La ermita de San Baudelio de Berlanga se encuentra en las inmediaciones del municipio de Casillas de Berlanga, una pequeña población al suroeste de la provincia de Soria. De su construcción no tenemos mucha información, pero sí sabemos que fue construida por artesanos mozárabes en torno al siglo X-XI o incluso principios del XII. Su promotor fue Fernando I de León, alias "El Grande" (1016-1065), como culto a la figura de San Baudelio y también como sitio de retiro para eremitas. 

Como toda construcción románica cuenta con un exterior muy sobrio, sin grandes ventanales y con un grueso muro de piedra. Destaca la puerta con arco de herradura, propio de la cultura árabe y mozárabe. 

Su momento de construcción lo situamos en el contexto histórico de la consolidación de los reinos cristianos en la zona soriana, recibiendo todavía muchas influencias artísticas del mundo andalusí. Aunque pueda parecer una pequeña ermita aislada en el extenso territorio castellano como muchas otras, el verdadero valor de San Baudelio de Berlanga se encuentra en su interior, o se encontraba. 

Cuando traspasamos la puerta y los gruesos muros de piedra nos encontramos con un panorama artístico, o lo que queda de él, magnífico. Todo el interior de la ermita está decorado con grandes pinturas y murales al fresco, destacando las representaciones de caza y las de animales. 

La calidad de las pinturas, la cantidad, y el estilo forman un conjunto de alto valor difícil de ver en pequeñas ermitas de este estilo en España. Tanto valor tenía el conjunto que en 1922 un marchante de arte llamado Levi vino a Casillas de Berlanga para negociar la compra de las pinturas. Las gentes del pueblo aceptaron la oferta, muy por debajo de su valor real, porque desconocían que aquello podía tener valor, cuando llevaba tantos años sin cuidarse y sin que nadie viniera a interesarse por las pinturas. Así, muchas de las pinturas fueron arrancadas de mala manera y trasladadas a importantes museos como Boston y Nueva York, donde se mantendrían hasta que estas fuesen cedidas al Museo del Prado a cambio del ábside de la iglesia de Fuentidueña, en Segovia. 

Se le llama la Capilla Sixtina del románico ya que es un pequeño espacio construido que albergaba, y aún tras el expolio todavía alberga buena parte, un conjunto de obras de arte de muchísima calidad para la época, obra casi seguro de personas muy cualificadas, grandes pintores. A continuación se adjunta una imagen de cómo pudo ser la ermita en el momento de la construcción y cuando contaba con todas las pinturas murales: