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En la región del Creciente Fértil llamada Mesopotamia -en griego tierra entre ríos- floreció hacia el 3100 a. C. una gran civilización urbana. Geográficamente, a diferencia del valle del Nilo, la fértil llanura de los ríos Tigris y Eúfrates, rodeada de zonas montañosas y desiertos, estaba abierta y atraía toda clase de invasiones lo que no favoreció la unidad política. Distintos pueblos se establecieron allí. Los pacíficos sumerios, de origen desconocido establecidos en la Baja Mesopotamia, fueron los primeros en dominar la zona; se dedicaron a la agricultura, conocían la escritura cuneiforme sobre tablillas de barro y se organizaron en ciudades-estado permanentemente enfrentadas, dirigidas por gobernantes elegidos, llamados Ensi o Lugal.
Más tarde los acadios, semitas afincados al norte de los sumerios, los conquistaron pero terminaron adoptando su cultura. El rey acadio Sargón I y sus sucesores consiguieron unificar el país y crear un Imperio acadio (2340-2180 a. C.). Los Guti, un poderoso pueblo procedente de las montañas de Zagros, invadieron Mesopotamia hasta ser expulsados por los sumerios. El rey Gudea de Lagash hacia el 2120 a. C. unificó de nuevo el país por breve tiempo (Imperio neosumerio).
Más tarde el rey Hammurabi de Babilonia (1792- 1750 a. C) dominó un extenso territorio con gran esplendor y restableció la unidad, rota con la llegada de nuevos invasores- hititas y casitas. Los asirios, semitas establecidos en las zonas montañosas del alto valle del Tigris, fundaron en el primer milenio un colosal imperio; a partir del siglo XI a. C. los reyes asirios (Assurnasirpal, Sargón II, Senaquerib, Asurbanipal …) conquistaron desde Egipto a Elam, gracias a su poderoso ejército. Su crueldad llevó a los pueblos sometidos (medos, babilonios y persas) a aliarse contra los asirios, tomando su capital Nínive en el 612 a.C.
Un nuevo Imperio neobabilónico (625- 539 a. C) alcanzó su apogeo con Nabucodonosor, hasta que Ciro el Grande, rey de los persas, tomó Babilonia.
Al carecer la región de piedra, el único material de construcción disponible era la arcilla, utilizada en forma de adobe (barro secado al sol) o de ladrillo cocido. De ahí el espesor de los muros en los que no se podía abrir grandes vanos. Sustituyeron el dintel por el arco de medio punto y las cubiertas adinteladas por la bóveda. Para disimular la pobreza del material revistieron los muros con placas de alabastro y cerámica vidriada de colores vivos y luminosos. La fragilidad de los materiales explica que apenas hayan quedado vestigios de estas construcciones, sino montañas de escombros (tell).
Tanto en Mesopotamia como en Egipto tuvo mucha importancia la arquitectura religiosa, ya que el arte estaba vinculado estrechamente a la religión.
La arquitectura funeraria no tuvo un gran desarrollo. Destacan únicamente las tumbas de la necrópolis real de Ur, de la segunda mitad del III milenio, que constaban de una cámara funeraria cubierta con falsa cúpula donde guardaban un rico ajuar funerario y se hallaron muchos cadáveres de familiares y sirvientes sacrificados para acompañar al difunto.
El modelo de los templos, a los que los fieles podían entrar a rezar libremente, se debe a los sumerios. Constaban de un espacio rectangular o cuadrado, donde se hallaba el altar y la mesa de ofrendas, al que se fueron añadiendo otros espacios y un patio, en torno al que estaban las habitaciones de los sacerdotes y funcionarios, almacenes, etc.
Dentro del templo destacaba el zigurat, una gran torre escalonada de varios pisos en cuya cima se encontraba un santuario al que se accedía mediante rampas. El conjunto se rodeaba de un cinturón de murallas que a veces englobaba más de un templo. Debido a la fragilidad de sus materiales, existen pocos zigurats; el mejor conservado es el de Ur (2.100 a. C). Es famoso también el de Babilonia, identificado con la Torre de babel.
En arquitectura civil el monumento más importante es el palacio. Los reyes mesopotámicos, considerados enviados de los dioses, construyeron templos-fortalezas amurallados, con numerosas dependencias en torno a patios. Los más importantes son los grandes conjuntos palaciales de los belicosos asirios, como el de Sargón II en Khorsabad, del siglo VIII a C. De colosales dimensiones, estaba edificado sobre una terraza elevada a la que se accedía por rampas y rodeado por una muralla torreada cuyas puertas monumentales estaban decoradas por gigantescas estatuas de toros alados antropomorfos de piedra. El interior del palacio se organizaba en torno a un gran patio al que confluían todas las habitaciones. Los salones estaban decorados con cerámica vidriada y relieves de cacerías y guerras destinados a manifestar el poder real. En las terrazas se disponían a veces jardines. Los palacios asirios fueron el modelo de los palacios medievales (bizantinos, árabes y cristianos).
La escultura en Mesopotamia, lo mismo que en Egipto, es de carácter religioso, lo que explica que la evolución artística fuera prácticamente nula: sus formas estaban fijadas de antemano y los artistas – considerados meros artesanos- se atenían a la tradición y desconfiaban de las innovaciones. La escultura sumeria en bulto redondo representa figuras orantes- generalmente los soberanos- sentadas o de pie, con manos unidas bajo el pecho, cabeza rapada con grandes ojos, pecho descubierto y con falda de piel de oveja. Las estatuillas son pequeñas y de canon corto, desproporcionadas, hieráticas, de esquema geométrico y sujetas a la ley de frontalidad. Un buen ejemplo es el intendente Ebih-il de Mari.
En las tumbas reales de Ur han aparecido piezas muy notables: el estandarte de Ur (mosaico con incrustaciones de concha y nácar sobre lapislázuli, con dos caras, la de la guerra –un combate de carros- y la de la paz - un banquete real -y dos arpas adornadas con una cabeza de toro barbada y un macho cabrío, en oro y lapislázuli.. El relieve está sometido a convencionalismos. Las figuras se organizan en composiciones ordenadas, en registros horizontales superpuestos, sujetos a las limitaciones del marco. Ejemplos: la paleta de Narmer, las estelas conmemorativas, como la Estela de los buitres, de mediados tercer milenio, y los numerosos cilindros sellos - pequeño cilindro de piedra sobre el que se grababa en negativo un modelo decorativo que se podía imprimir haciéndolo rodar sobre arcilla blanda-.
En el periodo acadio destacan los relieves de las estelas de temas bélicos, como la estela de Naram-Sin, hacia el 2250, con una escena única dominada por la figura colosal del monarca divinizado y jerarquizado sometiendo a sus enemigos. En bulto redondo se conserva en bronce la cabeza de Naram-Sin – algunos piensan que es Sargón I- idealizado y con gran detallismo.
Al periodo neosumerio pertenecen las pequeñas esculturas exentas que representan a Gudea de Lagash, sentado o de pie, imberbe, con una túnica que deja un hombro descubierto y turbante circular. Son estatuas-bloque, de canon corto y composición cilíndrica, realizadas en diorita negra y que se adornan con inscripciones cuneiformes. Son importantes los relieves de la estela de Hammurabi, con la presentación del rey ante el dios Samash y el famoso Código.
La escultura asiria alcanza una gran perfección en los relieves. En ellos, distribuidos primero en grandes composiciones unitarias y más tarde en bandas superpuestas, aparecen representados los dioses y los reyes asirios en escenas de guerra y de grandes cacerías, con largas túnicas, musculatura poderosa y tendones acentuados, barbas largas y cabelleras con innumerables rizos. Estos bajorrelieves narrativos tienen un claro fin de propaganda real. Los animales se representan de forma muy naturalista y en movimiento. Los ejemplos más conocidos son las escenas de caza de Assurbanipal y la famosa Leona herida, del palacio de Nínive, que se conservan en el Museo Británico.
En escultura exenta destacan las esculturas de toros y leones alados que guardaban las puertas de los palacios asirios. Eran antropomorfos, con grandes barbas rizadas, y tenían cinco patas.
La pintura apenas alcanzó importancia en Mesopotamia, pero sí lo hizo la cerámica. Las primeras manifestaciones son las de la civilización de El Obeid, cerca de Ur, hechas a mano y decoradas en negro con motivos geométricos o animales muy estilizados.
En el periodo neobabilónico surgió un nuevo género artístico: la cerámica vidriada. Sobresale la Puerta de Istar en Babilonia, recubierta con figuras de animales -leones, grifos, toros- orlados por rosetas. Influirá posteriormente en el arte persa.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato
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En la región del Creciente Fértil llamada Mesopotamia -en griego tierra entre ríos- floreció hacia el 3100 a. C. una gran civilización urbana. Geográficamente, a diferencia del valle del Nilo, la fértil llanura de los ríos Tigris y Eúfrates, rodeada de zonas montañosas y desiertos, estaba abierta y atraía toda clase de invasiones lo que no favoreció la unidad política. Distintos pueblos se establecieron allí. Los pacíficos sumerios, de origen desconocido establecidos en la Baja Mesopotamia, fueron los primeros en dominar la zona; se dedicaron a la agricultura, conocían la escritura cuneiforme sobre tablillas de barro y se organizaron en ciudades-estado permanentemente enfrentadas, dirigidas por gobernantes elegidos, llamados Ensi o Lugal.
Más tarde los acadios, semitas afincados al norte de los sumerios, los conquistaron pero terminaron adoptando su cultura. El rey acadio Sargón I y sus sucesores consiguieron unificar el país y crear un Imperio acadio (2340-2180 a. C.). Los Guti, un poderoso pueblo procedente de las montañas de Zagros, invadieron Mesopotamia hasta ser expulsados por los sumerios. El rey Gudea de Lagash hacia el 2120 a. C. unificó de nuevo el país por breve tiempo (Imperio neosumerio).
Más tarde el rey Hammurabi de Babilonia (1792- 1750 a. C) dominó un extenso territorio con gran esplendor y restableció la unidad, rota con la llegada de nuevos invasores- hititas y casitas. Los asirios, semitas establecidos en las zonas montañosas del alto valle del Tigris, fundaron en el primer milenio un colosal imperio; a partir del siglo XI a. C. los reyes asirios (Assurnasirpal, Sargón II, Senaquerib, Asurbanipal …) conquistaron desde Egipto a Elam, gracias a su poderoso ejército. Su crueldad llevó a los pueblos sometidos (medos, babilonios y persas) a aliarse contra los asirios, tomando su capital Nínive en el 612 a.C.
Un nuevo Imperio neobabilónico (625- 539 a. C) alcanzó su apogeo con Nabucodonosor, hasta que Ciro el Grande, rey de los persas, tomó Babilonia.
Al carecer la región de piedra, el único material de construcción disponible era la arcilla, utilizada en forma de adobe (barro secado al sol) o de ladrillo cocido. De ahí el espesor de los muros en los que no se podía abrir grandes vanos. Sustituyeron el dintel por el arco de medio punto y las cubiertas adinteladas por la bóveda. Para disimular la pobreza del material revistieron los muros con placas de alabastro y cerámica vidriada de colores vivos y luminosos. La fragilidad de los materiales explica que apenas hayan quedado vestigios de estas construcciones, sino montañas de escombros (tell).
Tanto en Mesopotamia como en Egipto tuvo mucha importancia la arquitectura religiosa, ya que el arte estaba vinculado estrechamente a la religión.
La arquitectura funeraria no tuvo un gran desarrollo. Destacan únicamente las tumbas de la necrópolis real de Ur, de la segunda mitad del III milenio, que constaban de una cámara funeraria cubierta con falsa cúpula donde guardaban un rico ajuar funerario y se hallaron muchos cadáveres de familiares y sirvientes sacrificados para acompañar al difunto.
El modelo de los templos, a los que los fieles podían entrar a rezar libremente, se debe a los sumerios. Constaban de un espacio rectangular o cuadrado, donde se hallaba el altar y la mesa de ofrendas, al que se fueron añadiendo otros espacios y un patio, en torno al que estaban las habitaciones de los sacerdotes y funcionarios, almacenes, etc.
Dentro del templo destacaba el zigurat, una gran torre escalonada de varios pisos en cuya cima se encontraba un santuario al que se accedía mediante rampas. El conjunto se rodeaba de un cinturón de murallas que a veces englobaba más de un templo. Debido a la fragilidad de sus materiales, existen pocos zigurats; el mejor conservado es el de Ur (2.100 a. C). Es famoso también el de Babilonia, identificado con la Torre de babel.
En arquitectura civil el monumento más importante es el palacio. Los reyes mesopotámicos, considerados enviados de los dioses, construyeron templos-fortalezas amurallados, con numerosas dependencias en torno a patios. Los más importantes son los grandes conjuntos palaciales de los belicosos asirios, como el de Sargón II en Khorsabad, del siglo VIII a C. De colosales dimensiones, estaba edificado sobre una terraza elevada a la que se accedía por rampas y rodeado por una muralla torreada cuyas puertas monumentales estaban decoradas por gigantescas estatuas de toros alados antropomorfos de piedra. El interior del palacio se organizaba en torno a un gran patio al que confluían todas las habitaciones. Los salones estaban decorados con cerámica vidriada y relieves de cacerías y guerras destinados a manifestar el poder real. En las terrazas se disponían a veces jardines. Los palacios asirios fueron el modelo de los palacios medievales (bizantinos, árabes y cristianos).
La escultura en Mesopotamia, lo mismo que en Egipto, es de carácter religioso, lo que explica que la evolución artística fuera prácticamente nula: sus formas estaban fijadas de antemano y los artistas – considerados meros artesanos- se atenían a la tradición y desconfiaban de las innovaciones. La escultura sumeria en bulto redondo representa figuras orantes- generalmente los soberanos- sentadas o de pie, con manos unidas bajo el pecho, cabeza rapada con grandes ojos, pecho descubierto y con falda de piel de oveja. Las estatuillas son pequeñas y de canon corto, desproporcionadas, hieráticas, de esquema geométrico y sujetas a la ley de frontalidad. Un buen ejemplo es el intendente Ebih-il de Mari.
En las tumbas reales de Ur han aparecido piezas muy notables: el estandarte de Ur (mosaico con incrustaciones de concha y nácar sobre lapislázuli, con dos caras, la de la guerra –un combate de carros- y la de la paz - un banquete real -y dos arpas adornadas con una cabeza de toro barbada y un macho cabrío, en oro y lapislázuli.. El relieve está sometido a convencionalismos. Las figuras se organizan en composiciones ordenadas, en registros horizontales superpuestos, sujetos a las limitaciones del marco. Ejemplos: la paleta de Narmer, las estelas conmemorativas, como la Estela de los buitres, de mediados tercer milenio, y los numerosos cilindros sellos - pequeño cilindro de piedra sobre el que se grababa en negativo un modelo decorativo que se podía imprimir haciéndolo rodar sobre arcilla blanda-.
En el periodo acadio destacan los relieves de las estelas de temas bélicos, como la estela de Naram-Sin, hacia el 2250, con una escena única dominada por la figura colosal del monarca divinizado y jerarquizado sometiendo a sus enemigos. En bulto redondo se conserva en bronce la cabeza de Naram-Sin – algunos piensan que es Sargón I- idealizado y con gran detallismo.
Al periodo neosumerio pertenecen las pequeñas esculturas exentas que representan a Gudea de Lagash, sentado o de pie, imberbe, con una túnica que deja un hombro descubierto y turbante circular. Son estatuas-bloque, de canon corto y composición cilíndrica, realizadas en diorita negra y que se adornan con inscripciones cuneiformes. Son importantes los relieves de la estela de Hammurabi, con la presentación del rey ante el dios Samash y el famoso Código.
La escultura asiria alcanza una gran perfección en los relieves. En ellos, distribuidos primero en grandes composiciones unitarias y más tarde en bandas superpuestas, aparecen representados los dioses y los reyes asirios en escenas de guerra y de grandes cacerías, con largas túnicas, musculatura poderosa y tendones acentuados, barbas largas y cabelleras con innumerables rizos. Estos bajorrelieves narrativos tienen un claro fin de propaganda real. Los animales se representan de forma muy naturalista y en movimiento. Los ejemplos más conocidos son las escenas de caza de Assurbanipal y la famosa Leona herida, del palacio de Nínive, que se conservan en el Museo Británico.
En escultura exenta destacan las esculturas de toros y leones alados que guardaban las puertas de los palacios asirios. Eran antropomorfos, con grandes barbas rizadas, y tenían cinco patas.
La pintura apenas alcanzó importancia en Mesopotamia, pero sí lo hizo la cerámica. Las primeras manifestaciones son las de la civilización de El Obeid, cerca de Ur, hechas a mano y decoradas en negro con motivos geométricos o animales muy estilizados.
En el periodo neobabilónico surgió un nuevo género artístico: la cerámica vidriada. Sobresale la Puerta de Istar en Babilonia, recubierta con figuras de animales -leones, grifos, toros- orlados por rosetas. Influirá posteriormente en el arte persa.
Texto: Mª Dolores Granja en Wikillerato
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