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Ventoleras
La mujer de viento en el viento
Si un bulto humano se yergue en el viento, ¿no se yergue en seguida contra el viento? Quizá chafaría al sol, a la lluvia, a la nieve, con artilugios y ademanes evasivos, de escapatoria y escondite. Pero el porte belicoso del viento obliga a organizar una estrategia, y todo el bulto se inscribe en él como una voluntad combatiente. Si es una mujer, sus vestiduras se combarán con laxo alborozo, y así, enhiesta, y bien que ignorante de todo intríngulis estético, advendrá su metamorfosis en estatua. Una estatua esculpida en una materia más robusta que la carne femenil, siempre demasiado muelle para resistir con línea tan firme y talante tan militar los asaltos del viento. Es que toda la figura avanza por entre las aéreas ondas como un promontorio de viento solidificado. El viento somete a lucha a cuanto encuentra en lid igualitaria. Su enemigo es siempre de su mismo linaje. Todo en el viento es una manera de viento: un zigzag saltante y rebotante como él. El viento es el hermano menor que se pone a pelear con los otros vientos mayores: las chimeneas, las techumbres, los cantones, las rúas, toda la ciudad, los herbazales, los sotos, las lomas, toda la campiña, y todo cuanto se alza en el viento y contra el viento, como viento hecho carne. ¡Ah! Pero nada se trasfunde en carne de viento tan carnal y aéreamente como una fémina. En tanto que la frente copia la errabundez de las nubes, los cabellos se aborrascan con tan pertinaz oleaje que se dirían emblemas de una potestad superior. Ese movimiento perenne, ¿no es simulacro de un perenne movimiento? Y agúzanse los hombros con alteza de cumbre. Los senos, globos cautivos que la brisa hinche mansamente, afilan su esfericidad; y la brisa se trueca en ventarrón oratorio. Con una rotundidad de fruta paradisíaca deslíndanse la cadera y el muslo. Por eso rememoran, aunque con énfasis moderno, el primitivismo de Eva. Y los pies se hincan como veletas, dóciles a los giros, pero duras, metálicas. ¡Qué reto en todo el perfil, qué incriminación a todo el paisaje! A la postre vence al viento, porque es su misteriosa transubstanciación bajo las especies de la forma femenina. Y su atropellante delicadeza en ella está. Y su veleidad y su reiteración. Y su gracia sonora, de tan profundos ecos en el horizonte abovedado que sepa repercutirla.
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Es un contenido de la Intitución Libre de Enseñanza - Residencia de Estudiantes publicado en su portal de Revistas de la Edad de Plata
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Fecha publicación: 1.4.2014
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