Un diplomático es un funcionario público, sea de carrera o por designación política, que ejerce la representación del Estado en las relaciones internacionales. Las funciones básicas de un diplomático son la representación del Estado al que pertenece, la negociación y la información. Esta profesión puede ejercerla en una misión diplomática o consular, ante un organismo internacional, en el Ministerio de Relaciones Exteriores al que pertenece o destacado ante cualquier repartición estatal en el interior de su país. Son tantos los temas a tratar por un diplomático en el transcurso de su carrera que resulta materialmente imposible dominarlos todos. Basta decir que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su momento clasificó más de diez mil temas a ser llevados por una Cancillería. Por ello, los diplomáticos suelen especializarse sólo en algunos temas. En consecuencia, por seguridad en el seguimiento de cada tema, cada Ministerio de Relaciones Exteriores debe de tener un especialista mayor en el mismo y un colaborador, el que con el tiempo se convierte en especialista. Desde la época antigua las relaciones diplomáticas han ocupado a filósofos, políticos y monarcas, que se han esforzado por mantener relaciones estables con sus estados vecinos, eludiendo confrontamientos armados - o provocándolos según sea más provechoso - entrelazando económicamente los Estados primitivos. Como muchos otros, el diplomático francés Paul Claudel considera al rey San Esteban I de Hungría como el más grande diplomático de la lejana Edad Media, pues el libro de admoniciones que dejó a su hijo aconsejándole como reinar apropiadamente incluía entre algunos de sus puntos el aferrarse a la Iglesia católica, recibir incondicionalmente a los forasteros, reinar sin odio, soberbia e ira sobre sus nobles y gobernadores, y aferrarse a un código moral basado en la humildad y bondad.
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