Luis Vicente Sánchez Fernández, de la Universidad de Oviedo, nos descubre los hábitos de aseo del Siglo de Oro. Según Cervantes, en el siglo XVIII la gente se lavaba raramente y se perfumaba para ocultar los malos olores.

Destaca que Don Qijote, sólo se lavaba la cara y los brazos y muy ocasionalmente. También vemos a través de Cervantes "que todas las ventas, posadas o moradas a las que acudían ambos protagonistas a avituallarse o simplemente a descansar estaban sucias e infestadas de pulgas, piojos y chinches".

Las barbas a remojar: Las cridadas lavan las barbas de Don Quijote. Óleo por John Vanderbank. Siglo XVIII.

Por otro lado, se hace una introducción a las teorías médicas de la época, una síntesis de las teorías de los médicos de la Antigüedad Hipócrates y Galeno a la que se añadían elementos mágico-religiosos:  "las enfermedades eran un resultado de los desequilibrios entre los cuatro humores que componían el cuerpo humano: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra".

Piojos por doquier: Una anciana espulga a un niño ante la mirada de un cachorro. Óleo por Esteban Murillo. 1670-1675. Pinacoteca Antigua, Múnich.