hispania. Dominaron el territorio y estructuraron una monarquía no hereditaria en la que el monarca se apoyaba en el Aula Regia y en los Concilios de Toledo. Leovigildo promovió la igualdad entre hispanorromanos y visigodos, y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos. Posteriormente, en 589, Recaredo se convirtió al cristianismo, y Recesvinto promovió una única ley, el Liber Iudiciorum, para ambos pueblos.
A finales del siglo VII, las luchas internas por el poder entre la nobleza son continuas. Además, la crisis social y económica, llevaron al reino visigodo a una situación límite. El rey Wamba sucesor de Recesvinto, combatía a los vascones en el norte de la Península cuando surgió una nueva rebelión en la Septimania, pero consiguió apaciguarla. Su reinado acabó por una conspiración, fue depuesto tras administrarle una bebida narcótica, quedó sin sentido, y le tonsuraron, con lo cual consiguieron que no pudiera seguir siendo rey (entre los visigodos era condición inexcusable que el monarca tuviera larga cabellera). Las contiendas se generalizaron durante los reinados de Égica y Witiza. Cuando el último rey, Rodrigo alcanzó el trono, sus rivales, los partidarios de Witiza se aliaron con el líder musulmán norteafricano Táriq Ibn Ziyad, y traicionaron al ejército de Rodrigo, pasándose los witizanos al bando musulmán, quien, tras su victoria en el año 711 en la batalla de Guadalete, inicia la invasión de la península ibérica.
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