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El retrato en la Edad Moderna.
A finales de la Edad Media se desarrollan las nuevas tendencias y estilos en el tratamiento de los retratos, especialmente con los renacimientos holandeses e italianos. En el quattrocento y en el cinquecento nos encontramos con artistas de gran calidad, como Botticelli, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel o Rafael.
Se habla, y con razón, de que a finales de la Baja Edad Media las opciones que condujeron al Renacimiento eran, esencialmente, dos. En efecto, hubo dos Renacimientos: el de los Países Bajos evita toda referencia a la Antigüedad clásica, carece de una base teórica o científica que pueda ser aplicada al arte y se concentra, sobre todo, en la respuesta visual ante el mundo.
Los cuadros de Van der Weyden, Bouts y, en especial, de los hermanos Van Eyck testimonian su fidelidad a la apariencia de las cosas reales. Precisamente por esto el retrato conoce en el mundo flamenco un auge espectacular, para dar satisfacción a una clientela comercial e individualista, que aspira a dejar, mediante el arte, una imagen de sí mismos para la posteridad.
La situación era muy distinta al sur de Europa, en Italia. Como había sucedido en los Países Bajos, el auge económico fue muy temprano y dio forma a una sociedad muy diferente respecto a la tardomedieval. Todo el mapa político se estructuró en ciudades-estado, que combatían entre sí por el control económico y militar de su región. De esas nuevas entidades que surgieron a comienzos de la Edad Moderna se destacaron pronto dos: Siena y Florencia.
En Siena la sociedad seguía muy vinculada a la Edad Media, convirtiéndose en una corte donde el lujo, la ostentación y la elegancia eran las señas de identidad. A comienzos del Trecento (s. XIV) destacaron Duccio, los hermanos Lorenzetti y Simone Martini entre los pintores, decididos a encontrar una síntesis entre ecos del arte gótico y la aceptación de las innovaciones más modernas, como la invención de la perspectiva lineal. Por desgracia, el curso de los acontecimientos abortó esta opción: la Peste Negra de 1348 se llevó a uno de los hermanos Lorenzetti y dejó un ambiente de miseria y desolación.
El futuro lo iba a escribir su rival más directa, la ciudad de Florencia. En el Trecento fueron Cimabue y, sobre todo, Giotto, los pioneros en ese campo, añadiendo a sus figuras un volumen y una corporeidad únicos pero habría que esperar al Quattrocento (s. XV) para hablar de una verdadera revolución en los modelos y en los objetivos del arte.
Florencia continúa siendo uno de los centros destacados del arte renacentistas en ese siglo. Poco a poco se dominan los principios técnicos y científicos que permitirán una representación creíble de la realidad a través del arte: la perspectiva lineal, el volumen de los cuerpos, la aplicación naturalista de los colores, las sombras, etc.
Ghirlandaio o Botticelli, activos en la segunda mitad del siglo, aplican esos conocimientos para crear un nuevo tipo de retrato, el simbólico. Son los artistas predilectos de las clases privilegiadas, que no cesan de encargarles retratos de sus miembros más preeminentes. Se crean las categorías estándar para ese género de pintura: el retrato de perfil, el de tres cuartos, el de cuerpo entero, etc. Además, hacen rodear a sus retratados de una serie de atributos que permiten identificarles y poner de manifiesto sus virtudes: caridad, intelectualidad, etc...
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Fecha publicación: 10.4.2013
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