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Nuevas Tecnologías de la Información y Desarrollo Social [Seguridad Humana II/IX]

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En el orden internacional que hoy rige al mundo las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) descuellan como el principal instrumento del desarrollo y la globalización. No hay rincón del planeta que pueda escapar de ese contexto: país sin tecnologías informacionales, país con mayores posibilidades de estancamiento económico y social.

En su enorme complejidad, las NTIC son recursos esencialmente contradictorios pero integradores. Conformadoras de lo que se ha dado en llamar “Sociedad de la Información”, estas herramientas y técnicas son enaltecidas por sus defensores como instrumentos definitivos y únicos para el desarrollo humano; opinión muy contraria a la de sus detractores, quienes las condenan como herramientas de control y principales causantes de la sistematización compleja y globalizada del capitalismo postindustrial.

Como ocurrió a principios del siglo XIX con la máquina y su principal consecuencia (el industrialismo), la acelerada implantación de las NTIC en todos los procesos económicos y sociales del siglo XX despertó y sigue atizando en muchos una reacción cuasi ludita que previene contra ellas acusándolas de provocar paros laborales, de la expansión de las depredadoras transnacionales y del fortalecimiento del —hasta ahora— gran policía del mundo (los Estados Unidos de Norteamérica) y sus aliados. Con las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación —subrayan quienes las defenestran— no sólo se magnifica el poder de un sistema económico expoliativo y excluyente, sino que también se sientan las bases para el advenimiento de aquel pesadillesco Big Brother anunciado por Georges Orwell en su novela 1984

En el extremo opuesto se ubican los apóstoles de las NTIC, que las consideran como la nueva panacea del estadio más avanzado de evolución humana. En un arrebato de embriaguez tecnocrática dicen que las computadoras y las tecnologías que convergen con su uso constituyen la solución a la pobreza, la ignorancia y el subdesarrollo. Exigen su instauración globalizada sin pararse a considerar aspectos culturales o de diferencias educativas y de infraestructura de las colectividades donde las quieren implantar. Las NTIC son, desde su punto de vista, la panacea contra las desigualdades en el mundo, desde la escala de los individuos hasta la de las naciones y la de la Aldea Global, la comunidad internacional como unidad compleja.

No cabe duda que ambas posturas se hallan en los extremos, y que las NTIC —sin ser panacea ni trampas de Luzbel— pueden contribuir tanto al avance humano como a su destrucción. ¿Por qué no optar por abordarlas como instrumentos de avance, dependientes del enfoque y de los propósitos de su uso?

Desde esta perspectiva, por principio habrá que tener en cuenta que, como cualquier tecnología, no deben ser implantadas indiscriminadamente en una sociedad, sino asumidas en consonancia con las necesidades y las posibilidades reales de quienes integran el corpus social, en lo económico, en lo cultural, en lo educativo y en lo político. Más aún: sin retroceder en sus posibilidades técnicas, educativas y comunicacionales, deben ser adaptadas al imaginario de cada colectivo y responder a las peculiaridades sociales que le sean propias.

En medio de la pobreza no resuelta y de la ignorancia endémica —por ejemplo— la implantación de las NTIC puede ser una experiencia desastrosa que no sólo lleve a la basura importantes inversiones en tecnología, sino que también provoque rechazos irresolubles que impidan su adopción posterior. En cambio, si se da su adaptación paulatina y adecuada puede dar pie a una importante incorporación de los individuos, los colectivos y las instituciones en el desarrollo de la sociedad del conocimiento, con todas las ventajas que ello conlleva.

El meollo del asunto no es, entonces, si son el camino de Utopía o la senda hacia el Infierno. Más bien cabe preguntarse:

  • ¿Cómo adoptar las NTIC desde la propia circunstancia, marcada en los países subdesarrollados por la pobreza, el retraso democrático, la corrupción en todos los sectores sociales, la ignorancia y la carencia tecnológica?
  • ¿Cómo enfrentar una realidad expoliadora de la seguridad humana que se impone a escala planetaria (“global”, diríamos actualmente) y a la cual no podemos sustraernos, a riesgo de quedar fuera de los procesos económicos y sociales, en la propia nación y en el mundo?
  • ¿Cómo preservar, en suma, nuestra seguridad como individuos y como nación en medio de esta avalancha de “neosaberes” y “neotecnologías” que rigen el avance de la nueva economía mundial?
  • ¿Cómo salvarnos de un nuevo tipo de exclusión?

Las respuestas nos las dan las mismas NTIC. Pasada la borrachera tecnológica de finales del siglo XX y la reacción paranoica ante la resaca posterior, podemos decir que en las sociedades desfavorecidas la posesión de las NTIC puede contribuir en gran medida a su seguridad, a su desarrollo en una palabra; tanto como pudo contribuir para el mismo tipo de sociedades en otros tiempos no lejanos la posesión de la tecnología industrial.

Quizá —¿por qué no planteárnoslo así?— debamos acudir a la analogía respecto al dicho preferido de los actuales militantes de la mundialización con justicia y equidad: “Pensar global, actuar local”, lo que podríamos traducir como “insertémonos en la globalización a nuestro modo y con nuestras posibilidades, sin renunciar a lo que nos caracteriza cultural y socialmente”.

Lo que los apologetas de la implantación tecnológica desbocada quieren ocultar o minimizar —y que los impugnadores de las NTIC pasan por alto soberanamente— es que existe una vía distinta, una “tercera vía” que nos evita vender el alma al Diablo o convertirnos en profetas del retroceso. Esta vía es la socialización del conocimiento.

Como postura político-económica y como filosofía social, se define con éste y otros nombres a una redistribución equitativa de la mayor riqueza de las sociedades posindustriales (la información y sus tecnologías), que a escala internacional cuenta ya con destacadas iniciativas.

A través de dichas iniciativas —mediante la conformación de importantes redes sociales basadas en el uso de las NTIC— amplios sectores otrora excluidos de la posesión y aprovechamiento de las nuevas tecnologías pueden acceder hoy a ellas como herramientas de desarrollo autónomo y como instrumentos para impulsar la recomposición social y económica de sus comunidades y sus instituciones. Ciertamente, las experiencias en este sentido apenas empiezan pero ya rinden importantes frutos por todo el orbe.

Lo que no puede negarse es que mediante las NTIC ya es posible obtener, crear y facilitar instrumentos, métodos, herramientas, conocimientos, estrategias, planes, programas, proyectos y apoyos diversos para que tanto los individuos como las comunidades fortalezcan su grado de integración social y sus redes de intercambio social. La Wolrld Wide Web es el espacio por excelencia para demostrarlo. ¿Cómo aprovecha cada uno de nosotros tal circunstancia?


Fotografía del post: "Keyloger", por Robert van der Steeg.
Algunos derechos reservados, bajo una licencia Creative Commons.



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Fecha publicación: 6.7.2011

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