Los oráculos griegos constituyen un aspecto fundamental de la religión y de la cultura griega. El oráculo es la respuesta dada por un dios a una pregunta personal, concerniente generalmente al futuro, como método de adivinación. Los oráculos no pueden ser pronunciados más que por algunos dioses, en los lugares precisos, sobre objetos determinados y con respeto a unos ritos determinados rigurosamente: el oráculo se relaciona con un culto. Además, interpretar las respuestas de un dios, que se expresa de diversas formas, requiere a veces un aprendizaje. El oráculo necesita a menudo una interpretación.Por extensión, el término oráculo designa también al dios consultado, al intermediario humano que transmite la respuesta o incluso al lugar sagrado o a la respuesta dada. El griego distingue estos diferentes sentidos: mediante numerosos términos, la respuesta divina puede ser designada por χρησμός / khrêsmós, propiamente «el hecho de informar». Se puede también decir φάτις / phátis, «el hecho de hablar». El intérprete de la respuesta divina es a menudo designado por προφήτης / prophêtês, «el que habla en lugar de dios», o aun μάντις / mántis. El lugar del oráculo es el χρηστήριον / khrêstếrion.La mántica, es decir, el dominio de la adivinación en el mundo griego antiguo, no está constituido más que por ciencias oraculares. Los adivinos, como Tiresias, son considerados personajes mitológicos: la adivinación, en Grecia, no es un asunto de mortales inspirados sino de personas respetuosas de unos ritos determinados, que la tradición había podido dar la apariencia de una inspiración, o, en sentido propio, ἐνθουσιασμός / enthousiasmós, «entusiasmo», es decir, «el hecho de tener el dios en sí».
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