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Entre 1833 y 1868 se implanta definitavamente en España el liberalismo. Es un proceso largo y complejo cuyo origen arranca del problema dinastico planteado a la muerte de Fernando VII.
Con la llegada de la casa de Borbon al trono se establecio la ley salica,la cual excluya del trono a las mujeres en 1830. El rey Fernando VII hizo publica la pragmatica por la que sanciona la ley salica y aprueba lo que era la ley de las partidas. Esta ley declaraba heredera del trono a la hija mayor del rey.
Los partidarios de que Carlos V tenia derecho al trono vieron en la decision real el resultado de una conjura de los liberales para que no reinase Carlos.
Privado Don Carlos de sus aspiraciones accedera al trono Isabel II la cual tenia 3 años cuando murió su padre. Por este motivo toma el trono su madre Maria Cristina.
Las aspiraciones carlistas obligaron a María Cristina a aliarse con los liberales y Carlos se autoproclamó rey de España, desencadenando una Guerra Civil.
Los liberales fueron la fuerza predominante de Isabel II y se dividían en dos grupos:
La Guerra Carlista se divide en tres fases:
Primera fase
La guerra adquirió dimensiones internacionales:
Segunda fase
Se prolongó hasta el fracaso de la llamada Expedición Real sobre Madrid en 1837 y cobra una especial violencia en la Guerra del Maestrazgo, cuyas expediciones estaban dirigidas por Ramón Cabrera. Los Carlistas ven que va a ser muy difícil ganar la guerra y se dividen en dos grupos:
Tercera fase
Ante la crisis interna en el carlismo en 1839 se llegará un acuerdo, Convenio de Vergara, que fue firmado por Espartero y Maroto, dónde se firma el fin de la guerra. Por parte de los intransigentes continua la guerra hasta 1840 con la derrota del general Cabrera.
Tras la marcha de María Cristina al exilio, la regencia la desempeñó interinamente el Gobierno presidido por Espartero, según lo establecido en la Constitución de 1837, en lo que se llamó «Ministerio-Regencia», hasta que las Cortes decidieran. En la Constitución, respecto de la regencia se decía: «hasta que las Cortes nombren la Regencia será gobernado el Reino provisionalmente por el padre o la madre del Rey y en su defecto por el Consejo de Ministros» (art. 58).
En el debate en las Cortes sobre la regencia se produjo la división en el seno del Partido Progresista entre «unitarios» y «trinitarios». Los primeros, también llamados «esparteristas», defendían que la regencia la desempeñara una única persona, y que esa persona debía ser Espartero; los segundos, temerosos del enorme poder que iba a tener el general, propusieron una regencia compuesta por tres personas, una de las cuales sería Espartero. Para los trinitarios, una regencia compuesta de tres personas implicaba «un equilibrio mayor entre elementos civiles y militares y un control más preciso, por tanto, de la Regencia, recordando la trayectoria de María Cristina».
Acabó en 1843, cuando un movimiento militar y cívico encabezado por una parte del Partido Progresista y por el Partido Moderado, que contaba con los generales afines Ramón María Narváez, Francisco Serrano y Leopoldo O'Donnell, obligó a Espartero a marchar al exilio. La coalición antiesparterista decidió entonces proclamar la mayoría de edad de Isabel, en cuanto cumplió los trece años de edad, en octubre de 1843, iniciándose así su reinado efectivo.
El exilio de Espartero produjo un vacío político. Joaquín María López, del Partido Progresista, fue restituido por las Cortes en el puesto de Jefe de Gobierno el 23 de julio de 1843 y para acabar con el Senado donde los "esparteristas" tenían la mayoría lo disolvió y convocó elecciones para renovarlo totalmente -lo que violaba el artículo 19 de la Constitución de 1837 que solo permitía hacerlo con un tercio del mismo-.
Cuando en mayo de 1844 el general Ramón María Narváez se hizo cargo del gobierno los moderados estaban divididos respecto a la necesidad de reformar la Constitución de 1837 entonces vigente -incluso el grupo más reaccionario encabezado por el marqués de Viluma abogaba por su derogación y la vuelta a la carta otorgada del Estatuto Real de 1834-. Narváez se inclinó finalmente por la opción de la reforma defendida por el grupo liderado por Alejandro Mon y Pedro José Pidal frente al grupo de moderados "puritanos" que defendían su mantenimiento porque su aprobación había sido fruto del consenso entre los dos grandes partidos liberales, moderados y progresistas, lo que les permitiría alternarse en el gobierno sin tener que cambiar la Constitución cada vez que se cambiaba el gobierno.
Pronto surgió la división del Partido Moderado lo que coadyuvó a la inestabilidad política que se manifestó en los continuos cambios en la presidencia del gobierno, que comenzaron con el cese de Narváez el 11 de febrero de 1846, asociado al conflictivo matrimonio que se pactó para la Reina. En efecto, ésta se casará en dicho año con Francisco de Asís de Borbón, primo suyo, el 10 de octubre, el mismo día que cumplió dieciséis años. Antes, la madre de la Reina, la ex Regente María Cristina había urdido un plan matrimonial para casar a su hija con el heredero de la Corona francesa. Tales propósitos levantaron las suspicacias de Inglaterra que a toda costa quería que se respetase el Tratado de Utrecht y evitar que las dos naciones estuvieran unidas bajo un solo rey. Tras los Acuerdos de Eu se limitó el número de candidatos para Isabel a poco más de seis, entre lo que finalmente se eligió a Francisco de Asís.
La violación de los usos parlamentarios por parte de la Corona provocó el acercamiento entre los moderados de Narváez y los moderados "puritanos" con los progresistas que llegaron a formar un comité electoral para presentar candidaturas conjuntas en las elecciones cuyo objetivo era la conservación del régimen representativo que consideraban en peligro. Asimismo los "puritanos" Ríos Rosas y Joaquín Francisco Pacheco entraron en contacto con varios militares adictos, como el general O'Donnell, y progresistas, como los generales Dulce y Ros de Olano, para organizar un pronunciamiento cuyo objetivo era obligar a la reina Isabel II a sustituir el gobierno del Conde de San Luis por otro de "unión liberal".
El pronunciamiento lo inició el general O'Donell el 28 de junio de 1854, pero el enfrentamiento con las tropas fieles al gobierno en la localidad cercana a Madrid de Vicálvaro -lo que dará nombre a la rebelión: La Vicalvarada- resultó indeciso, por lo que las fuerzas de O'Donell se retiraron hacia el sur vagando por La Mancha y encaminándose a Portugal, aguardando que otras unidades militares se sumaran al movimiento.
Fue entonces cuando empezó la segunda fase de la que se llamaría después la "revolución de 1854" cuyo protagonismo correspondió a los progresistas y a los demócratas que iniciaron la insurrección el 14 de julio en Barcelona y el 17 de julio en Madrid, que fue secundada en otros lugares donde también se formaron juntas. La reina destituyó ese mismo día 17 de julio al conde de San Luis sustituyéndolo por el general Fernando Fernández de Córdova que formó un gobierno en el que había moderados "puritanos" y progresistas pero este solo duró dos días siendo sustituido por el duque de Rivas, cuyo gobierno tuvo la misma duración, hasta que la Corona se decidió a llamar al general Baldomero Espartero para que formara gobierno. Así dio comienzo el bienio progresista (1854-1856).
Solo dos días después de su entrada triunfal en Madrid, el general Espartero formó Gobierno, en el que el general O'Donnell exigió para sí el Ministerio de la Guerra.
La primera medida que tomó el nuevo Gobierno supuso el primer desengaño para los que habían participado en la insurrección popular, pues las juntas revolucionarias provinciales fueron convertidas en organismos consultivos y las medidas que hubieran aprobado quedaron suspendidas, sobre todo la abolición de los odiados consumos, que fueron repuestos ante la imposibilidad de reemplazarlos con otros impuestos. La segunda decepción se produjo el 14 de agosto, cuando las manifestaciones de obreros de las obras públicas que pedían aumento de salario «y que no se permitiesen las obras a destajo» fue reprimida por la restaurada milicia nacional, cuya misión era ahora —según el Gobierno— defender el «nuevo orden». La tercera decepción llegó el 25 de agosto, cuando el Gobierno no cumplió su compromiso de juzgar a la reina madre María Cristina de Borbón y la dejó marchar «expulsada» junto a su marido Agustín Fernando Muñoz y Sánchez hacia Portugal. Cuando los demócratas intentaron sublevarse en señal de protesta, la milicia nacional intervino de nuevo, los desarmó y los envió a prisión.
La conflictividad social que se vivió en los primeros meses de 1856 —motines de subsistencias en Castilla, huelgas en Cataluña, motines de quintas en Valencia— fue aprovechada por el general O'Donnell, alentado por el general Serrano, para hacer un discurso catastrofista en las Cortes destinado a acabar con el Gobierno progresista de Espartero, en el poder desde el inicio del bienio progresista (1854-1856) y en el que el propio O'Donnell era ministro de la Guerra.
El gobierno que formó O'Donnell estuvo integrado por los miembros del partido que fundó él mismo llamado Unión Liberal y cuyo ideólogo principal fue José Posada Herrera que ocupó la cartera clave de Gobernación.
El gobierno inmediatamente procedió a deshacer la obra reaccionaria del "bienio moderado" anterior. Depuró las listas electorales de los errores intencionados que se habían introducido para perjudicar a los progresistas y nombró senadores a algunos de ellos, como los generales San Miguel y Juan Prim, que se acabarían integrando en la Unión Liberal; restableció en su integridad la Constitución de 1845; y reanudó la venta de los "bienes nacionales" desamortizados.
A mediados de los años 1860, el descontento contra el régimen monárquico de Isabel II era patente y el moderantismo español, en el poder desde 1844, salvo los intervalos del bienio progresista (1854-1856) y los gobiernos de la Unión Liberal (1858-1863), se encontraba en una fuerte crisis interna.
A principios de 1866 estalló la primera crisis financiera de la historia del capitalismo español. Aunque estuvo precedida de la crisis de la industria textil catalana, cuyos primeros síntomas aparecieron en 1862 a consecuencia de la escasez de algodón provocada por la Guerra de Secesión norteamericana, el detonante de la crisis financiera de 1866 fueron las pérdidas sufridas por las compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y sociedades de crédito. A la crisis financiera de 1866 se sumó una grave crisis de subsistencias en 1867 y 1868 motivada por la malas cosechas de esos años. Los afectados no fueron los hombres de negocios o los políticos, como en la crisis financiera, sino las clases populares debido a la escasez y carestía de productos básicos como el pan.
A principios de septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se acordó que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la flota por el almirante unionista Juan Bautista Topete. La historiografía liberal del siglo XIX explicó la revolución de 1868 por motivos políticos. Según esta visión, durante el reinado de Isabel II se produjo un enfrentamiento entre dos ideologías: una casi absolutista, reaccionaria, clerical, representada por el Partido Moderado y por la Corona y su camarilla; y otra liberal, reformista, anticlerical (que no anticatólica) y progresista. Así la revolución de 1868 significaba el triunfo de la segunda sobre la primera, como lo demostraba el grito que resonó fuertemente durante «La Gloriosa»: «¡Viva la Soberanía Nacional! ¡Abajo los Borbones!»
El Sexenio Democrático es una etapa álgida en la historia contemporánea española que transcurre entre 1868 y 1874. Es uno de los periodos más agitados. La revolución de septiembre de 1868 se inicia con un pronunciamiento, militar y civil, liberal clásico que abre una etapa revolucionaria con la que se pretende, sin conseguirlo, instaurar un régimen democrático. A pesar de ello, el sexenio aportó la primera Constitución democrática del Categoría:siglo XIX.
La rápida sucesión de fases: destronamiento de Isabel II, Gobierno Provisional, monarquía democrática, 1ª república, así como los problemas políticos y sociales que arrastraba casi desde sus comienzos la revolución liberal española (el problema carlista, el colonial, el problema de la tierra), junto a la llamada “cuestión social”, las lacras y los excesos de la centralización y, sobre todo, tres conflictos envergadura –la guerra cubana, la guerra carlista y la sublevación cantonal- son claros exponentes de las dificultades del llamado sexenio democrático.
Causas de la Revolución
La revolución comenzó con el pronunciamiento de la armada, al mando del almirante Topete, y del ejército, dirigido por los generales Prim y Serrano. Pero la revolución se consolida gracias la formación de las juntas revolucionarias de carácter civil que desde Andalucía se extienden por toda España.
En un primer momento, el poder residió en las juntas revolucionarias que reclamaron amplias medidas de democratización política (sufragio universal, libertad de expresión, de reunión, de asociación y de culto) y de reformas sociales (desamortización, abolición de las quintas y de los consumos).
La revolución social y económica del movimiento popular hicieron caer en la batalla de Alcolea a Isabel II, la cual tuvo que exiliarse, dejando el poder dividido entre las juntas revolucionarias (Demócratas y Republicanos) y el Gobierno Provisional (Progresistas y Unionistas).
El Gobierno Provisional
El gobierno provisional con Prim y Serrano como hombres fuertes, compuesto por unionistas y progresistas, decretó la disolución de las juntas y asumió, el ideario democrático de estas.
Pero una de las cuestiones clave era la forma gobierno, monarquía o república que debían decidir unas Cortes constituyentes. Se convocaron elecciones en marzo y se celebran en junio, fueron las primeras elegidas por sufragio universal, dieron la mayoría a los partidos de la coalición antiborbónica –unionistas, progresistas y demócratas- partidarios de una monarquía democrática. A la izquierda se situó una fracción del partido demócrata partidaria de la República, y que formó el Partido Republicano Federal.
Prim (Progresistas) pasa a ser nombrado jefe de gobierno y Serrano (Unionistas) es declarado regente.
Una vez promulgada la Constitución, al haber establecido la Monarquía como forma de gobierno, las Cortes nombraron el 18 de junio como regente al general Serrano mientras que el general Prim pasaba a ser presidente del gobierno.20 Al día siguiente Prim presentó su nuevo gabinete en el que continuaron casi los mismos ministros y en el que no quisieron integrarse los demócratas "cimbrios" a pesar del ofrecimiento que Prim les hizo de tres ministerios ya que, según Jorge Vilches, "la unión con los conservadores se terminó para los demócratas una vez que se aprobó la Constitución".
La elección de Amadeo de Saboya por las Corte Constituyentes como nuevo Rey de España distó de ser unánime (191 votos a favor y 100 en contra).
Era el candidato de Prim y cuando este fue asesinado en 1870 perdió al que era su mayor apoyo, con el rechazo aristocrático y popular tuvo que enfrentarse a graves problemas. Prim había mantenido unida la coalición monárquico-democrática y su muerte provocó su descomposición. Los unionistas se alejaron el nuevo régimen y se acercaron los partidarios de la solución alfonsina.
En el seno del partido más sólido de la coalición, el progresista, se produjo la ruptura. De un lado Sagasta (con la parte constitucionalista) y por el otro Ruiz Zorrilla (con la parte radical).
También se oponían a el la iglesia católica (por la cuestión de la libertad política), la nobleza (por la desamortización) y la burguesía industrial y financiera (por la cuestión de la esclavitud en Cuba).
El carlismo cobró un nuevo impulso tras el destronamiento de Isabel II, que inicia una tercera guerra carlista a favor de Carlos VII (1872-1876).
Amadeo I tuvo graves problemas como gobernante y se vivió una fuerte inestabilidad política (tres elecciones y seis cambios gobierno en treinta meses).
Aprovechando un problema militar en el cuerpo de artillería abdica en febrero de 1873.
El vacío de poder hizo que Republicanos y radicales monárquicos, se unieran para salvar el ideario democrático de la revolución de 1868. Su lema va a ser “orden, justicia, y libertad”. El primer gobierno republicano estuvo formado por una coalición de radicales y republicanos, y presidido por Figueras. Los radicales querían una república unitaria, mientras que los republicanos renuncian a la proclamación inmediata de la República federal dejando esta decisión para las cortes. Pero esta primera república sólo fue reconocida internacionalmente por EE.UU.
Los dirigentes republicanos se encontraron con una doble oposición:
La desilusionada y frustrada masa federal intentó proclamar el estado catalán dentro de la República Federal española. La radicalización e extendió a los campesinos, que identificaron la República con el reparto de tierras. En Andalucía estos brotes revolucionarios desembocaron en graves disturbios como el de Montilla en Córdoba.
Los republicanos federales gobernaran solos, puesto que los radicales intentaran derribar el gobierno por la fuerza e impedir la convocatoria de Cortes Constituyentes. Tuvieron que hacer frente a las recuperaciones de las guerras carlistas y a los partidos políticos restantes.
El 1 de junio de 1873 se convocan Cortes Constituyentes, nombrándose un nuevo gobierno presidido por Pi y Margall. Castelar se encargó de redactar un proyecto de constitución según el ideario federalista.
Las elecciones a Cortes Constituyentes darán una abrumadora mayoría a los republicanos federales. Toda la oposición no superó el 60% del grupo republicano federal.
La constitución de 1873 declaraba:
No llegó a aprobarse por el estallido de los movimientos cantonalistas, la conflictividad social, la extensión de la guerra carlista y el problema cubano.
En julio dimite Pi y Margall y le sustituye Salmerón que produce un giro conservador. Para acabar con los levantamientos se aumenta la presión social en las calles, se reprime la I internacional y se refuerza el ejército y la Guardia Civil.
En septiembre Castelar es nombrado presidente. Gobierna por decreto. El gobierno sale fortalecido como árbitro de las tres guerras y se sofoca el levantamiento cantonalista casi en su totalidad.
Pero el 3 de enero de 1874 Pavia da un golpe en las Cortes que votaban la sustitución de Castelar.
El ejército propone a Serrano para cerrar el proceso y acabar con las guerras y el desorden, pero los carlistas van a aguantar hasta 1876 y la guerra de Cuba va a durar hasta 1878.
La causa alfonsina es la salida más lógica. Canovas inspira el “manifiesto de Sandhurst” en diciembre 1874, firmado en la localidad inglesa del mismo nombre, según el cual Alfonso, en el caso de ser nombrado rey, se comprometía a implantar un régimen constitucional y parlamentario estable.
El general Martínez Campos se adelanta y se pronuncia en Sagunto a favor de Alfonso el 29-30 de diciembre.
José Martí, ausente de la isla desde su deportación a la península en 1871, organizó en los Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano cuyo principal objetivo era lograr la independencia de Cuba.
El 24 de febrero de 1895, por órdenes de Martí se levantan 35 aldeas en el Oriente de Cuba en lo que se ha dado en llamar el Grito de Baire. Las autoridades lograron descabezar la insurrección en las cuatro provincias occidentales, con la detención de Julio Sanguily y José María Aguirre Valdés. La capital del Estado envía a la provincia sublevada 9000 hombres, suspende las garantías constitucionales y aplica censura a la prensa. El 21 de marzo Antonio Cánovas del Castillo envía otros 7000 hombres y nombra a Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, capitán general de Cuba.
Para finales de 1897 el gobierno de los Estados Unidos reclamaba que la guerra afectaba sus intereses y le exigió a España reformas para lograr la paz. La explosión del acorazado estadounidense Maine significó el ingreso de los Estados Unidos en la contienda. La declaración de guerra a España no se hizo esperar y los combates, que antes se centraron en tierra, se trasladaron al mar, pero las escuadras navales españolas no pudieron responder a los modernos acorazados estadounidenses. La toma de Santiago de Cuba y la superioridad militar de las tropas norteamericanas, apoyadas en todo momento por las fuerzas cubanas al mando del General Calixto García (jefe cubano del departamento oriental), obligaron a los españoles, que ya estaban virtualmente acabados, a rendirse en 1898.
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Entre 1833 y 1868 se implanta definitavamente en España el liberalismo. Es un proceso largo y complejo cuyo origen arranca del problema dinastico planteado a la muerte de Fernando VII.
Con la llegada de la casa de Borbon al trono se establecio la ley salica,la cual excluya del trono a las mujeres en 1830. El rey Fernando VII hizo publica la pragmatica por la que sanciona la ley salica y aprueba lo que era la ley de las partidas. Esta ley declaraba heredera del trono a la hija mayor del rey.
Los partidarios de que Carlos V tenia derecho al trono vieron en la decision real el resultado de una conjura de los liberales para que no reinase Carlos.
Privado Don Carlos de sus aspiraciones accedera al trono Isabel II la cual tenia 3 años cuando murió su padre. Por este motivo toma el trono su madre Maria Cristina.
Las aspiraciones carlistas obligaron a María Cristina a aliarse con los liberales y Carlos se autoproclamó rey de España, desencadenando una Guerra Civil.
Los liberales fueron la fuerza predominante de Isabel II y se dividían en dos grupos:
La Guerra Carlista se divide en tres fases:
Primera fase
La guerra adquirió dimensiones internacionales:
Segunda fase
Se prolongó hasta el fracaso de la llamada Expedición Real sobre Madrid en 1837 y cobra una especial violencia en la Guerra del Maestrazgo, cuyas expediciones estaban dirigidas por Ramón Cabrera. Los Carlistas ven que va a ser muy difícil ganar la guerra y se dividen en dos grupos:
Tercera fase
Ante la crisis interna en el carlismo en 1839 se llegará un acuerdo, Convenio de Vergara, que fue firmado por Espartero y Maroto, dónde se firma el fin de la guerra. Por parte de los intransigentes continua la guerra hasta 1840 con la derrota del general Cabrera.
Tras la marcha de María Cristina al exilio, la regencia la desempeñó interinamente el Gobierno presidido por Espartero, según lo establecido en la Constitución de 1837, en lo que se llamó «Ministerio-Regencia», hasta que las Cortes decidieran. En la Constitución, respecto de la regencia se decía: «hasta que las Cortes nombren la Regencia será gobernado el Reino provisionalmente por el padre o la madre del Rey y en su defecto por el Consejo de Ministros» (art. 58).
En el debate en las Cortes sobre la regencia se produjo la división en el seno del Partido Progresista entre «unitarios» y «trinitarios». Los primeros, también llamados «esparteristas», defendían que la regencia la desempeñara una única persona, y que esa persona debía ser Espartero; los segundos, temerosos del enorme poder que iba a tener el general, propusieron una regencia compuesta por tres personas, una de las cuales sería Espartero. Para los trinitarios, una regencia compuesta de tres personas implicaba «un equilibrio mayor entre elementos civiles y militares y un control más preciso, por tanto, de la Regencia, recordando la trayectoria de María Cristina».
Acabó en 1843, cuando un movimiento militar y cívico encabezado por una parte del Partido Progresista y por el Partido Moderado, que contaba con los generales afines Ramón María Narváez, Francisco Serrano y Leopoldo O'Donnell, obligó a Espartero a marchar al exilio. La coalición antiesparterista decidió entonces proclamar la mayoría de edad de Isabel, en cuanto cumplió los trece años de edad, en octubre de 1843, iniciándose así su reinado efectivo.
El exilio de Espartero produjo un vacío político. Joaquín María López, del Partido Progresista, fue restituido por las Cortes en el puesto de Jefe de Gobierno el 23 de julio de 1843 y para acabar con el Senado donde los "esparteristas" tenían la mayoría lo disolvió y convocó elecciones para renovarlo totalmente -lo que violaba el artículo 19 de la Constitución de 1837 que solo permitía hacerlo con un tercio del mismo-.
Cuando en mayo de 1844 el general Ramón María Narváez se hizo cargo del gobierno los moderados estaban divididos respecto a la necesidad de reformar la Constitución de 1837 entonces vigente -incluso el grupo más reaccionario encabezado por el marqués de Viluma abogaba por su derogación y la vuelta a la carta otorgada del Estatuto Real de 1834-. Narváez se inclinó finalmente por la opción de la reforma defendida por el grupo liderado por Alejandro Mon y Pedro José Pidal frente al grupo de moderados "puritanos" que defendían su mantenimiento porque su aprobación había sido fruto del consenso entre los dos grandes partidos liberales, moderados y progresistas, lo que les permitiría alternarse en el gobierno sin tener que cambiar la Constitución cada vez que se cambiaba el gobierno.
Pronto surgió la división del Partido Moderado lo que coadyuvó a la inestabilidad política que se manifestó en los continuos cambios en la presidencia del gobierno, que comenzaron con el cese de Narváez el 11 de febrero de 1846, asociado al conflictivo matrimonio que se pactó para la Reina. En efecto, ésta se casará en dicho año con Francisco de Asís de Borbón, primo suyo, el 10 de octubre, el mismo día que cumplió dieciséis años. Antes, la madre de la Reina, la ex Regente María Cristina había urdido un plan matrimonial para casar a su hija con el heredero de la Corona francesa. Tales propósitos levantaron las suspicacias de Inglaterra que a toda costa quería que se respetase el Tratado de Utrecht y evitar que las dos naciones estuvieran unidas bajo un solo rey. Tras los Acuerdos de Eu se limitó el número de candidatos para Isabel a poco más de seis, entre lo que finalmente se eligió a Francisco de Asís.
La violación de los usos parlamentarios por parte de la Corona provocó el acercamiento entre los moderados de Narváez y los moderados "puritanos" con los progresistas que llegaron a formar un comité electoral para presentar candidaturas conjuntas en las elecciones cuyo objetivo era la conservación del régimen representativo que consideraban en peligro. Asimismo los "puritanos" Ríos Rosas y Joaquín Francisco Pacheco entraron en contacto con varios militares adictos, como el general O'Donnell, y progresistas, como los generales Dulce y Ros de Olano, para organizar un pronunciamiento cuyo objetivo era obligar a la reina Isabel II a sustituir el gobierno del Conde de San Luis por otro de "unión liberal".
El pronunciamiento lo inició el general O'Donell el 28 de junio de 1854, pero el enfrentamiento con las tropas fieles al gobierno en la localidad cercana a Madrid de Vicálvaro -lo que dará nombre a la rebelión: La Vicalvarada- resultó indeciso, por lo que las fuerzas de O'Donell se retiraron hacia el sur vagando por La Mancha y encaminándose a Portugal, aguardando que otras unidades militares se sumaran al movimiento.
Fue entonces cuando empezó la segunda fase de la que se llamaría después la "revolución de 1854" cuyo protagonismo correspondió a los progresistas y a los demócratas que iniciaron la insurrección el 14 de julio en Barcelona y el 17 de julio en Madrid, que fue secundada en otros lugares donde también se formaron juntas. La reina destituyó ese mismo día 17 de julio al conde de San Luis sustituyéndolo por el general Fernando Fernández de Córdova que formó un gobierno en el que había moderados "puritanos" y progresistas pero este solo duró dos días siendo sustituido por el duque de Rivas, cuyo gobierno tuvo la misma duración, hasta que la Corona se decidió a llamar al general Baldomero Espartero para que formara gobierno. Así dio comienzo el bienio progresista (1854-1856).
Solo dos días después de su entrada triunfal en Madrid, el general Espartero formó Gobierno, en el que el general O'Donnell exigió para sí el Ministerio de la Guerra.
La primera medida que tomó el nuevo Gobierno supuso el primer desengaño para los que habían participado en la insurrección popular, pues las juntas revolucionarias provinciales fueron convertidas en organismos consultivos y las medidas que hubieran aprobado quedaron suspendidas, sobre todo la abolición de los odiados consumos, que fueron repuestos ante la imposibilidad de reemplazarlos con otros impuestos. La segunda decepción se produjo el 14 de agosto, cuando las manifestaciones de obreros de las obras públicas que pedían aumento de salario «y que no se permitiesen las obras a destajo» fue reprimida por la restaurada milicia nacional, cuya misión era ahora —según el Gobierno— defender el «nuevo orden». La tercera decepción llegó el 25 de agosto, cuando el Gobierno no cumplió su compromiso de juzgar a la reina madre María Cristina de Borbón y la dejó marchar «expulsada» junto a su marido Agustín Fernando Muñoz y Sánchez hacia Portugal. Cuando los demócratas intentaron sublevarse en señal de protesta, la milicia nacional intervino de nuevo, los desarmó y los envió a prisión.
La conflictividad social que se vivió en los primeros meses de 1856 —motines de subsistencias en Castilla, huelgas en Cataluña, motines de quintas en Valencia— fue aprovechada por el general O'Donnell, alentado por el general Serrano, para hacer un discurso catastrofista en las Cortes destinado a acabar con el Gobierno progresista de Espartero, en el poder desde el inicio del bienio progresista (1854-1856) y en el que el propio O'Donnell era ministro de la Guerra.
El gobierno que formó O'Donnell estuvo integrado por los miembros del partido que fundó él mismo llamado Unión Liberal y cuyo ideólogo principal fue José Posada Herrera que ocupó la cartera clave de Gobernación.
El gobierno inmediatamente procedió a deshacer la obra reaccionaria del "bienio moderado" anterior. Depuró las listas electorales de los errores intencionados que se habían introducido para perjudicar a los progresistas y nombró senadores a algunos de ellos, como los generales San Miguel y Juan Prim, que se acabarían integrando en la Unión Liberal; restableció en su integridad la Constitución de 1845; y reanudó la venta de los "bienes nacionales" desamortizados.
A mediados de los años 1860, el descontento contra el régimen monárquico de Isabel II era patente y el moderantismo español, en el poder desde 1844, salvo los intervalos del bienio progresista (1854-1856) y los gobiernos de la Unión Liberal (1858-1863), se encontraba en una fuerte crisis interna.
A principios de 1866 estalló la primera crisis financiera de la historia del capitalismo español. Aunque estuvo precedida de la crisis de la industria textil catalana, cuyos primeros síntomas aparecieron en 1862 a consecuencia de la escasez de algodón provocada por la Guerra de Secesión norteamericana, el detonante de la crisis financiera de 1866 fueron las pérdidas sufridas por las compañías ferroviarias, que arrastraron con ellas a bancos y sociedades de crédito. A la crisis financiera de 1866 se sumó una grave crisis de subsistencias en 1867 y 1868 motivada por la malas cosechas de esos años. Los afectados no fueron los hombres de negocios o los políticos, como en la crisis financiera, sino las clases populares debido a la escasez y carestía de productos básicos como el pan.
A principios de septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se acordó que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la flota por el almirante unionista Juan Bautista Topete. La historiografía liberal del siglo XIX explicó la revolución de 1868 por motivos políticos. Según esta visión, durante el reinado de Isabel II se produjo un enfrentamiento entre dos ideologías: una casi absolutista, reaccionaria, clerical, representada por el Partido Moderado y por la Corona y su camarilla; y otra liberal, reformista, anticlerical (que no anticatólica) y progresista. Así la revolución de 1868 significaba el triunfo de la segunda sobre la primera, como lo demostraba el grito que resonó fuertemente durante «La Gloriosa»: «¡Viva la Soberanía Nacional! ¡Abajo los Borbones!»
El Sexenio Democrático es una etapa álgida en la historia contemporánea española que transcurre entre 1868 y 1874. Es uno de los periodos más agitados. La revolución de septiembre de 1868 se inicia con un pronunciamiento, militar y civil, liberal clásico que abre una etapa revolucionaria con la que se pretende, sin conseguirlo, instaurar un régimen democrático. A pesar de ello, el sexenio aportó la primera Constitución democrática del Categoría:siglo XIX.
La rápida sucesión de fases: destronamiento de Isabel II, Gobierno Provisional, monarquía democrática, 1ª república, así como los problemas políticos y sociales que arrastraba casi desde sus comienzos la revolución liberal española (el problema carlista, el colonial, el problema de la tierra), junto a la llamada “cuestión social”, las lacras y los excesos de la centralización y, sobre todo, tres conflictos envergadura –la guerra cubana, la guerra carlista y la sublevación cantonal- son claros exponentes de las dificultades del llamado sexenio democrático.
Causas de la Revolución
La revolución comenzó con el pronunciamiento de la armada, al mando del almirante Topete, y del ejército, dirigido por los generales Prim y Serrano. Pero la revolución se consolida gracias la formación de las juntas revolucionarias de carácter civil que desde Andalucía se extienden por toda España.
En un primer momento, el poder residió en las juntas revolucionarias que reclamaron amplias medidas de democratización política (sufragio universal, libertad de expresión, de reunión, de asociación y de culto) y de reformas sociales (desamortización, abolición de las quintas y de los consumos).
La revolución social y económica del movimiento popular hicieron caer en la batalla de Alcolea a Isabel II, la cual tuvo que exiliarse, dejando el poder dividido entre las juntas revolucionarias (Demócratas y Republicanos) y el Gobierno Provisional (Progresistas y Unionistas).
El Gobierno Provisional
El gobierno provisional con Prim y Serrano como hombres fuertes, compuesto por unionistas y progresistas, decretó la disolución de las juntas y asumió, el ideario democrático de estas.
Pero una de las cuestiones clave era la forma gobierno, monarquía o república que debían decidir unas Cortes constituyentes. Se convocaron elecciones en marzo y se celebran en junio, fueron las primeras elegidas por sufragio universal, dieron la mayoría a los partidos de la coalición antiborbónica –unionistas, progresistas y demócratas- partidarios de una monarquía democrática. A la izquierda se situó una fracción del partido demócrata partidaria de la República, y que formó el Partido Republicano Federal.
Prim (Progresistas) pasa a ser nombrado jefe de gobierno y Serrano (Unionistas) es declarado regente.
Una vez promulgada la Constitución, al haber establecido la Monarquía como forma de gobierno, las Cortes nombraron el 18 de junio como regente al general Serrano mientras que el general Prim pasaba a ser presidente del gobierno.20 Al día siguiente Prim presentó su nuevo gabinete en el que continuaron casi los mismos ministros y en el que no quisieron integrarse los demócratas "cimbrios" a pesar del ofrecimiento que Prim les hizo de tres ministerios ya que, según Jorge Vilches, "la unión con los conservadores se terminó para los demócratas una vez que se aprobó la Constitución".
La elección de Amadeo de Saboya por las Corte Constituyentes como nuevo Rey de España distó de ser unánime (191 votos a favor y 100 en contra).
Era el candidato de Prim y cuando este fue asesinado en 1870 perdió al que era su mayor apoyo, con el rechazo aristocrático y popular tuvo que enfrentarse a graves problemas. Prim había mantenido unida la coalición monárquico-democrática y su muerte provocó su descomposición. Los unionistas se alejaron el nuevo régimen y se acercaron los partidarios de la solución alfonsina.
En el seno del partido más sólido de la coalición, el progresista, se produjo la ruptura. De un lado Sagasta (con la parte constitucionalista) y por el otro Ruiz Zorrilla (con la parte radical).
También se oponían a el la iglesia católica (por la cuestión de la libertad política), la nobleza (por la desamortización) y la burguesía industrial y financiera (por la cuestión de la esclavitud en Cuba).
El carlismo cobró un nuevo impulso tras el destronamiento de Isabel II, que inicia una tercera guerra carlista a favor de Carlos VII (1872-1876).
Amadeo I tuvo graves problemas como gobernante y se vivió una fuerte inestabilidad política (tres elecciones y seis cambios gobierno en treinta meses).
Aprovechando un problema militar en el cuerpo de artillería abdica en febrero de 1873.
El vacío de poder hizo que Republicanos y radicales monárquicos, se unieran para salvar el ideario democrático de la revolución de 1868. Su lema va a ser “orden, justicia, y libertad”. El primer gobierno republicano estuvo formado por una coalición de radicales y republicanos, y presidido por Figueras. Los radicales querían una república unitaria, mientras que los republicanos renuncian a la proclamación inmediata de la República federal dejando esta decisión para las cortes. Pero esta primera república sólo fue reconocida internacionalmente por EE.UU.
Los dirigentes republicanos se encontraron con una doble oposición:
La desilusionada y frustrada masa federal intentó proclamar el estado catalán dentro de la República Federal española. La radicalización e extendió a los campesinos, que identificaron la República con el reparto de tierras. En Andalucía estos brotes revolucionarios desembocaron en graves disturbios como el de Montilla en Córdoba.
Los republicanos federales gobernaran solos, puesto que los radicales intentaran derribar el gobierno por la fuerza e impedir la convocatoria de Cortes Constituyentes. Tuvieron que hacer frente a las recuperaciones de las guerras carlistas y a los partidos políticos restantes.
El 1 de junio de 1873 se convocan Cortes Constituyentes, nombrándose un nuevo gobierno presidido por Pi y Margall. Castelar se encargó de redactar un proyecto de constitución según el ideario federalista.
Las elecciones a Cortes Constituyentes darán una abrumadora mayoría a los republicanos federales. Toda la oposición no superó el 60% del grupo republicano federal.
La constitución de 1873 declaraba:
No llegó a aprobarse por el estallido de los movimientos cantonalistas, la conflictividad social, la extensión de la guerra carlista y el problema cubano.
En julio dimite Pi y Margall y le sustituye Salmerón que produce un giro conservador. Para acabar con los levantamientos se aumenta la presión social en las calles, se reprime la I internacional y se refuerza el ejército y la Guardia Civil.
En septiembre Castelar es nombrado presidente. Gobierna por decreto. El gobierno sale fortalecido como árbitro de las tres guerras y se sofoca el levantamiento cantonalista casi en su totalidad.
Pero el 3 de enero de 1874 Pavia da un golpe en las Cortes que votaban la sustitución de Castelar.
El ejército propone a Serrano para cerrar el proceso y acabar con las guerras y el desorden, pero los carlistas van a aguantar hasta 1876 y la guerra de Cuba va a durar hasta 1878.
La causa alfonsina es la salida más lógica. Canovas inspira el “manifiesto de Sandhurst” en diciembre 1874, firmado en la localidad inglesa del mismo nombre, según el cual Alfonso, en el caso de ser nombrado rey, se comprometía a implantar un régimen constitucional y parlamentario estable.
El general Martínez Campos se adelanta y se pronuncia en Sagunto a favor de Alfonso el 29-30 de diciembre.
José Martí, ausente de la isla desde su deportación a la península en 1871, organizó en los Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano cuyo principal objetivo era lograr la independencia de Cuba.
El 24 de febrero de 1895, por órdenes de Martí se levantan 35 aldeas en el Oriente de Cuba en lo que se ha dado en llamar el Grito de Baire. Las autoridades lograron descabezar la insurrección en las cuatro provincias occidentales, con la detención de Julio Sanguily y José María Aguirre Valdés. La capital del Estado envía a la provincia sublevada 9000 hombres, suspende las garantías constitucionales y aplica censura a la prensa. El 21 de marzo Antonio Cánovas del Castillo envía otros 7000 hombres y nombra a Arsenio Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, capitán general de Cuba.
Para finales de 1897 el gobierno de los Estados Unidos reclamaba que la guerra afectaba sus intereses y le exigió a España reformas para lograr la paz. La explosión del acorazado estadounidense Maine significó el ingreso de los Estados Unidos en la contienda. La declaración de guerra a España no se hizo esperar y los combates, que antes se centraron en tierra, se trasladaron al mar, pero las escuadras navales españolas no pudieron responder a los modernos acorazados estadounidenses. La toma de Santiago de Cuba y la superioridad militar de las tropas norteamericanas, apoyadas en todo momento por las fuerzas cubanas al mando del General Calixto García (jefe cubano del departamento oriental), obligaron a los españoles, que ya estaban virtualmente acabados, a rendirse en 1898.
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