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Madrid y Sevilla son las ciudades más importantes del Siglo de Oro, además de ser los centros de residencia y trabajo de los grandes artistas del momento. Las condiciones de vida no son fáciles para la población, debido a la falta de higiene en las calles y a la poca calidad de vida, especialmente para los estratos más bajos de la sociedad.



En la España del Siglo de Oro hay ciudades populosas, como Madrid o Sevilla. Casas de ricos y de pobres suelen estar juntas. Los ricos viven en grandes casas de dos plantas, hechas de piedra o ladrillo. Una gran portada de piedra preside la fachada. Un escudo de armas da fe de que los ocupantes de la vivienda son nobles.
La planta alta tiene anchas ventanas, a veces también balcones. En la planta de abajo, las ventanas, enrejadas, son más pequeñas, para impedir la visión del interior.
Las casa humildes suelen ser de una sola planta. Están hechas de adobe o ladrillos de deshecho. En algunas casas, las de dos plantas, viven dos familias, una encima de la otra.
Las calles no están numeradas, ni hay en ellas carteles. Se embarran cuando llueve y son sucias y malolientes, pues la gente arroja allí sus desperdicios. Una de los entretenimientos principales es el paseo. El coche de caballos es un signo de distinción e hidalguía, y sus propietarios salen a lucirlo a media tarde.
La vida de las ciudades se organiza en torno a la Plaza Mayor. En ella se celebran espectáculos públicos, como corridas de toros o autos de fe. También en ella se reúnen las personas para dar rienda suelta a otro de sus placeres favoritos: la conversación.
En parejas o grupos, se reúnen las personas para hablar y murmurar. Son siempre hombres, pues la calle es terreno básicamente masculino. Estos lugares de reunión son llamados mentideros, ya que en ellos se expanden rumores, cuchicheos y maledicencias.
Algunos barrios y calles están plagados de truhanes, pícaros y gentes de mal vivir. Los delincuentes aprovechan la noche y la poca iluminación de las callejuelas para acechar a sus víctimas o trazar sus planes.
En las calles también hay pobres, unos ciertos y otros fingidos. Los pordioseros y pedigüeños se sitúan en las puertas de las iglesias, donde esperan arrancar una limosna apelando a la misericordia de los devotos que acuden a misa.

Es un contenido educativo de Artehistoria "la página del Arte y la Cultura en ESpañol".

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Fecha publicación: 10.4.2013

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