La romanización en Hispania es un largo proceso que se desarrolla desde la primera ocupación romana en las Guerras Púnicas hasta la conquista por parte de Agripa de galaicos, astures y cántabros, en el año 19 a.C.

La romanización también supone la asimilación de los pueblos hispanos de la cultura, las leyes, la religión y el modo de vida romano.

La expansión territorial de Roma y las luchas civiles de la aristocracia romana por el poder desembocaron en un sistema de gobierno absolutista y en la concentración del poder en la persona del Emperador. Durante el siglo I se consolidó la nueva estructura gracias a los aciertos en la política de expansión y administración territorial, organización militar y gestión económica, que dieron como resultado la seguridad y la prosperidad de las ciudades, la estabilidad de la frontera, el desarrollo comercial y el incremento de las comunicaciones, situación que fue denominada por los exégetas del régimen como la Pax Romana. El año 19 a.C., las tropas de Augusto, dirigidas por Agripa, sometieron a los últimos pueblos de la península Ibérica que quedaban fuera de la administración romana: galaicos, cántabros y astures. Se acabó así el proceso de conquista iniciado dos siglos antes y que fue paralelo al de romanización de los pueblos ya conquistados. La marcada diferencia cronológica entre la conquista e integración del sur y la del norte se notará durante los siglos siguientes en el diferente nivel de romanización de ambos sectores.

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