Què puc hacer?
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Más de 18.000 profesores de la ciudad de Nueva York vieron la semana pasada cómo se hacía público un listado en el que se les ponía nota. Desde ese momento, cualquier ciudadano que lea, por ejemplo, The New York Times o New York Post puede comparar la calidad del trabajo del profesor de sus hijos con la de otros docentes. La publicación de los datos, autorizada por orden judicial tras una larga batalla entre el sindicato de profesores y los medios de comunicación locales, ha generado una enorme polémica en la Gran Manzana en un momento en el que la calidad de la educación pública y los métodos que sirven para evaluarla están en el centro del debate.
En el caso de Nueva York, mientras las organizaciones de profesores indican que el sistema empleado es“erróneo y poco fiable”, el Ayuntamiento que dirige Michael Bloomberg defiende que el método es un ejemplo de transparencia y muestra su sorpresa ante la polémica desatada ya que, según se indica desde su Concejalía de Educación, esta misma evaluación se utiliza desde hace años para fijar los rangos salariales de los profesores. El sindicato de profesores no da crédito a la estrategia del Consistorio neoyorquino. ¿El motivo? Los docentes señalan que el desempeño de los maestros se califica desde el 0 (bajo) hasta el 99 (alto), siempre en función de los resultados obtenidos en unas evaluaciones especiales a los estudiantes. Los profesores comentan que el sistema de cálculo empleado en Nueva York, además de contener omisiones y errores, tiene un margen de error del 53% en Inglés y del 35% en Matemáticas. En el fondo, indican, con este ‘ejercicio de transparencia’ Bloomberg pretende cerrar hasta 33 escuelas y ‘reestructurar’ los fondos de Educación.
Las reacciones a la publicación de las evaluaciones han despertado la sensibilidad de la opinión pública norteamericana. Bill Gates, fundador de Microsoft, ha escrito una interesante columna en la que señala que “la forma más segura de debilitar la evaluación docente es convertirla en un ejercicio caprichoso de humillación pública”. Como ejemplo, Gates contrapone el caso de Nueva York el de Tampa (Florida), donde “las autoridades escolares y los docentes trabajan juntos para mejorar” sin necesidad de publicar una clasificación de profesores. Los propios profesores también están protagonizando interesantes reportajes en los mismos medios que han publicado la clasificación. Es el caso de ‘Hard-Working Teachers…’, un artículo de The New York Times que muestra con toda crudeza el caso de profesores que se dedican en cuerpo y alma a la Educación y ahora son juzgados por unas, en teoría, ‘malas notas’ que conocen todos sus vecinos.
Pocos medios y ¿malos profesores o evaluadores inútiles?
Las reacciones particulares de los profesores de Nueva York en medios estadounidenses no se han hecho esperar. Es especialmente recomendable el testimonio de William Johnson, un profesor de Brooklyn que trabaja con un grupo de alumnos con autismo y déficit de atención. En un artículo de opinión de The New York Times titulado ‘Confessions of a ‘Bad’ Teacher’, relata las dificultades provocadas por la carencia de medios y el dilema profesional que supone satisfacer al burócrata que le valora mientras sabe que lo que hace no funciona con sus alumnos. Johnson hace una reflexión que sirve de punto de partida a una polémica que va más allá de Estados Unidos: “Hasta que haya igualdad de recursos educativos para todos los estudiantes y profesores, no podremos decir con exactitud científica lo bien o mal que estamos educando. Quizá, si empezamos la conversación ahí, el debate tendrá sentido”.
En Didactalia proponemos el siguiente debate:
Más información: Teacher data reports (La Otra Escuela)
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Fecha publicación: 5.3.2012
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¿La evaluación docente tiene que darse?, ¡claro que sí!, pero con el sentido técnico científico de la fundamentación propia de la actividad evaluadora.; jamás será su fin el conocimiento público sino la mejora continua. Si no es así, la convierten en un instrumento maquiavélico en las manos nefastas del poder tirano con máscara de democracia.
Por eso las interrogantes ¿Cómo evaluar?, ¿Qué evaluar?, ¿Cuándo evaluar?, ¿A quién evaluar? y ¿Quién debe evaluar?, implican respuestas que nos deben diseñar perfiles bien consensuados y equilibrados. Seguramente de sus respuestas discerniremos que no vale la pena ni es justo ni profesional evaluar a todos con los mismos instrumentos, los mismos métodos, la misma matriz, los mismos patrones y con el mismo nivel descriptivo de logros deseados. Sería una locura de infidelidad teleológica tan indeseada en la plataforma pedagógicas de cada realidad.
En una carrera de 100 metros, no es lo mismo partir del metro 0 que del metro 10; no es lo mismo con abrojos que con carril liso; no es lo mismo sin zapatos que con calzado sofisticado; no es lo mismo a los 7 años que a los 16; no es lo mismo ovacionado que pifiado.... y podríamos hacer innumerables "no es lo mismo".
La evaluación docente no debe consistir en un ¿Cuánto te aproximas a lo que el estado quiere del profesorado?, ¿Cuánto sabes de lo que quiero que sepas?, ¿Cuánto haces de lo que quiero que hagas?, pues no se trata de una materia con sistema de ideas inamovibles pre encapsuladas, eso sería declararle esclerosis irreversible a la actividad docente y a la ciencia pedagógica. La docencia y la pedagogía se construye y acrecienta en las circunstancias y vivencias diarias, únicas e irrepetibles de la escuela; ninguna teoría, corriente, modelo o post grado la describe fidedignamente.
¿Por qué han dejado la creatividad curricular y poítica educativa a los escritorios y bibliotecas?, ¿Por qué quieren tromes en fabricar papeles con proyectos pintados de emociones?, ¿Por qué nos capacitan con modelos que no tienen éxitos en su vitrina, en lugar de crear, recrear y cientifizar nuestros propios modelos?, ¿Por qué las clases modelos son fábricas de papeles de planificación, museo de materiales y entretenimiento, útópicos para el día a día?, ¿Por qué no existe un quinquenio, un año, un semestre, un mes modelo?, ¿Por qué evalúan los que no entran a dar clases?. Considero que es hora de valorar y motivar la creatividad didáctica y metodológica tan débil y descuidada en los sistemas gubernamentales.
Tengo claro que necesitamos mejorar la educación; tan claro como que la administración educativa y el comercio de proyectos internacionales no es el camino, sino la gestión pedagógica y la producción de respuestas para realidades concretas, considero que aquí debe esmerarse con fuerza la ciencia teleológica para estimular y producir sus mejores frutos.
La educación debe ser la locomotora que mueve el tren de la sociedad, sin embargo nos estamos convirtiendo en el último vagón que sigue a todos los demás. Necesitamos las fuerzas de quienes pretenden usarnos, para que sumadas a las nuestras podamos constituirnos en un universo educador en todo contexto social, político, difusor, científico, deportivo, cultural, artístico, etc. Sólo así será posible recuperar humanidad y detener el proceso involutivo valórico que carcome nuestras estructuras sociales a vista y paciencia de todos los damnificados: Los seres humanos.
Haber estado peleando en la enseñanza cuarenta años, varios de Director de centro y casi todos de Jefe de departamento, casi me obliga a terciar en este debate. Sobre todo porque hace mucho tiempo propuse algo parecido que, por supuesto, no cuajó.
La evaluación del profesor me parece muy bien, porque es algo que debería hacerse con todas las actividades públicas de cualquier tipo y clase. Algunas empresas privadas lo hacen, como por ejemplo los hoteles cuando te presentan una serie de preguntas antes de abandonarlo. En algunos casos es fácil de realizar. Los portales educativos se valoran fácilmente, para lo que basta ver las colaboraciones que reciben y las actividades que organizan, por lo que se califican solos. Sin embargo, en el caso que planteáis no es tan sencillo, lo que no significa que no se intente hacer.
Y el punto de partida es que es preciso hacerla con discrecionalidad, mucho cuidado y cumpliendo unas condiciones para mí fundamentales. La primera, que en ningún caso se dé publicidad alguna en la prensa a sus resultados. La segunda, como ya se ha dicho, aprovechando pruebas oficiales de los alumnos, por ejemplo en nuestro caso las de "acceso a la universidad". La tercera, y creo que muy importante, haciendo siempre una comparación con resultados de otros docentes de igual materia y de otras distintas del mismo centro y con resultados de la misma materia de otros centros de la localidad y de localidades diferentes.
En cuanto a lo de Nueva York, lo más probable es que sea una más de las ocurrencias de los políticos locales que, en ocasiones, tienen unas ideas idóneas para concederles el Nobel del sinsentido común. Mis respuestas a vuestras preguntas serían:
1. Con evaluar de 0 a 10 basta y sobra.
2. La publicación no ayuda en absoluto a mejorar la enseñanza, pero ayuda a que los medios de comunicación tengan más lectores y en España les sacaría de la crisis.
3. Por supuesto que deberían hacerlo otros profesores, pero que no conozcan a los evaluados.
Doy por hecho que todo lo anterior es una modesta opinión.
Lo que no se evalua se devalua pero... ¿qué evaluar? ¿qué medir? ¿cómo hacerlo? ¿para qué?. Para construir, mejorar y avanzar o para desprestigiar, recortar y buscar coartada para cercenar. La calidad de un sistema educativo está intimamente ligada a la calidad de su profesorado, pero además de un conocimiento profundo de la materia y de los contextos en los que un profesor ejerce su función docente, ¿qué evaluamos?. Imaginemos la siguiente vara de medir. Propongo una donde seleccionemos y evaluemos a los profesores entre aquellos que se adaptan a lo que hay y generan alumnos sumisos, adocenados, adormecidos, conformes con el sistema y sus defectos y aquellos que generan alumnos con pensamiento crítico, dispuestos a transformar para mejorar, preparados para comprender cómo desde lo conseguido avanzar y mejorar lo que existe, con ganas por ayudar al resto de compañeros y con habilidades intra e interpersonales.
¿Cómo lo medimos?.
Propongo lo siguiente. Echemos la vista atrás y pensemos en nuestros profesores. ¿De quién nos acordamos? ¿A quién apreciamos?. Seguramente a aquel profesor que nos quiso, que peleó por hacernos hombres de bien, que nos enseñaba con su ejemplo ,que se esforzaba por que apreciaramos el esfuerzo, el talento, el mérito. Aquel que comprendió y nos llamaba por nuestro nombre cuando adoleciamos de todo y eramos solo proyecto.
Vamos a medir pero para crear y con una vara limpia.
Echando la vista atrás como dice Pablo, yo me acuerdo de un pequeño puñado de profesores que se distinguían porque le ponían "ganas" e ilusión a su labor día a día y eso se trasmite y contagia a los alumnos (a la mayoría, al menos). Es muy difícil que una persona que encara su trabajo con energía y afán de mejora lo haga mal.
Medirlo desde una óptica siempre positivamente motivadora, evitando someter al docente a la pública vergüenza del sambenito.
Por añadir otra perspectiva al debate: ¿No os parece también importante valorar al docente en el sentido de "prestigiarlo"? Estimo que hay un déficit social en ese aspecto.
Absolutamente. El problema aquí es una extraña concepción de la rendición de cuentas, que al fin y al cabo es necesariamente un proceso político y público, que como vemos puede utilizarse políticamente de una manera aviesa. Una clasificación de profesores tiene poco sentido, salvo como ejercicio de humillación pública, a la par que como estrategia política para salvar los trastos. Es fácil imaginarse la alarma de los padres con "malos profesores". También el sentimiento de gratitud con las autoridades que han tenido el coraje de poner la situación de manifiesto. Afortunadamente, en este caso, el robusto sentido del debate, junto con la aspiración personal a forjarse una opinión independiente basada en evidencias y hechos, que están en la mejor tradición america probablemente nos depararán un resultado interesante. Sin embargo, una evaluación de la labor de los profesores es necesaria, porque es necesario mejorar sus capacidades, su formación y sus anhelos de un desempeño profesional excelente. Y, por supuesto, lo primariamente necesario es reconocer la enorme importancia social de su labor. Hemos de empezar por ahí.
Gracias por enriquecer el debate. Añadimos más argumentos. Nuestro compañero Pablo Hermoso de Mendoza nos pasa un interesante enlace que puede contextualizar lo que está ocurriendo en Nueva York. Es el artículo Evaluación y valoración, de Ángel Gabilondo.
Desde mi punto de vista de padre considero que sí se puede valorar una labor docente, es mas, lo creo hasta enriquecedor que te digan tus puntos fuertes y tus puntos debiles,eso si, siempre que sea una valoracion real, seria y realizada por especialistas valorando todos los aspectos que entran en esa labor y siempre con el afan de realizar una mejora en ella. En mi opinion el hacerla publica no ayuda a ello, creo que hace todo lo contrario. Un saludo a tod@s
Creo que esto solo consigue excluir, no integrar. Es muy dificil valorar la labor de un docente. Tanto como lo es muchas veces valorar a un alumno. Las notas es algo parecido a un balance, una situación en un momento dado, cuando lo que de verdad tiene importancia, es el progreso, la evaluación, el despertar al conocimiento. Esto, tanto en un alumno como en el profesor que lo hace es dificil de evaluar, de cuantificar, porque como ponemos en un papel que gracias a tal profesor aprendí a leer, o me interesé por la economía, o me hice una persona de bien.
No me parece una medida acertada para nada. Una amiga china, en su instituto hacían lo mismo, ponían notas para que todo el mundo supiera quien iba bien y quien mal.
!No a los dedos acusadores!. !No a la humillación púlica!. No es esta la forma de mejorar la docencia, ni la labor docente. En todo caso añadirá más fuego y creará más resentimientos y envidias que antes y eso es esto menos positivo.
No soy educador, perito o funcionario, solamente pensador. Aqui en EEUU no solamente en Nueva York, en Connecticut tambien el gobernador Mr. Malloy al igual que Mr. Bloomberg estan abatiendo la profesion educativa con fin de desmeritar la funcion de tantos profesionales que se han sacrificado por largo tiempo ensenando una clase estudiantil afectada por la sociedad que tambien no tiene atencion a lo intelectual en su mayoria. El resultado sera pagar menos salarios, abaratarles, ya que sabiendose cada educador a expensas de ser abatido por esos estandards, se adapten a peores niveles de compensacion, beneficios o condiciones de empleo. Es la destruccion total de lo mas importante de la sociedad, un buen sistema educativo por reducir gastos publicos. Esto es el fin de ambos grupos politicos. Se hinchan el pecho cuando pronuncian sus ideas siguen un plan basado en la experiencia del "business" que es mas beneficioso. ?Para quien? Seguiremos informando.
Desde luego mal vamos si socavamos una de las bases del futuro. Un cambio es necesario en muchos aspectos. Junto con la necesidad de prestigiar al docente que mencionaba el otro día, creo que habría que fomentar una cultura del esfuerzo: esfuerzo del docente y esfuerzo del alumno. En los últimos tiempos, me da la impresión que socialmente se ha extendido la idea de que la educación es un derecho universal y uniformado. Me explico: entiendo que el acceso a la educación es un derecho universal, por supuesto; no obstante, el obtener un título, el continuar adelante en el sistema educativo a partir de cierto nivel hay que ganárselo trabajando.
Por otra parte, Miguel Rosa Castellón, director de una escuela de Sevilla llama la atención en un artículo de EL PAís de Andalucía sobre la conveniencia de un MIR pedagógica para garantizar que el profesor tenga alguna experiencia antes de tomar las riendas de un aula.
La nota la han puesto en función de los resultados de sus alumnos, en dos pruebas de matemáticas y comprensión lectora. Se supone que lo que tienen "malas notas" es porque sus alumnos han sacado malas notas. Naturalmente que se puede y se debe evaluar la tarea docente, pero hay que ser serios. Si hacen una prueba externa a nuestros alumnos, y estos no se "juegan nada" creo que no reflejaría unos resultados reales (como ocurre en la prueba de diagnóstico en Madrid). También cabe la posibilidad que los objetivos educativos se reduzcan a las puebas de dianóstico, como pasa en muchos casos con la Selectividad.
No me parece adecuado valorar la labor de un docente cuantificándola de 0 a 99. Además, ¿quién mide y dictamina? Entiendo que en este caso son representantes de la Adminsitración los encargados de hacerlo. ¿No tendrían algo que decir los alumnos al respecto? Por supuesto, otro elemento es evaluar los medios al alcance del profesor. Y sobre todo, ¿qué aporta publicar los datos?
Doy mi aporte como docente.
Creo que los docentes debemos ser evaluados de forma continua, por nosotros mismos, por nuestros pares y por los estudiantes.
Nom e preocupa la escala que se utilice sino lo que se mida y como se mida.
El fin debe ser para mejorar, fortalecer, no para castigar. Es con el mismo sentido que debemos usarlo para los estudiantes. Tampoco puede ser el medio por el cual, como se menciona en el artículo, se le de insentivos a los docentes o se les quite, ya que este sistema de premio-castigo lo que hace es que el esfuerzo no se centre en el verdadero interés por mejorar sino por tener un premio u obtener un castigo.
Creo que es como menciona Ana Luz: hay que ver quien y cómo se mide y cual es la finalidad de la publicación. No veo mal que se publique, pero creo que siempre debemos ver las formas y ser muy explícitos con las personas que no entienden de la temática como se hizo y que significan esos datos.
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