Descubro a César Bona. Indago. Empiezo a percibir esa emoción que crece cuando uno descubre héroes anónimos, cotidianos, maestros dignos, que con su ejemplo contribuyen a construir un mundo mejor. Un hombre bueno. Siguen quedando. Solo hace falta mirar.

Descubro que sus alumnos tuvieron la suerte de encontrarse con él en su camino, y el camino creció, se ensanchó, se hizó mucho más luminoso, y prendió en ellos la curiosidad y el amor por las causas justas y la íntima certeza de que todo es posible y que pueden cambiar el mundo, porque, en cierta medida, ya lo han hecho.

Descubro que los padres, partiendo de un escepticismo y apatía general, acabarón rindiéndose a las peripecias, métodos, maneras e inteligencia de un maestro poco convencional y supieron apreciar lo que sus hijos tambien podían enseñarles.

Descubro que las instituciones académicas encuentran a un profesor que hace de la necesidad virtud, que aprovecha la infinita imaginación de los niños, y los escasos medios materiales para inventarse un mundo que le permita concretar su inmensa vocación: poner pasiones en camino.

Descubro que César utiliza todos los recursos a su alcance para enseñar y aprender, más allá del aula, más allá del centro educativo, por encima de las restricciones y los límites, salvaguardándose y toreando las envidias, las displicencias, los reproches.

Y así, enarbolando la bandera de todos esos profesores buenos es propuesto para el Global Teacher Prize, un premio internacional que se otorga a los mejores profesores del mundo. Poco interesa el premio sino es para servir de guía, estímulo, aliento y mensaje para todos y cada uno de los profesores que pese a todo forman día a día a nuestros pequeños.