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tipo de documento Lecciones
Las invasiones de los pueblos bárbaros y la caída del Imperio Romano dejan tras sí un desierto tanto físico como espiritual; Europa queda sumida en las tinieblas de la incultura y el barbarismo. Desde la muerte de San Agustín, en el año 430, hasta la época de Carlomagno, a finales del siglo VIII, sólo destacan algunos filósofos importantes en las cortes de los ostrogodos en Italia, y de los visigodos en España.
Severino Boecio, que murió en el año 524, fue ministro del rey ostrogodo Teodorico. Tradujo al latín las obras de Lógica de Aristóteles, el Órganon, la Isagoge (Introducción), obra de Lógica de un autor neoplatónico llamado Porfirio; también escribió una interesante obra llamada La consolación de la Filosofía, así como opúsculos como De Sancta Trinitate. A Boecio debemos asimismo la primera definición del concepto de persona humana como “substantia individua rationalis naturae”, (“sustancia individual de naturaleza racional”). Las traducciones y sus escritos lógicos aseguraron la supervivencia de la lógica aristotélica, haciendo de ella un elemento fundamental de toda la cultura y enseñanza medieval. Casiodoro, muerto el 575. Sus obras más importantes son sus cartas, Variae, La Historia de los godos y las Instituciones divinarum et saecularium lectionum, manual muy usado en la Edad Media. San Isidoro de Sevilla, muerto en el 636, autor de las Etimologías, y San Beda el Venerable muerto en 735, autor de una Historia eclesiástica del pueblo inglés.
Toda la cultura medieval hasta el surgimiento de las universidades en el siglo XII, se encuentra en la institución del Monacato. La palabra monje, significa aquella persona que vive sola en oración y penitencia imitando la estancia de Jesús en el desierto antes de su vida pública. Estas personas que se aislaban de la sociedad para alcanzar la perfección o santidad, eran los anacoretas, como San Antonio Abad, San Saturio y otros muchos. La soledad y la penitencia terminaban con la salud física y mental de estos anacoretas, que decidieron vivir en sociedad esos consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para evitar las tentaciones y enfermedades derivadas de la soledad. Así surge la vida conventual o monacal, con la regla más importante que dio San Benito: “Ora et labora”.
A la oración hay que añadir la actividad y el trabajo tanto físico como mental. Los monjes enseñaban a labrar los campos, agricultura, y también a leer y a escribir para poder rezar y cantar los Salmos y las Sagradas Escrituras. De este modo surgen las escuelas monacales donde asisten los niños que serán monjes, los oblatos, pero también los que no van a serlo. A partir de finales del siglo VIII y comienzos del IX, Carlomagno fomentó las escuelas monacales, las internas para los monjes y las externas para los seglares; fundó escuelas episcopales o catedralicias, y escuelas palatinas, siendo la más importante la escuela palatina de Aquisgrán, a la que asistía personalmente, nombrando director de la misma al sabio inglés Alcuino de York.
En estas escuelas se fomenta la filosofía y ciencia medievales. De ahí el nombre de Filosofía escolástica. Poco a poco se fueron desarrollando, destacando con el transcurso del tiempo, la de York, en Inglaterra; la de Fulda en Alemania; las de París, Reims, Tours, Bec, Cluny y Chartres en Francia. París se convirtió en un centro importantísimo de la cultura y de la filosofía europea; ya en el siglo XI había tres escuelas, la de Nuestra Señora, la de Santa Genoveva y la de Saint – Germain des Prés, a las que en el siglo XII se añadió la de San Víctor; de todas ellas surge ya en el siglo XIII la Universidad de París, la Sorbona.
Las universidades, universitas magistrorum et scholarum, son estudios generales, que responden al deseo de universalizar la sabiduría de las diferentes escuelas, como unión de profesores y alumnos. El método pedagógico – didáctico era el de la lectio y la comentatio. El profesor (al igual que el monje en el monasterio) lee las obras de los antiguos filósofos (algunas obras de Platón, como el Timeo; de Aristóteles parte de la Lógica, las traducciones de Boecio de las obras de Porfirio y Aristóteles; algunos escritos de Cicerón, Séneca y [Lucrecio]; las obras de los Padres de la Iglesia, especialmente San Agustín y el Pseudo – Dionisio), y después las comenta. Cada alumno toma sus apuntes, y al final del curso comienzan a aparecer los Manuales – libros hechos a mano – que contienen los temas tratados; así aparecen las Sumas, como la Suma Teológica de Santo Tomás. A lo largo del curso escolar, también tenían lugar las Disputatio, cuestiones problemáticas que se debatían acaloradamente y donde había posiciones enfrentadas o dialécticas, que dieron origen al método escolástico del Sic et non.
Las materias impartidas eran, por un lado, las artes liberales, que comprendían:
También estudiaban algo de Cosmología, semejante a las Ciencias de la naturaleza.
En la cúspide de los estudios, estaba la Filosofía, y por último el saber más importante, la Teología, como estudio y conocimiento de Dios era el valor fundamental de la sociedad y de la universidad. Alcanzar el grado de Maestro en Teología, era el título de mayor prestigio.
La filosofía escolástica tiene a lo largo de la Edad Media tres períodos. El de formación que va desde el siglo IX al siglo XII. El de apogeo que abarca el siglo XIII, donde aparecen los pensadores más importantes como Santo Tomás, San Alberto Magno, San Buenaventura, etc., y el periodo de transición a la filosofía moderna.
Las causas del apogeo de la filosofía escolástica se debieron en una gran parte a la ingente labor de la Escuela de Traductores de Toledo, en la España musulmana, gracias a estas traducciones al árabe y al latín, se conocieron todas las obras de Aristóteles, que en un principio fueron acogidas con recelo. Fue mérito de Santo Tomás de Aquino, el integrarlas en la filosofía cristiana. También fueron muy importantes las universidades que divulgaron y extendieron los conocimientos. Por último el gran impulso de la filosofía y teología medievales, lo dieron las dos órdenes mendicantes dominicos y franciscanos. En su afán de vivir con plenitud la pobreza evangélica, se centraron en el estudio de la filosofía y de la teología; todos los grandes pensadores de esa época son dominicos (S. Tomás) o franciscanos (San Buenaventura).
En los tres periodos de la filosofía escolástica, el tema fundamental de las discusiones, disputatio, y de las Sumas, sigue siendo el tema de Dios, principalmente el problema de la fe y de la razón, de la Teología y de la Filosofía, ya que la filosofía es un medio para profundizar en la fe.
En esta polémica surgen tres posturas:
En resumen, la Filosofía ayuda a la Teología demostrando algunas de las verdades reveladas, preámbulos de la fe, y viendo la racionalidad de otros misterios de fe, como la Trinidad. Estas verdades no son irracionales sino suprarracionales. Por su parte, la Teología ayuda a la Filosofía, aportando nuevos conceptos filosóficos, como el de creación del mundo o el de la dignidad de la persona humana en el orden moral.
Otro tema importante en las disputatio de los siglos XII y XIII, es el problema de los universales, que consiste en la dificultad de atribuir conceptos universales y abstractos a sujetos concretos y singulares. Este problema surgió al comentar un pasaje de la Isagoge de Porfirio (Introducción) al libro de las Categorías de Aristóteles. El pasaje dice: ”Sobre los géneros y las especies no diré aquí si subsisten o están solamente en el entendimiento, ni en caso de que subsistan, si son corpóreos o incorpóreos, separados de las cosas sensibles o situadas en las mismas expresando sus caracteres uniformes” (Isagoge I).
Con anterioridad a ese siglo, todos los filósofos cristianos, siguiendo a Platón y a San Agustín, afirmaban que los géneros y especies, - por ejemplo cuando afirmo que “el perro es un animal” -, son ideas en la mente divina, de las que Dios se sirve para crear el mundo. Sin embargo, a partir del siglo XII surgen dos posturas antagónicas y dos intermedias:
A finales del siglo XI y comienzos del XII, destaca la figura de Anselmo de Aosta, arzobispo de Canterbury (1033 – 1109). Sus obras más conocidas son:
El argumento en cuestión parte del simple concepto de Dios para llegar a demostrar su existencia. Incluso el que niega a Dios, como el necio del Salmo XIII, que “dijo en su corazón: Dios no existe”, tiene una idea o concepto de Dios, pues no se puede negar una cosa de la que no se tiene alguna idea. El argumento ontológico tiene la siguiente estructura:
Luego Dios existe.
Otros autores importantes del siglo XII son, Pedro Abelardo, creador del método escolástico del Sic et non, célebre por sus amores con Eloísa; Pedro Lombardo, autor del Libro de las sentencias, tratado de Lógica muy usado en las universidades medievales, y los filósofos Hugo y Ricardo de la escuela de San Víctor, monasterio próximo a París.
El siglo XIII marca la cúspide del pensamiento escolástico medieval con pensadores como Juan de Fidanza, conocido como San Buenaventura, San Alberto Magno y especialmente su discípulo: Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino (1224 – 1274). Sus aportaciones al campo de la filosofía y de la teología son una brillante síntesis de la filosofía anterior. Su mayor acierto fue la incorporación de todo el pensamiento de Aristóteles a la filosofía cristiana, así como el de los cristianos, judíos y musulmanes. Su pensamiento es una lectura obligada de todos los filósofos posteriores desde al final de la Edad Media hasta la actualidad. Su vida fue una respuesta a dos vocaciones o llamadas, una a la vida religiosa como monje dominico, la otra al estudio infatigable y a la enseñanza.
Sus obras más importantes son:
Investigó, como se observa por los títulos de sus trabajos, todos los campos y problemas de la filosofía medieval: las relaciones entre fe y razón, la polémica de los universales, la antropología, ética y política.
Santo Tomás aborda el tema de Dios en varias perspectivas: desde las relaciones entre fe y razón: Filosofía y Teología, desde la Antropología, desde la Ontología, y, naturalmente desde la Teología Natural. Su obra cumbre la Suma Teológica se ha considerado como la mejor catedral gótica del pensamiento cristiano. En esta obra, estudia el tema de Dios desde dos puntos de vista: la teología existencial y la teología esencial. Es decir, en primer lugar se ocupa de la existencia de Dios y en segundo lugar de sus propiedades o características.
Según Santo Tomás la existencia de Dios es un conocimiento natural en el ser humano, al que puede llegar con el uso adecuado y lógico de su razón, incluso sin haber conocido la Revelación cristiana, ni haber realizado un acto de fe. La razón, dirigida lógica y científicamente puede alcanzar la certeza de la existencia de Dios, e incluso de la inmortalidad y espiritualidad del alma. A estas dos afirmaciones las llama, los preámbulos de la fe. La razón precede a la fe y la filosofía a la Teología, apartándose de la corriente agustiniana en la que la fe precedía a la razón, credo ut intelligam.
Rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, según el cual, podemos conocer a Dios directamente a priori en el interior de nuestra conciencia. La argumentación tomista se funda en la noción de evidencia y en la distinción metafísica entre la esencia y la existencia que había realizado con anterioridad en su opúsculo De ente et essentia, (Sobre el ser y la esencia). Esta distinción, nueva en la historia de la filosofía, afirma que la esencia es el conjunto de notas o propiedades constituyentes del ser en cuestión, es decir la respuesta a la pregunta, ¿qué es?, mientras que la existencia supone la realización efectiva de la esencia en un individuo, y comienza en el momento de su aparición o nacimiento. En Dios no se da tal distinción, porque su esencia consiste en la plena existencia, en existir por sí mismo. Su existencia es eterna y es la causa de todas las demás existencias.
Sin embargo a los seres humanos nos cuesta mucho formarnos el concepto de Dios, y esta es la razón por la que existen ateos. Algunas personas, incluso, lo conciben con forma de animal, de hombre o de fuerza de la naturaleza. Por estos motivos Santo Tomás entiende que la proposición Dios existe, es evidente en sí misma, pero no para nosotros que somos seres limitados.
Una tesis, juicio o proposición es evidente en sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto de sujeto, forma parte de las propiedades de su esencia, por ejemplo, cuando digo que el cuadrilátero es un polígono de cuatro lados, o bien, que el ser humano es un animal, ambas cualidades forman parte constitutiva tanto del cuadrilátero, tener cuatro lados, como del ser humano, ser animal. Por tanto la proposición Dios existe, es evidente en sí misma ya que en Dios no hay distinción entre la esencia y la existencia, sino que él mismo es la existencia plena y total Ipsum esse subsistens, (el Ser que existe por sí mismo), pero no para nosotros, los seres humanos. Si todos conocemos la naturaleza del sujeto y la del predicado, la proposición es evidente en sí misma y para nosotros, pero no todas las proposiciones evidentes en sí mismas, lo son también para nosotros. Éste es el caso de la existencia de Dios, que siendo en sí misma evidente, porque en ella el predicado se identifica con el sujeto, no lo es para nosotros sino que necesita ser demostrada a posteriori, es decir, por cosas más asequibles para nosotros, incluso aunque estas cosas sean menos evidentes. Por esta razón, Santo Tomás se inclina por una demostración aposteriori (quia), que va de los efectos a las causas, concluyendo en la aceptación de una Primera Causa fundamento de todas las demás a la que llama Dios.
Santo Tomás habla más que de demostración en sentido estricto o matemático, de cinco Vías o caminos que conducen a la afirmación de la existencia de Dios. Estas Vías, tienen todas ellas la estructura común de la causalidad, todo efecto tiene su causa, y es imposible afirmar una cadena infinita de causas, por tanto se llega a la conclusión de la existencia de una primera causa incausada o Causa Sui, a la que llama Dios.
En cuanto a la física, metafísica y antropología, Santo Tomás sigue el pensamiento aristotélico con algunas modificaciones: en el campo de la física acepta la teoría hilemórfica y la teoría del cambio, añadiendo dos excepciones: la creación, en la que se engendra un ser de la nada y la aniquilación, en la que se corrompe un ser sin generación de otro, es decir, el paso del ser a la nada. En la antropología, acepta la unión de forma sustancial de cuerpo - alma y, frente a los agustinianos, la función intelectiva del alma realiza también las otras funciones, vegetativa y sensitiva. En el ser humano hay una unión psicofisiológica. El alma humana es inmortal. La materia - el cuerpo -, puede corromperse al separarse sus partes, pero el alma es imposible que se separe de sí misma porque no tiene partes (este argumento es el mismo que había dado Platón en el diálogo del Fedón); además la inteligencia humana tiene un inmenso deseo de inmortalidad y de conocimiento eterno. Esta concepción antropológica le da a Santo Tomás el soporte racional, para afirmar que la persistencia de la individualidad en el alma separada le permitirá reencontrarse con su cuerpo el día de la resurrección de los cuerpos, como afirma la Revelación.
En la ética, continúa la orientación eudaimonista de Aristóteles: el fin de las acciones morales es la búsqueda de la felicidad, eudaimonía; sin embargo esta felicidad no puede consistir en la posesión de nada creado, sólo en Dios, en la visión beatífica, puede hallarse la felicidad; un acto es bueno si conduce a ese fin último, y malo si se aparta de él. Para poder diferenciarlo con claridad, hemos de basarnos en su conformidad o no con la ley natural moral, que no es sino la participación en el ser creado de la ley eterna de Dios. Santo Tomás fue el iniciador del derecho natural. La ley natural es el precedente de lo que hoy en día denominamos derechos humanos.
En la política, afirma que la autoridad de los gobernantes procede de Dios, pero el gobernante, debe contar con unos asesores, representantes del pueblo. La mejor forma de gobierno es una mezcla de monarquía, aristocracia y democracia. En todo caso reconoce al pueblo el derecho a rebelarse contra los gobernantes, cuando se han corrompido y no han buscado el fin último del estado, que es el bien común, a través de la ley positiva que es una ordenación de la razón, dirigida al bien común, dictada por la autoridad competente y suficientemente promulgada. Esta definición de ley positiva hizo fortuna por su precisión, e inició un tema importante en la filosofía posterior: la armonía entre la moralidad y la legalidad.
Texto: Paloma Sánchez en Wikillerato
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Pueden utilizarse y redistribuirse libremente siempre que se reconozca su procedencia.
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Las invasiones de los pueblos bárbaros y la caída del Imperio Romano dejan tras sí un desierto tanto físico como espiritual; Europa queda sumida en las tinieblas de la incultura y el barbarismo. Desde la muerte de San Agustín, en el año 430, hasta la época de Carlomagno, a finales del siglo VIII, sólo destacan algunos filósofos importantes en las cortes de los ostrogodos en Italia, y de los visigodos en España.
Severino Boecio, que murió en el año 524, fue ministro del rey ostrogodo Teodorico. Tradujo al latín las obras de Lógica de Aristóteles, el Órganon, la Isagoge (Introducción), obra de Lógica de un autor neoplatónico llamado Porfirio; también escribió una interesante obra llamada La consolación de la Filosofía, así como opúsculos como De Sancta Trinitate. A Boecio debemos asimismo la primera definición del concepto de persona humana como “substantia individua rationalis naturae”, (“sustancia individual de naturaleza racional”). Las traducciones y sus escritos lógicos aseguraron la supervivencia de la lógica aristotélica, haciendo de ella un elemento fundamental de toda la cultura y enseñanza medieval. Casiodoro, muerto el 575. Sus obras más importantes son sus cartas, Variae, La Historia de los godos y las Instituciones divinarum et saecularium lectionum, manual muy usado en la Edad Media. San Isidoro de Sevilla, muerto en el 636, autor de las Etimologías, y San Beda el Venerable muerto en 735, autor de una Historia eclesiástica del pueblo inglés.
Toda la cultura medieval hasta el surgimiento de las universidades en el siglo XII, se encuentra en la institución del Monacato. La palabra monje, significa aquella persona que vive sola en oración y penitencia imitando la estancia de Jesús en el desierto antes de su vida pública. Estas personas que se aislaban de la sociedad para alcanzar la perfección o santidad, eran los anacoretas, como San Antonio Abad, San Saturio y otros muchos. La soledad y la penitencia terminaban con la salud física y mental de estos anacoretas, que decidieron vivir en sociedad esos consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para evitar las tentaciones y enfermedades derivadas de la soledad. Así surge la vida conventual o monacal, con la regla más importante que dio San Benito: “Ora et labora”.
A la oración hay que añadir la actividad y el trabajo tanto físico como mental. Los monjes enseñaban a labrar los campos, agricultura, y también a leer y a escribir para poder rezar y cantar los Salmos y las Sagradas Escrituras. De este modo surgen las escuelas monacales donde asisten los niños que serán monjes, los oblatos, pero también los que no van a serlo. A partir de finales del siglo VIII y comienzos del IX, Carlomagno fomentó las escuelas monacales, las internas para los monjes y las externas para los seglares; fundó escuelas episcopales o catedralicias, y escuelas palatinas, siendo la más importante la escuela palatina de Aquisgrán, a la que asistía personalmente, nombrando director de la misma al sabio inglés Alcuino de York.
En estas escuelas se fomenta la filosofía y ciencia medievales. De ahí el nombre de Filosofía escolástica. Poco a poco se fueron desarrollando, destacando con el transcurso del tiempo, la de York, en Inglaterra; la de Fulda en Alemania; las de París, Reims, Tours, Bec, Cluny y Chartres en Francia. París se convirtió en un centro importantísimo de la cultura y de la filosofía europea; ya en el siglo XI había tres escuelas, la de Nuestra Señora, la de Santa Genoveva y la de Saint – Germain des Prés, a las que en el siglo XII se añadió la de San Víctor; de todas ellas surge ya en el siglo XIII la Universidad de París, la Sorbona.
Las universidades, universitas magistrorum et scholarum, son estudios generales, que responden al deseo de universalizar la sabiduría de las diferentes escuelas, como unión de profesores y alumnos. El método pedagógico – didáctico era el de la lectio y la comentatio. El profesor (al igual que el monje en el monasterio) lee las obras de los antiguos filósofos (algunas obras de Platón, como el Timeo; de Aristóteles parte de la Lógica, las traducciones de Boecio de las obras de Porfirio y Aristóteles; algunos escritos de Cicerón, Séneca y [Lucrecio]; las obras de los Padres de la Iglesia, especialmente San Agustín y el Pseudo – Dionisio), y después las comenta. Cada alumno toma sus apuntes, y al final del curso comienzan a aparecer los Manuales – libros hechos a mano – que contienen los temas tratados; así aparecen las Sumas, como la Suma Teológica de Santo Tomás. A lo largo del curso escolar, también tenían lugar las Disputatio, cuestiones problemáticas que se debatían acaloradamente y donde había posiciones enfrentadas o dialécticas, que dieron origen al método escolástico del Sic et non.
Las materias impartidas eran, por un lado, las artes liberales, que comprendían:
También estudiaban algo de Cosmología, semejante a las Ciencias de la naturaleza.
En la cúspide de los estudios, estaba la Filosofía, y por último el saber más importante, la Teología, como estudio y conocimiento de Dios era el valor fundamental de la sociedad y de la universidad. Alcanzar el grado de Maestro en Teología, era el título de mayor prestigio.
La filosofía escolástica tiene a lo largo de la Edad Media tres períodos. El de formación que va desde el siglo IX al siglo XII. El de apogeo que abarca el siglo XIII, donde aparecen los pensadores más importantes como Santo Tomás, San Alberto Magno, San Buenaventura, etc., y el periodo de transición a la filosofía moderna.
Las causas del apogeo de la filosofía escolástica se debieron en una gran parte a la ingente labor de la Escuela de Traductores de Toledo, en la España musulmana, gracias a estas traducciones al árabe y al latín, se conocieron todas las obras de Aristóteles, que en un principio fueron acogidas con recelo. Fue mérito de Santo Tomás de Aquino, el integrarlas en la filosofía cristiana. También fueron muy importantes las universidades que divulgaron y extendieron los conocimientos. Por último el gran impulso de la filosofía y teología medievales, lo dieron las dos órdenes mendicantes dominicos y franciscanos. En su afán de vivir con plenitud la pobreza evangélica, se centraron en el estudio de la filosofía y de la teología; todos los grandes pensadores de esa época son dominicos (S. Tomás) o franciscanos (San Buenaventura).
En los tres periodos de la filosofía escolástica, el tema fundamental de las discusiones, disputatio, y de las Sumas, sigue siendo el tema de Dios, principalmente el problema de la fe y de la razón, de la Teología y de la Filosofía, ya que la filosofía es un medio para profundizar en la fe.
En esta polémica surgen tres posturas:
En resumen, la Filosofía ayuda a la Teología demostrando algunas de las verdades reveladas, preámbulos de la fe, y viendo la racionalidad de otros misterios de fe, como la Trinidad. Estas verdades no son irracionales sino suprarracionales. Por su parte, la Teología ayuda a la Filosofía, aportando nuevos conceptos filosóficos, como el de creación del mundo o el de la dignidad de la persona humana en el orden moral.
Otro tema importante en las disputatio de los siglos XII y XIII, es el problema de los universales, que consiste en la dificultad de atribuir conceptos universales y abstractos a sujetos concretos y singulares. Este problema surgió al comentar un pasaje de la Isagoge de Porfirio (Introducción) al libro de las Categorías de Aristóteles. El pasaje dice: ”Sobre los géneros y las especies no diré aquí si subsisten o están solamente en el entendimiento, ni en caso de que subsistan, si son corpóreos o incorpóreos, separados de las cosas sensibles o situadas en las mismas expresando sus caracteres uniformes” (Isagoge I).
Con anterioridad a ese siglo, todos los filósofos cristianos, siguiendo a Platón y a San Agustín, afirmaban que los géneros y especies, - por ejemplo cuando afirmo que “el perro es un animal” -, son ideas en la mente divina, de las que Dios se sirve para crear el mundo. Sin embargo, a partir del siglo XII surgen dos posturas antagónicas y dos intermedias:
A finales del siglo XI y comienzos del XII, destaca la figura de Anselmo de Aosta, arzobispo de Canterbury (1033 – 1109). Sus obras más conocidas son:
El argumento en cuestión parte del simple concepto de Dios para llegar a demostrar su existencia. Incluso el que niega a Dios, como el necio del Salmo XIII, que “dijo en su corazón: Dios no existe”, tiene una idea o concepto de Dios, pues no se puede negar una cosa de la que no se tiene alguna idea. El argumento ontológico tiene la siguiente estructura:
Luego Dios existe.
Otros autores importantes del siglo XII son, Pedro Abelardo, creador del método escolástico del Sic et non, célebre por sus amores con Eloísa; Pedro Lombardo, autor del Libro de las sentencias, tratado de Lógica muy usado en las universidades medievales, y los filósofos Hugo y Ricardo de la escuela de San Víctor, monasterio próximo a París.
El siglo XIII marca la cúspide del pensamiento escolástico medieval con pensadores como Juan de Fidanza, conocido como San Buenaventura, San Alberto Magno y especialmente su discípulo: Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino (1224 – 1274). Sus aportaciones al campo de la filosofía y de la teología son una brillante síntesis de la filosofía anterior. Su mayor acierto fue la incorporación de todo el pensamiento de Aristóteles a la filosofía cristiana, así como el de los cristianos, judíos y musulmanes. Su pensamiento es una lectura obligada de todos los filósofos posteriores desde al final de la Edad Media hasta la actualidad. Su vida fue una respuesta a dos vocaciones o llamadas, una a la vida religiosa como monje dominico, la otra al estudio infatigable y a la enseñanza.
Sus obras más importantes son:
Investigó, como se observa por los títulos de sus trabajos, todos los campos y problemas de la filosofía medieval: las relaciones entre fe y razón, la polémica de los universales, la antropología, ética y política.
Santo Tomás aborda el tema de Dios en varias perspectivas: desde las relaciones entre fe y razón: Filosofía y Teología, desde la Antropología, desde la Ontología, y, naturalmente desde la Teología Natural. Su obra cumbre la Suma Teológica se ha considerado como la mejor catedral gótica del pensamiento cristiano. En esta obra, estudia el tema de Dios desde dos puntos de vista: la teología existencial y la teología esencial. Es decir, en primer lugar se ocupa de la existencia de Dios y en segundo lugar de sus propiedades o características.
Según Santo Tomás la existencia de Dios es un conocimiento natural en el ser humano, al que puede llegar con el uso adecuado y lógico de su razón, incluso sin haber conocido la Revelación cristiana, ni haber realizado un acto de fe. La razón, dirigida lógica y científicamente puede alcanzar la certeza de la existencia de Dios, e incluso de la inmortalidad y espiritualidad del alma. A estas dos afirmaciones las llama, los preámbulos de la fe. La razón precede a la fe y la filosofía a la Teología, apartándose de la corriente agustiniana en la que la fe precedía a la razón, credo ut intelligam.
Rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, según el cual, podemos conocer a Dios directamente a priori en el interior de nuestra conciencia. La argumentación tomista se funda en la noción de evidencia y en la distinción metafísica entre la esencia y la existencia que había realizado con anterioridad en su opúsculo De ente et essentia, (Sobre el ser y la esencia). Esta distinción, nueva en la historia de la filosofía, afirma que la esencia es el conjunto de notas o propiedades constituyentes del ser en cuestión, es decir la respuesta a la pregunta, ¿qué es?, mientras que la existencia supone la realización efectiva de la esencia en un individuo, y comienza en el momento de su aparición o nacimiento. En Dios no se da tal distinción, porque su esencia consiste en la plena existencia, en existir por sí mismo. Su existencia es eterna y es la causa de todas las demás existencias.
Sin embargo a los seres humanos nos cuesta mucho formarnos el concepto de Dios, y esta es la razón por la que existen ateos. Algunas personas, incluso, lo conciben con forma de animal, de hombre o de fuerza de la naturaleza. Por estos motivos Santo Tomás entiende que la proposición Dios existe, es evidente en sí misma, pero no para nosotros que somos seres limitados.
Una tesis, juicio o proposición es evidente en sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto de sujeto, forma parte de las propiedades de su esencia, por ejemplo, cuando digo que el cuadrilátero es un polígono de cuatro lados, o bien, que el ser humano es un animal, ambas cualidades forman parte constitutiva tanto del cuadrilátero, tener cuatro lados, como del ser humano, ser animal. Por tanto la proposición Dios existe, es evidente en sí misma ya que en Dios no hay distinción entre la esencia y la existencia, sino que él mismo es la existencia plena y total Ipsum esse subsistens, (el Ser que existe por sí mismo), pero no para nosotros, los seres humanos. Si todos conocemos la naturaleza del sujeto y la del predicado, la proposición es evidente en sí misma y para nosotros, pero no todas las proposiciones evidentes en sí mismas, lo son también para nosotros. Éste es el caso de la existencia de Dios, que siendo en sí misma evidente, porque en ella el predicado se identifica con el sujeto, no lo es para nosotros sino que necesita ser demostrada a posteriori, es decir, por cosas más asequibles para nosotros, incluso aunque estas cosas sean menos evidentes. Por esta razón, Santo Tomás se inclina por una demostración aposteriori (quia), que va de los efectos a las causas, concluyendo en la aceptación de una Primera Causa fundamento de todas las demás a la que llama Dios.
Santo Tomás habla más que de demostración en sentido estricto o matemático, de cinco Vías o caminos que conducen a la afirmación de la existencia de Dios. Estas Vías, tienen todas ellas la estructura común de la causalidad, todo efecto tiene su causa, y es imposible afirmar una cadena infinita de causas, por tanto se llega a la conclusión de la existencia de una primera causa incausada o Causa Sui, a la que llama Dios.
En cuanto a la física, metafísica y antropología, Santo Tomás sigue el pensamiento aristotélico con algunas modificaciones: en el campo de la física acepta la teoría hilemórfica y la teoría del cambio, añadiendo dos excepciones: la creación, en la que se engendra un ser de la nada y la aniquilación, en la que se corrompe un ser sin generación de otro, es decir, el paso del ser a la nada. En la antropología, acepta la unión de forma sustancial de cuerpo - alma y, frente a los agustinianos, la función intelectiva del alma realiza también las otras funciones, vegetativa y sensitiva. En el ser humano hay una unión psicofisiológica. El alma humana es inmortal. La materia - el cuerpo -, puede corromperse al separarse sus partes, pero el alma es imposible que se separe de sí misma porque no tiene partes (este argumento es el mismo que había dado Platón en el diálogo del Fedón); además la inteligencia humana tiene un inmenso deseo de inmortalidad y de conocimiento eterno. Esta concepción antropológica le da a Santo Tomás el soporte racional, para afirmar que la persistencia de la individualidad en el alma separada le permitirá reencontrarse con su cuerpo el día de la resurrección de los cuerpos, como afirma la Revelación.
En la ética, continúa la orientación eudaimonista de Aristóteles: el fin de las acciones morales es la búsqueda de la felicidad, eudaimonía; sin embargo esta felicidad no puede consistir en la posesión de nada creado, sólo en Dios, en la visión beatífica, puede hallarse la felicidad; un acto es bueno si conduce a ese fin último, y malo si se aparta de él. Para poder diferenciarlo con claridad, hemos de basarnos en su conformidad o no con la ley natural moral, que no es sino la participación en el ser creado de la ley eterna de Dios. Santo Tomás fue el iniciador del derecho natural. La ley natural es el precedente de lo que hoy en día denominamos derechos humanos.
En la política, afirma que la autoridad de los gobernantes procede de Dios, pero el gobernante, debe contar con unos asesores, representantes del pueblo. La mejor forma de gobierno es una mezcla de monarquía, aristocracia y democracia. En todo caso reconoce al pueblo el derecho a rebelarse contra los gobernantes, cuando se han corrompido y no han buscado el fin último del estado, que es el bien común, a través de la ley positiva que es una ordenación de la razón, dirigida al bien común, dictada por la autoridad competente y suficientemente promulgada. Esta definición de ley positiva hizo fortuna por su precisión, e inició un tema importante en la filosofía posterior: la armonía entre la moralidad y la legalidad.
Texto: Paloma Sánchez en Wikillerato
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